Es uno de los protagonistas de la ópera que esta noche, a las 20:30 horas, se estrena en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. El barítono Alessandro Luongo (1976) es una de las piezas claves del "Don Giovanni" diseñado por la italiana Rosetta Cucchi, la directora artística de un espectáculo que crece en Nueva York bajo la supervisión musical del maestro Sergio Alapont. "En torno a este Don Giovanni existe una idea clara; te puede gustar o no, pero su puesta en escena va a provocar una reacción", precisa un intérprete nacido en Pisa que en esta producción da vida a Don Giovanni.

¿Hasta qué punto una apuesta tan vanguardista puede alterar la tradición de "Don Giovanni"?

Eso no puede pasar en esta ópera. Existe una línea muy delgada que tiene que ver con el libreto y la partitura que no puede ser rebasada por la directora de escena, por los artistas y por los músicos... Mozart era consciente de que acababa de crear algo que no iba a ser entendido por la sociedad vienesa de la época, pero su confianza era tal que dejó escrito que era necesario darle un tiempo a su "Don Giavanni" antes de digerirlo.

En el pasado, en la ópera mandaban los cantantes, más tarde llegó el turno de los directores de orquesta y ahora parece que las riendas las tienen los directores de escena. ¿Eso es así?

(Alessandro Luongo ríe...). Estoy tratando de recordar alguna experiencia que haya vivido al lado de un director muy exigente (sonríe). El rol de Don Giovanni es muy dífícil de ejecutar y el director de escena tiene muchas cosas que decir, ya que si no tomas el camino adecuado existe el riesgo de confundirte. Esta es una ópera complicada y siempre hay intérpretes que son más dúctiles que otros a la hora de adaptarse a un personaje. Este Don Giovanni es un "rockstar" del mundo de la noche y de los excesos que exige mucho al artista. Con Rosetta ha existido una buena conexión desde el principio y he entendido sin problemas cuál es mi papel.

¿Qué tiene de arriesgado llevarse el espacio de este libreto a las calles de Nueva York?

Hay dos modos de entender ese riesgo. Desde el punto de vista de los artistas y desde la perspectiva del público. Como punto de partida hay que decir que existe un nuevo modo de entender la ópera. Es verdad que los espectadores se pueden sorprender, pero en torno a este "Don Giovanni" existe una idea clara; te puede gustar o no, pero su puesta en escena va a provocar una reacción. Su emoción está intacta y es comparable con una visita al Louvre para ver a "La Gioconda". Ese cuadro te puede gustar más o menos, pero es una obra del gran Leonardo da Vinci. "Don Giovanni" es Mozart; una obra de arte absoluta. Para los artistas es un reto estimulante interpretar una ópera tan grandiosa en un escenario con discotecas, drogas y rascacielos...

¿Asumir este tipo de "riesgos" es bueno crear nuevas audiencias?

Sí que lo es... Esta entrevista, por ejemplo, la estamos centrando en torno al espectáculo que vamos a ofrecer en el Auditorio de Tenerife. Hace treinta y cinco años, en cambio, un periodista estaría tratando de averiguar cómo es la vida de un cantante lírico. Preguntaría de sus viajes, de los teatros en los que ha actuado, de sus manías... Esto es un síntoma de que las cosas en la ópera han cambiado. Eso es un plus que nosotros tenemos que aportar a este "Don Giovanni" porque todo lo otro ya se da por sabido. La preparación, el conocimiento de la obra, la buena sintonía con el director de la orquesta... Todo eso viene de serie. Lo novedoso, en este caso, es vivir la emoción y toda esta pasión en la ciudad de Nueva York.

¿Tener que asumir un rol como el de Don Giovanni genera algún tipo de "carga histórica" por la cantidad de grandes intérpretes que vinieron antes que usted?

Eso supone una gran inspiración para mí... Nuestro deber es actualizar la figura de Don Giovanni, pero sin restarle la esencia que le han dado las grandes voces que interpretaron ese papel con anterioridad. La historia se compone con muchos momentos y uno tiene que tener claro qué es lo que han hecho los que vinieron por delante... Para que Calatrava pudiera ejecutar un edificio como este auditorio antes tuvo que estudiar unas reglas que son fundamentales a la hora de buscar un equilibrio estético y arquitectónico, ¿no? "Don Giovanni" es una ópera viva; mi obligación es tratar de aportar algo de mi propia realidad. Lo otro son como los deberes que tienes que hacer en casa antes de volver a la escuela.

La ópera ha vivido periodos de esplendor en Italia, Francia, Alemania... ¿Hoy sigue existiendo un gran referente mundial o la globalización ha impedido establecer ese núcleo operístico?

En la ópera de hoy no se puede hablar de fronteras, sino de una idea de globalización... Es verdad que siguen existiendo tendencias a la hora de afrontar el mismo proyecto en Alemania o en Italia, pero todo depende de la estructura mental y cultural de cada país. Afortunadamente la mente humana todavía no ha sido globalizada, es decir, que la belleza y el gusto tienen un margen de maniobra para entender las emociones artísticas. Contar que hay algo que no te gusta es humano...

¿Y cómo se siente Alessandro Luongo en medio de la tradición musical Sergio Alapont y el vértigo escénico de Rosetta Cucchi?

Yo prefiero la parte moderna y vanguardista... Esta no es una respuesta fácil, pero me voy a arriesgar (ríe). Yo me divierto muchísimo en un espectáculo que está ligado a la tradición y que usa esos trajes y pelucas tan hermosos, pero en el caso de este "Don Giovanni" las sensaciones también son positivas. Me gusta sentir todas las experiencias que transmite mi personaje. Yo disfruto formando parte de una profesión que amo, pero si tengo que decidir en qué registro me encuentro más cómodo la respuesta es en la propuesta más vanguardista. La segunda opción me proporciona más libertad a la hora de interpretar al personaje. Don Giovanni siempre está buscando emociones fuertes...