Lleva toda una vida dedicada a la música popular canaria y, por eso, el sábado le entregaron el V Galardón Princesa Iraya, que celebró su XXXII Aniversario en el lagunero Centro Ciudadano de San Bartolomé de Geneto.

"Yo nací en el seno de una familia de tocadores de instrumentos", cuenta. "Empecé a tocar el timple y a bailar muy niña, me enseñó mi padre, Manuel Ramos. Llegué a tocar en la rondalla, cuando iba de romería. Si íbamos a una actuación ya no podía porque mi padre quería que cantara o bailara. También tocaba un poco la guitarra, fui yo la que le enseñó los primeros acordes a mi hijo José Manuel Ramos. Con nueve años empezó a tocar más o menos".

"He dedicado prácticamente toda mi vida a dar clases de baile folclórico. Me introduje en los colegios e institutos a sembrar la semillita para que los jóvenes y adolescentes fueran conociendo el folclore canario y llegaran a quererlo. Niños a los que les di clase hace muchos años me los veo ahora integrados en los grupos tocando, bailando o cantando". En 32 años dedicados a la docencia, Olga Ramos se recorrió todo el municipio lagunero y, aunque sigue dando clases, ahora solo lo hace para un pequeño grupo de amigas.

"La vocación por algo se nota desde que naces. La Punta es un pueblo de cantadores de mucha tradición, con un baile muy distinto al de otros pueblos", dice del lugar que la vio nacer. "La música canaria es preciosa y la variedad de bailes que tenemos aquí es un verdadero tesoro". No en vano, en sus viajes internacionales a Venezuela, Brasil, Argentina o Alemania ha podido descubrir que "el folclore canario gusta por todas partes".

"Don Manuel García Matos se fue a los pueblitos de toda España y recogió el folclore puro para la Magna Antología en los años 50. Yo canté junto a mi tío Sebastián Ramos seguidillas y folías. Él me preguntó si cantaba el Arroró y dije que no lo había cantado nunca, que tenía el recuerdo de oírselo a mi madre. Esa fue la primera vez que me atreví a cantarlo. En público lo canté por primera vez en el teatro Leal y a partir de entonces todo el mundo me lo pedía. También se lo canté a mis hijos, es algo que te sale del corazón cuando ves a un niño pequeño".

"Con Los Zebenzui me sentí bien toda mi vida, ese era mi grupo. Empezamos del 66 para delante, recuerdo que di a luz a José Manuel y después, cuando terminó la convalecencia, empecé a formar el grupo. Todavía vivía mi padre, él me asesoraba. En su lecho de muerte me pedía que no lo dejara, porque él, aparte de su trabajo, dedicaba las tardes a eso, era su vocación. Enseñó a mucha gente, y yo tomé muy buena nota", recuerda sobre el grupo en el que posteriormente se incorporaron sus tres hijos y que, inicialmente, se llamó San Mateo por ser el patrón del pueblo, pero pasó a ser Los Zebenzui por el conocido mencey guanche.

"Dacio Ferrera y yo fuimos muy amigos, nos presentamos en el primer concurso al que yo fui. Había un montón de cantantes solistas de Tenerife y nos dieron el segundo premio, a mí en la parte femenina y a él en la masculina. Nos quedamos tan satisfechos porque nos aplaudieron tanto que al año siguiente nos presentamos de nuevo y quedamos primeros los dos".

En Madrid, con el conjunto Acaymo, formado también por Dacio Ferrera y Joseíto, coincidió con Imperio Argentina, Augusto Algueró, Carmen Sevilla, Marisol y Los Brincos, entre otros. "El Cuarteto Acaymo terminó siendo quinteto, por eso lo de Conjunto Acaymo", que no debe confundirse con el Trío Acaymo de Santa Cruz. "El disco lo grabamos cuando estuvimos en Madrid, en la Feria Internacional del Campo, en 1965. Buenos compañeros, buena gente y buenos músicos. Dacio dejó cátedra ahí, porque tiene unos nietos que son buenísimos".

Más adelante, en 1978, estuvo un mes en Venezuela junto a él. Relata cómo, en una ocasión, Ferrera empezó a cantar una malagueña y antes de la mitad tuvo que parar porque empezó a llorar. Lo mismo le ocurrió a ella pues había entre el público tanta gente que no oía las canciones y los bailes de su tierra desde hacía tanto tiempo, que no pudieron contener la emoción.

"Estuve colaborando con la Agrupación Folclórica de la Masa Coral Tinerfeña -con la que grabó un disco- y con la rondalla Real Hespérides, que también es de mucho renombre. Había una gran amistad entre mi padre y don Fermín Morín, que era una maravilla, el mejor bailador de malagueñas. La Masa Coral siempre ha sido una formación muy querida en Santa Cruz", expresa quien también fuera madrina junto a Elfidio Alonso de la aún activa Agrupación Folclórica Universitaria.

También destaca su trabajo con el Orfeón La Paz, que le concedió la medalla de la entidad. "Hay muchas cosas que me han concedido que yo agradezco enormemente. Un reconocimiento que yo no he pedido ni solicitado, pero me lo han dado, y esas cosas se agradecen mucho. Esto mismo de Princesa Iraya me ha sorprendido. Siento por ellos una gran simpatía y me merecen todos los respetos del mundo. Trabajan honestamente para conservar las cosas tal como las reciben". Y es que si algo le gusta a Olga Ramos, "son las cosas que se hacen en vida, que uno las pueda disfrutar".

"Desde que era muy jovencita colaboré en muchos actos benéficos, con cualquier asociación o entidad que me lo pidiera. Yo no cobraba, empecé a cobrar algo cuando me casé. Era más feliz haciendo las actuaciones y ayudando a alguien. Nunca lo he hecho por interés. Con mi trabajo, mis cosas, he salido adelante, lo que pasa es que llega un momento en que te cansas, porque las comisiones de fiestas se quieren aprovechar", confiesa humildemente.

"Aparte de la música folclórica, me gustó siempre el bolero y la ranchera, pero lo que yo siento de verdad en mi vida y en mi corazón es el folclore canario", asegura la cantante, considerada una de las mejores voces de la tradición musical del Archipiélago.

"Hago taichí desde hace años y las chicas que están conmigo podrían ser hijas mías, y hasta nietas. Todas me dicen yo quiero ser como tú cuando sea mayor", desvela entre risas.

"Tengo ganas de mis deportes, de mis amigas, de disfrutar un poco. Ha sido una gran responsabilidad, me he sacrificado muchas veces cuando he tenido que dar un concierto. Imagínate la preocupación, estar hora y media ahí cantando. Eso termina no agotándote, pero sí llega un momento en que no tienes ganas de tanta responsabilidad", concluye.

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