El escritor y cineasta Manuel Mora Morales (San Sebastián de La Gomera, 1952) acaba de presentar su última novela, "Nuestro Ruiz de Padrón", en la cual cuenta la historia de un personaje clave en el convulso devenir del Archipiélago a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX: el sacerdote Antonio José Ruiz de Padrón. Mora, que también prepara un documental sobre la figura de este ilustrado gomero, considera que "su vida fue ya una novela en sí misma. Bastaba con darle una estructura literaria". El resultado es este relato que ha publicado la Editorial Malvasía.

¿Cómo surge su interés por Ruiz de Padrón?

El diputado Antonio José Ruiz de Padrón se encuentra entre los personajes más sobresalientes de Canarias y del panorama internacional de principios del siglo XIX. Si nuestro primer literato es Benito Pérez Galdós, Ruiz de Padrón lidera el ranquin de políticos. Desde que conocí los detalles de su biografía, quedé fascinado por esta figura sin fisuras, moralmente íntegra y tan novelesca. Durante años he buscado datos sobre su vida, he seguido su rastro por más de medio mundo y cada día me convenzo más de que se trata de un personaje extraordinario al que aún hay que dedicar muchos libros y películas.

¿Pertenece Ruiz de Padrón a esa lista de ilustres y, en este caso, ilustrados, desconocidos y olvidados en su tierra?

Es difícil ser profeta en la propia tierra. Nadie termina de creerse que su vecino sea un genio si se lo encuentra a diario comprando el pan en la venta. Sin embargo, ni siquiera eso explica que un personaje de este calibre haya caído en el olvido; que no se encuentre en los libros de texto de nuestros colegios e institutos; que la gente no sepa que ha sido una figura política conocida a nivel internacional o que sus discursos fueron traducidos a muchos idiomas. Este olvido es un error cultural de primera magnitud y una injusticia histórica que debemos remediar. Me pregunto si el próximo 18 de diciembre de 2011, cuando se cumplen dos siglos desde que Ruiz de Padrón, diputado electo por Canarias, entrara por primera vez en las Cortes de Cádiz y firmara la Constitución, tendrá algún recordatorio en nuestro Parlamento. Sería rendir tributo a quien ha sido el político más insigne que ha alumbrado esta tierra.

¿Cómo fue el proceso creativo de la novela?

Novelar la biografía de Ruiz de Padrón no tiene mérito. Su vida estuvo tan llena de aventuras que por sí sola ya constituye una historia apasionante. Mi única aportación ha sido intentar introducirme en la piel del personaje y tratar de narrar lo más amenamente posible cómo el protagonista y su época se influyeron de forma mutua. He tratado de presentar un personaje de carne y hueso con sus enfermedades y depresiones, que las padeció. Durante el proceso hubo un momento en el que el estilo literario no me convencía porque no se correspondía con el vital y rompedor de Ruiz de Padrón. Tenía la sensación de que estaba utilizando la fuerza de un viejo mulo para poner en órbita una nave espacial. Me vi obligado a buscar formas inéditas, nuevos motores que hicieran avanzar la novela de una manera acorde con su protagonista: rompiendo moldes, utilizando recursos de los novelistas contemporáneos e insuflando información adicional en las periferias del libro. Así, el texto se fue ajustando al Ruiz de Padrón que deseaba mostrar: un personaje vibrante, moderno y ubicado en la vanguardia de su tiempo. Por otro lado, he procurado entregar una novela amena y de fácil lectura.

¿Cómo se valora en Galicia a Ruiz de Padrón?

Especialmente en la provincia de Orense, la memoria de Ruiz de Padrón se ha venido recuperando hace décadas. Un hito importante lo marca el descubrimiento en el Archivo Diocesano de Astorga de varios legajos referentes a la causa que se le instruyó como venganza por su lucha contra la Inquisición. Esta circunstancia ha revivido entre los gallegos el recuerdo del gomero que fuera párroco, constructor de canales de riego, creador de una junta de resistencia contra la invasión napoleónica, director de un hospital de guerra en Correixá y diputado por Galicia en las Cortes de 1820. Por todo ello se trabaja en la tarea de erigirle un monumento. Algo se mueve en aquella tierra de meigas en favor del cura que terminó salvándolas de la hoguera. A veces, uno es más de donde muere que de donde nace.

¿Qué le debe Santa Cruz de Tenerife a Ruiz de Padrón?

