"El Festival de Góspel de Canarias ha superado ya en número de conciertos al de Cataluña". La afirmación pertenece a Luis Manjarrés (Asturias, 1957), director artístico del certamen catalán, tal vez el de mayor prestigio a escala nacional. Manjarrés acudió hace unos días como invitado a la presentación del evento, cuya quinta edición arranca hoy con el concierto que Joshua Nelson y su banda ofrecerán a las 20:30 horas, en el Auditorio de La Oliva, en Fuerteventura. El certamen llevará dieciséis conciertos de siete grupos a seis islas durante los primeros veinte días de este mes.

¿Cuál es la categoría de los grupos que acuden al festival?

Enorme, de primera línea mundial y con un gran prestigio dentro de este género dedicado a la música tradicional negra. Vienen los coros norteamericanos Louisiana Gospel Choir, Spirit of New Orleans, Brotherhood Singers y Missippi Mass Choir, a los que acompañarán los locales Rainbow Gospel Choir y Shine Voices.

¿A qué nivel está el Festival de Góspel de Canarias?

Es el primero de España y está entre los mejores de Europa por número de conciertos, en lo que ya ha superado al de Cataluña. Allí hacemos trece en doce localidades y aquí son dieciséis en seis islas.

Mi contacto con el certamen canario se produjo en diciembre de 2008 cuando trajimos a Missisipi Mass, el mejor coro del mundo, al Auditorio de Santa Cruz. El éxito fue impresionante. Valentín Álvarez, director del festival, me llamó en 2009 y hemos repetido.

¿El góspel es un género musical propio de la Navidad?

Puede ser, por la religiosidad y porque es una música familiar e intergeneracional. Todo el mundo quiere divertirse y en un concierto de góspel eso está garantizado. Otra clave es la calidad musical porque no hay un solo gran artista afroamericano, desde Aretha Franklin o Ray Charles a Michael Jackson, que no se haya formado musicalmente en la iglesia.

¿Cómo se combina el laicismo europeo con la religiosidad del góspel americano?

Este género es capaz de superar las barreras ideológicas y, por ejemplo, poner de acuerdo a Zapatero y Rajoy. En Estados Unidos la Iglesia tiene una estructura horizontal, no vertical. Allí se mezcla todo el mundo y se hacen actividades de todo tipo, no sólo el culto. La comunidad afroamericana se relaciona de forma absoluta con su Iglesia. Allí han desarrollado sus reivindicaciones sociales o políticas desde la época de Martin Luther King o Malcolm X. Y sigue igual, con un reflejo en la música. En Europa hay simpatía por la cultura negra norteamericana y en concreto por la música. En el París de los años veinte se conocía a Josephine Baker pero no se sabía quién era el presidente de Estados Unidos.

¿Hay cantera de góspel en España y Europa?

En España hay coros muy buenos y los dos canarios que participan en el festival este año, a los que no he visto actuar en directo, lo hacen correctamente, según he escuchado. Pero los negros americanos lo llevan en la sangre, es un elemento sociocultural que forma parte de sus genes. Aquí es más difícil llegar a ser profesional y muchos de estos grupos tampoco se lo plantean.

Usted estaba en Nueva Orleans durante el paso del "Katrina".

Sí, fue una experiencia muy dura porque algunos amigos lo perdieron todo. Yo me marché unos días antes, prácticamente lo dejé todo y la oficina que teníamos allí quedó totalmente destruida. No sé si fue una premonición, pero el huracán alcanzó la ciudad el lunes 29 de agosto de 2005 y yo me fui el sábado 27. Marcó un antes y un después en una ciudad única, en la que miles de personas viven de la música y que, incluso, tiene un concejal dedicado en exclusiva a la música. De allí eran Louis Amstrong o la gran Mahalia Jackson, icono del góspel. Si Nueva York es la ciudad que nunca duerme, Nueva Orleans es la ciudad que siempre sueña. Está en Estados Unidos, pero como la urbe neoyorquina no es una ciudad típica estadounidense.

¿Qué argumento emplearía para invitar al público al festival?

"Keep the flame, keep the fait", o sea, "mantén la llama, mantén la fe". Así es como acaban casi siempre los conciertos de góspel. Los intérpretes usan esta frase típica de la Iglesia, da igual que sean o no laicos o la fe que profesen. Se trata de un lema para darse fuerza y seguir adelante.