Un 3D poco logrado, unas batallas a las que les falta personal humano y una historia endeble es lo que ofrece "Ira de Titantes", la continuación de "Furia de Titanes", en la que Sam Worthington, Liam Neeson y Ralph Fiennes retoman sus papeles de Perseo, Zeus y Hades.

La presencia de estos tres actores es lo mejor de una película que no aporta nada nuevo y que se limita a estirar un producto que funcionó bien en taquilla (casi 376 millones de euros en todo el mundo) y que repite esquemas vistos una y mil veces en el cine.

Jonathan Liebesman sustituye a Louis Leterrier como nuevo director de lo que puede convertirse en una saga interminable y cuya nueva entrega se estrena mañana en España.

No en vano los dioses son inmortales. Aunque pueden perder su inmortalidad si la historia lo requiere, como bien demuestra "Ira de Titanes".

Pero la incorporación de Liebesman ("La matanza de Texas: El origen") poco aporta a una historia que comienza años después del fin de la primera, con un Perseo, ya padre que trata de proteger a su hijo contra el ataque de cualquier bestia que aparezca, como un minotauro.

Pese a que sólo quiere dedicarse al cuidado del hijo, se ve involucrado en el enfrentamiento de su padre, Zeus (Neeson), contra su tío, Hades (Fiennes), que se ha puesto del lado del todopoderoso Cronos.

Las batallas son espectaculares aunque les falta un poco más de elemento humano y un montaje que permita vislumbrar quién es quién. Pero los efectos especiales logran su cometido de hacer creíbles a personajes increíbles.

No pasa lo mismo con la historia, una mera excusa para el lucimiento de la estética clásica griega y para que unos actores estupendos se lo pasen bien.

Junto a los siempre efectivos Neeson y Fiennes; Worthington da el pego como semidios, no tanto Rosemund Pike como reina Andrómeda y destaca como el malo de la película el venezolano Edgar Ramírez, capaz de pasar de ser el terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, "Carlos", al malvado Ares en esta historia de dioses.