Tiene una calle en la ciudad muy bien ganada. Sin Ruiz de Padrón hubiera sido muy difícil que Santa Cruz fuera capital de Canarias a principios del siglo XIX. Preparó una jugada política maestra en las Cortes de Cádiz que logró paralizar la acción del diputado Gordillo, que ya tenía prácticamente ganada la capitalidad para Las Palmas de Gran Canaria. Gordillo estaba exultante ante la manifiesta incapacidad para impedírselo que mostraban los tinerfeños Llerena y Key Muñoz. Sin embargo, Ruiz de Padrón envió instrucciones al Ayuntamiento de Santa Cruz, creó una junta de gobierno y se adelantó a la isla hermana. Tras ese regate maestro, propio de un jurista consumado, Ruiz de Padrón tuvo el gesto elegante de permitir que Key lo diese a conocer a la Cámara. Durante los años que permaneció en Cádiz se desvivió por lograr beneficios para Tenerife, como lo demuestra su persistencia en solicitar la sede de un obispado.

¿Fue un progresista este cura gomero o eso hay que matizarlo?

A principios del siglo XIX, cuando se salía del Antiguo Régimen, ser liberal significaba estar en la vanguardia política, apostar por la regulación parlamentaria y pregonar la libertad de pensamiento religioso. Un liberal de esa época era, por tanto, progresista. Y Antonio Ruiz de Padrón estaba en esa vanguardia por derecho propio, después de haber bebido directamente en las fuentes democráticas y constitucionales de Estados Unidos y de Europa. Este ilustrado gomero defendió la participación política de la mujer cuando nadie se atrevía a mencionarla, abogó por la urgente implantación de las escuelas públicas y luchó contra los impuestos abusivos de la Iglesia, siendo clérigo. Sin olvidar que fue el hombre más destacado en el proceso de abolición del Santo Oficio de la Inquisición española.

Este paisano vivió todos los acontecimientos de su época y conoció a grandes personalidades. ¿Un personaje ideal para novelar su vida?

Posee todas las características de un personaje ideado para una novela de ficción histórica. Sin embargo, no es fruto de la imaginación. Alguien que nace en una minúscula isla y alcanza unas metas tan altas en conocimientos jurídicos y actividad política es un auténtico regalo para quien escribe una novela histórica. Acumuló un bagaje de experiencias internacionales poco habituales en una época con innumerables dificultades para los desplazamientos. Tanto el azar como sus inquietudes vitales lo llevaron a conocer acontecimientos y personajes de un relieve extraordinario. Me siento afortunado por ser el primero en novelar su vida.

Prepara un documental sobre Ruiz de Padrón. ¿En su vida hay un buen guión de cine?

Donde hay una novela, hay una película. A la hora de documentarme incluyo una cámara de vídeo en el equipaje. Así, he acumulado el material de muchas horas filmadas. Ya existe una versión beta de la película con tomas rodadas en Cádiz, Madrid, Galicia, Portugal, Cuba, Estados Unidos, La Gomera, Tenerife, Italia y Francia. En definitiva, los lugares donde residió nuestro personaje.

¿Trabaja en otros proyectos?

Todavía faltan por aparecer tres tomos de la novela "Nuestro Ruiz de Padrón", que ya están listos para la edición. El segundo se titula "Las nubes" y relata los años que residió en Tenerife. Además, en estos momentos me ocupo de terminar una novela para jóvenes y un libro infantil sobre el personaje, que pronto estarán en las librerías.

Un gomero ilustrado y universal

Antonio José Ruiz de Padrón nació en San Sebastián de La Gomera, en 1757, y murió en Villamartín de Valdeorras (Orense), en 1823. Fue amigo personal de Franklin y Washington durante su permanencia en los Estados Unidos. Posteriormente, se trasladó a Cuba, donde predicó contra la esclavitud. En 1808 fue nombrado Abad de Villamartín de Valdeorras, lugar donde se integró en la guerrilla contra los invasores franceses. En 1811, fue elegido Diputado por Canarias. En diciembre de ese mismo año, firmó la Constitución, en las Cortes de Cádiz, donde habría de desarrollar una gran labor legislativa. Su principal intervención consistió en la redacción de un Dictamen que logró la abolición del Santo Oficio de la Inquisición. A su regreso del exilio, el rey Fernando VII clausuró las Cortes y sufrió un proceso clerical que lo condenó a prisión perpetua en un monasterio aislado de las montañas leonesas. Allí permaneció varios años hasta que su abogado ganó un recurso contra la sentencia. En 1820, restablecidas las Cortes Constitucionales, resultó elegido diputado por Galicia. Tres años más tarde, afectado por una grave enfermedad pulmonar, murió en Valdeorras.