Juan Ignacio Delgado Alemany (Granadilla de Abona, 1973) esconde detrás de esa filiación la personalidad del humorista Ignatius Farray, un tinerfeño con ocho años de profesional como monologuista para Paramount Comedy que este fin de semana retorna a su tierra a actuar, algo que le hace "mucha ilusión porque la verdad es que he vuelto muy pocas veces". Establece "sin folclorismos" que "a uno siempre le sale de donde es cuando se encuentra sobre un escenario y yo nací en Chimiche".

La curiosidad empuja a preguntar dónde y cómo surgió el personaje de Ignatius Farray. Así lo explica: "Farray es el segundo apellido de mi padre y lo de Ignatius viene porque un profesor de música me llamaba así en el instituto; decía que le recordaba al personaje de La conjura de los necios, el primer libro que leí entonces y que me encantó".

Ignacio terminó la carrera de Ciencias de la Información en Madrid y "como le pasa a mucha gente estaba un poco confundido sobre mi futuro. Me fui dos años a Londres, donde trabajé en un hotel y muy cerca había lo que ellos llaman un comedy club, un pequeño teatro en el que daban oportunidades a los aficionados. Tenía turno de noche y antes de trabajar iba siempre allí e hice amistad con la dueña y los otros cómicos. Recuerdo que me ofrecían todo a mitad de precio y me fui aficionando a un género con gran tradición en Inglaterra desde los años 50 del siglo pasado y con un enorme boom en los 80".

El retorno a Tenerife trajo consigo los primeros pinitos en esta disciplina. Señala que "fue en un bar de Las Galletas donde comencé. Al poco tiempo volví a Madrid y ahí ya se inició todo el proceso hasta ser profesional".

Los orígenes en España de esta forma de humor hay que relacionarlos con el programa de televisión "El Club de la Comedia". Farray señala que "eran actores a los que unos guionistas preparaban el monólogo como en series de culto del estilo de Senfield. Luego, Paramount Comedy, coincidiendo con mi regreso a Madrid, dio la oportunidad a los desconocidos que desarrollábamos en el repertorio nuestras propias historias".

Con Paramount la relación "comenzó a nivel personal, a través de una prueba y una entrevista. Nos caímos bien, todos éramos jóvenes, de la misma generación, hice una primera actuación que les gustó y hasta la fecha".

Farray cuenta algunas anécdotas de estos años de andadura: "A mí me han esperado en la puerta, casi para pegarme, y me ha llegado a sacar la Policía del local donde actuaba, y en concreto el grupo Centauro de la Policía Nacional. Me pasó hace unos años en Madrid con un grupo de skindheads en la sala. Llegué a temer lo que podía pasar. Y en otra ocasión, dos chicas del público se levantaron y le pidieron al dueño el libro de reclamaciones porque, según ellas, lo que yo hacía no era comedia y la publicidad del local resultaba engañosa. Por no hablar de cuando la gente no se ríe, que es algo muy duro y a veces pasa".

La inspiración de Ignatius, "pese a las grandes diferencias de técnicas o en los sketch, me llegó de los que eran mis ídolos en aquella primera época de la Universidad, Faemino y Cansado. Gracias a ellos y a aquel profesor de música me dedico a esto".

Respecto a las características de su humor, explica: "En mi caso no se trata de contar chistes sino de desarrollar lo que se llama stand up comedy, que descubrí en Londres, una alternativa, precisamente, a la mera sucesión de chistes. Se trata de contar algo más real, una historia que haga reír. Cosas personales y una manera de relatarlas que hace que nadie más pueda hacerlo". Así lleva ocho años de actuaciones por toda la Península y con gran éxito.

Cuestionado sobre si existe un humor canario o al menos geográfico, en el sentido de propio de la zona de origen, responde así: "Cada uno es de donde es y a la fuerza se nota. No se trata de folclorismo o costumbrismo, pero soy de Granadilla, de Chimiche, y aunque no quieras, sale".

La crítica afirma que si algo caracteriza el humor de este tinerfeño es que no deja indiferente y quienes le han visto aseguran que se le llega a odiar o se le adora de por vida. Su humor es escatológico en aquellas cuestiones de las que a alguien le gustaría hablar y no se debe, aunque detrás de sus diatribas esconde un halo de honestidad y hasta casi de cierta compasión que llega a desconcertar.

Reconoce "la influencia de gente como el norteamericano Richard Pryor o los cómicos ingleses, pero uno intenta buscar su propio camino. Está claro que tienes el guión escrito previamente, pero siempre me gusta aprovechar para improvisar. A veces se te ocurre algo y otras veces no puede ser".