Más que una entrevista en toda regla, con Saúl Cepeda Lezcano (Irún, 1976) fluye la conversación electrizante con un hombre polivalente, fino articulista, que, al hablar de su primer libro publicado -"Delitos para llevar", editorial EBA- configura universos nacidos de su experiencia vital y de su imaginación desbordante.

Cepeda, con esa vitalidad contagiosa y vocación de observación de lo que le rodea en cada momento, es uno de esos autores que no tiene "maguas" a la hora de reconocer que, para él, la escritura no es necesariamente una terapia, sino que canaliza la necesidad de contar historias.

"Delitos para llevar" reúne dieciocho relatos (algunos de ellos premiados) relacionados con distintas etapas de la vida de Saúl Cepeda. Paralelamente, en este ciclo de narraciones su autor refleja "situaciones de humor negro y la amoralidad del ser humano" tras vivir en países como Bosnia, México o Estados Unidos.

¿Qué piensa un escritor cuando tiene en sus manos su obra recién salida "del horno?

Cuando uno ve culminado el trabajo que se había marcado, no sabe muy bien lo que finalmente ha hecho. Reuní escritos, algunos de los cuales databan de cuando era jovencito, que condensaban experiencias vitales ligadas a trazos imaginativos. Precisamente, el articulista mexicano Jorge Ibargüengoitia comentaba a este respecto que más que al autor, habría que preguntar al entorno -pareja, hijos, familiares- lo que piensan de la obra para tener una noción más aproximada de ello.

El libro contiene dieciocho relatos. Esta cifra, ¿encierra algún simbolismo o convicción personal?

Nada de cábalas o simbologías. Dieciocho, porque en el trabajo del producto con la editorial (Ediciones Bentónica Actual) el propósito era conseguir un formato cómodo, bien conformado y de coste asequible para el lector. En este sentido, he de resaltar que la labor con los editorialistas fue bastante minuciosa y de una complicidad que no suele darse a menudo. Los requisitos que nos marcamos se cumplieron, más aún teniendo en cuenta el empuje que está teniendo la cultura de lo digital (PCs, smartphones, tabletas,...) en el mundo en general y en el plano literario, en particular, que hace que vivamos en una época algo "disparatada" en lo que se refiere a la convivencia del papel con la nformática.

Entre esas dieciocho "propuestas" para el lector, hay alguna de su preferencia, ¿la niña de sus ojos?

No sé. A lo mejor es incluso al contrario; a lo mejor podría ser hasta que les profeso cierta manía a todas. Quizá con las "criaturas" que uno recrea -depende del día y del momento- puede darse una relación de amor-odio.

¿Cuál podría ser el máximo rasgo definitorio de Saúl Cepeda como escritor?

Me atraen los recursos y giros expresivos de los lugares en los que he vivido. Así que empleo mejicanismos o, por ejemplo, en la novela que he terminado recientemente, ambientada en El Hierro, reproduzco sobre el papel la fonética del seseo canario. Algunos literatos me censuran esa "técnica", mientras que a mí me parece que dota a la historia de una vitalidad genuina y convincente. Esas rigurosidades literarias, con todo respeto, me la traen "al pairo".

¿Qué considera que destila principalmente el conjunto de "Delitos para llevar"?

En Bosnia vi nítidamente a la cara la amoralidad del ser humano; situaciones casi limítrofes con el humor negro, que relevan la perversidad que discurre por la vida. En los Balcanes vi cómo personajes que dominaban el tráfico de insulina, en pleno estado de guerra, se movían ajenos al dolor de sus congéneres haciendo ostentación de sus coches de lujo y de sus langostas en la mesa regadas con champán. Mucha gente se moría por no conseguir esa dosis de insulina, que ellos vendían a unos 100 dólares...

Usted es hijo de madre canaria, padre madrileño y nacido en el País Vasco, en Irún. Ha pasado, además, por otros muchos lugares. ¿De dónde se siente?

Afirmaba un escritor inglés Terry Pratchett, en su obra "Papa cerdo", que de niños hay que ir acostumbrándose a esas mentirijillas relacionadas con cigüeña procedente de París o el Ratoncito Pérez, para que, así, de adultos nos creamos las grandes mentiras como la patria y todo eso... Yo no estoy en contra de las identidades regionales; muy al contrario, creo que hay que conocerse a uno mismo, pero siempre con el objetivo de darse a los demás y bajo la premisa de alcanzar la solidaridad plena. Algo así como que todos aportemos un granito de arena para estar más unidos; por lo demás, no sólo me importaría ser ciudadano del mundo, sino que querría serlo del sistema solar o de la galaxia más lejana...

Con este compendio, de algún modo, ¿pretende usted desentrañar grandes verdades?

¡Ufff...! ¡Esos autores que pretenden verter grandes verdades en sus obras...! No, no. Para mí la meta, lo prioritario, es el entretenimiento, que el lector pase un ratillo agradable; si encuentras algún atisbo de algo aprovechable, una "verdad", estupendo, pero si te lo lees y te agrada para hacer más llevadero un trayecto de metro, pues mejor, porque es de lo que se trata.

¿Qué proyectos vislumbra después de "Delitos para llevar"?

Pues me dije: ¡y ahora qué! No crea que me brotó la alegría a borbotones; quizá, cuando terminas un trabajo así tienes la sensación de que, entre las interminables correcciones y todo eso, ya has visto demasiado la obra. En cierto modo, acabas "intoxicado". Así que lo que pensé inmediatamente fue: ¡A otra cosa! Todo, sobre la base de que si un articulista, un artista tiene que ganarse la vida escribiendo, pues hay que ponerse a la faena, escribir y ya está.

¿Qué es lo que le pide el cuerpo en la literatura?

Insisto. Me estimula contar historias en los formatos con los que así puedo hacerlo, incluso en spots de publicidad o en los cómics que suelo inventar en la vertiente digital.

Respecto a su primer libro, ¿hay algo que se le haya quedado en el tintero?

Aprovecho, sí, para hablar de la distribución de ejemplares. Si por definición las islas están aisladas, no es de recibo que se acentúe más ese aislamiento, en este caso en el plano cultural. Es una desventaja para los canarios que se restrinja el acceso a la cultura y que no se haga por facilitar ese derecho que es elemental y vital para el desarrollo de las comunidades.