"No sé escribir sin humor, pero con un humor negro como es el español o el mexicano. También socarrón, con un doble sentido típico del canario, y algunas dosis de esperpento; menos corrosivo que el de Valle-Inclán, pero esperpento". Así define Juan Ignacio Royo Iranzo (Santa Cruz de Tenerife, 1956) "Puerto Santo", su segunda novela, en la que a lo largo de 180 páginas desarrolla una trama con tintes surrealistas. Royo enmarca el relato en "la crisis española del 98", a raíz de la pérdida de las últimas colonias de América, y en un hipotético intento de invasión estadounidense a las Islas Canarias. "He unido en este relato mis dos pasiones: por un lado, la historia, y por otro, la ciudad de Santa Cruz", resume este abogado de profesión y licenciado en Derecho y Geografía e Historia.

La crítica ha dicho de "Puerto Santo" que es un "retrato feroz de una sociedad con un toque berlanguiano, de esperpento".

No sé escribir sin humor. Me gusta que el lector se divierta, si es posible, y no lo pase mal. La definición de esperpento me parece bien con el añadido de "canario". Sería un esperpento menos corrosivo que el de Valle-Inclán. Y lo de berlanguiano es un gran honor porque me encanta el cine de Berlanga.

¿Por qué centra la historia en el momento de la hipotética invasión estadounidense de Canarias a finales del XIX?

Puerto Santo es básicamente Santa Cruz y los hechos que cuento sucedieron en parte en la propia capital chicharrera y en Las Palmas a finales del siglo XIX. Me pareció interesante enmarcarlos en el supuesto intento de invasión de Canarias por parte de Estados Unidos y en la huida de la población al interior de la isla ante la amenaza de bombardeo del puerto. Me llamó la atención que fuera la última contienda bélica de España antes de la Civil de 1936. Expertos como el profesor Manuel Hernández sostienen que la Armada norteamericana se acercó a las islas, pero la presión del entonces hegemónico imperio británico impidió la invasión. Quería encuadrar mis personajes en un momento de crisis similar al actual en el sentido de que se cuestionaba todo. Eso causó el terror en todas las clases, incluidas las dirigentes.

¿Ha evolucionado desde su primera novela, "El fulgor del barranco", escrita en 2008?

Esta segunda la empecé a escribir antes, pero me ha costado más terminarla. La primera debí trabajarla más porque trataba sobre un tema tan denso como la II República en Santa Cruz con el auge de la lucha de clases y el movimiento obrero. Ha habido evolución porque ahora la novela tiene la longitud adecuada para desarrollar la acción.

Ha elaborado textos específicos para obras sinfónicas e incluso para una ópera del compositor tinerfeño Enrique Guimerá.

La colaboración con Enrique, ya desaparecido, se basaba en la amistad desde la infancia y en una afición común a la música. Culminamos con Manolo Chinea el libreto de la ópera bufa "El amor triunfante", estrenada en 2002 en La Laguna, y luego escribí "Marcha espacial", una pieza para la divulgación sinfónica entre el público infantil, que llegó a interpretar la OST. Fue divertido y me siento orgulloso. La obra, como toda la de Enrique, merece ser divulgada y, por lo tanto, programada con más asiduidad.

La crítica resalta su uso de la ironía, un recurso literario siempre complicado.

Es complicado, pero también lo que me gusta. Me arriesgo a ser irónico para lograr en el lector el efecto que pretendo: hacerle sonreír. Mi intención es más sacarle una media sonrisa que la carcajada.

¿Reivindica el humor negro y la socarronería del canario?

Sí, hay detalles de ese humor negro tan español o mexicano. Y la socarronería domina entre los muchos personajes de una obra coral. El doble sentido lo usan sobre todo los humildes (el pescador, el sepulturero, el maestro...). El alcalde o el obispo se expresan con la suficiencia de los de su clase. Los demás tienen mucho miedo y se nota.

Dicen que actúa como si fuera Dios con sus personajes. ¿Tan mal los trata?

Yo creo que no. Tal vez el del obispo sea maltratado, pero porque hay una línea anticlerical que me agrada. Al leer se toma partido porque hay personajes odiosos y otros no tanto. En general, las mujeres me salieron con perfiles más amables, mejores personas, pero no fue con intención.

"Mirada ácida para tratar un mundo de sumisión dócil a la autoridad, una autoridad caciquil con nombres y apellidos" ¿Era así el Santa Cruz de 1898?

Era el caciquismo del siglo XIX. Hoy sigue existiendo, pero ha cambiado. Entonces influenciaba a las personas en todos los ámbitos, desde el económico al social pasando por el político. Se puede resumir en una frase: "Yo soy el dueño de tu vida". Hoy es un caciquismo de nuevos ricos.

¿Cómo y por qué surgió el episodio del cherne que cobra vida?

Se trata de un evidente homenaje a Hemingway y a "El viejo y el mar". Debo confesar que tuve que acabar dándole vida y haciendo hablar al cherne para que el pasaje se diferenciara del original.