El perfil de su propia trayectoria vital ya muestra ciertos rasgos definidores de lo atlántico. Lo cierto es que de su voz se desprende la certidumbre de un concepto que califica como "poderoso": hacer del Atlántico un Mare Nostrum, un lugar común para el encuentro y el intercambio de ideas.

Antonio López Ortega (Venezuela, 1975), narrador, crítico, ensayista y gestor cultural, inaugura con "Narrativa" la colección Biblioteca Atlántica, que el pasado viernes se presentaba bajo los auspicios del Gobierno de Canarias.

De ascendencia canaria y heredero de la emigración isleña, hasta su adolescencia vivió en el "aislamiento" de los campos petroleros de Punta Cardón, espacio donde forjó un universo de emociones y recuerdos.

"El acento de mi madre", de origen palmero y la Maruca de sus cuentos, "me resultaba diferente al de mi entorno y también el estilo de su caligrafía". Y ese vínculo con lo insular lo ha mantenido desde entonces, alimentado por viajes y lecturas, madurado por el ejercicio intelectual hasta convertirse en un principio de identidad.

Desde la superación de la melancolía, el aislamiento, la mirada hacia lo mítico, este creador se lanzó al mar, a descubrirse.

En su reflexión crítica alumbra la existencia de "deudas pendientes" y precisa que "hace falta escribir una gran novela sobre la emigración", como punto de partida para posteriores obras. Y lo entiende desde la necesidad de "ahondar en esas claves de identidad común, de lengua e historia compartidas, por encima de un debate centrado en una pugna política que se agota". A propósito, Antonio López señala que quizá sea "responsabilidad de los escritores de ambas orillas comenzar a tejer estos nexos", y por supuesto se incluye en este reproche.

La realidad de la literatura americana no se reduce al realismo mágico. "Nuestro castellano se ha visto exigido por realidades distintas a las europeas, por condiciones diferentes", destaca López Ortega, autor en el que conviven diferentes registros creativos, desde el cuento breve, el relato, ocasionalmente la novela y el ensayo. "Mi impresión es que trabajo paralelamente en todos", explica, pero admite que "tengo una mirada que elabora cuentos todo el tiempo", aunque sus proyectos más inmediatos se orientan ahora hacia la novela. "Estoy terminando una obra que recupera aquella época en la que viví la realidad de un campo petrolero, revisando ese referente". Y de otra en proceso creativo, descubre que con el argumento de la música dibuja "mi imagen de la Caracas de la década de los ochenta del pasado siglo, desde una generación de obsesionados por el rock, jóvenes que iban y venían al extranjero, sus amores, el cosmopolitismo...".

Junto a otros colegas prepara "una antología de poesía venezolana del siglo XX", obra que considera esencial.

Sin el fondo dramático de la "diáspora", relata que su salida a París supuso un "exilio asumido, en ningún caso un destierro forzado", episodio del que habla como "algo muy fortuito y provechoso". De hecho, esa estancia en la capital francesa lo acercó geográficamente a Canarias, donde realizó numerosas visitas.

Lo cierto es que Venezuela no recoge en su historia "una tradición del exilio, acaso la generación que abandonó el país en la época de la dictadura de Pérez Jiménez, un fenómeno de elites", explica. "Ahora se intensifica con esos jóvenes que abandonan el país, una pérdida de talento".

Con este nuevo viaje literario, para Antonio López lo extraño se transforma en certidumbres.