Tras debutar con "Stockholm" (2013), un drama romántico sin apenas presupuesto que dio la sorpresa en los Goya, Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) redobla la apuesta con "Que Dios nos perdone", un "thriller" que rueda estos días en Madrid, con Antonio de la Torre y Roberto Álamo como inspectores de homicidios.

El director y guionista madrileño es un vivo ejemplo de que, ante la difícil tarea de abrirse camino en el cine, lanzarse a la piscina puede salir bien o muy bien. "A mí me ha salido bien, por ahora", dice prudente durante un descanso del rodaje.

Con un presupuesto mucho mayor, el respaldo de Tornasol Films, Atresmedia y Warner, y dos de los actores con más talento del cine español, "Que Dios nos perdone" es una película "mucho más grande, más larga y complicada", asegura Sorogoyen.

De dos personajes, tres localizaciones en las calles de Madrid y unas 14 escenas con que contaba su anterior filme ha pasado a 180 escenas, 50 personajes y localizaciones en Madrid, Santander y Tenerife.

"''Stockholm'' la hicimos así porque se podía, aunque evidentemente habría sido mejor hacerla cobrando, pero es que esta no podría hacerse sin medios, son circunstancias totalmente distintas", puntualiza.

El tema, aparentemente, tampoco tiene nada que ver con aquella historia de amor y descubrimiento que protagonizaron Aura Garrido y Javier Pereira, pero sólo aparentemente.

La trama de "Que Dios nos perdone" se sitúa en Madrid, en el verano de 2011. Los inspectores Alfaro (Roberto Álamo) y Velarde (Antonio de la Torre) buscan a un asesino en serie. El trasfondo, la crisis económica, el surgimiento del 15-M y la visita del papa en una ciudad "más caótica y violenta que nunca".

"Si lo piensas, y aunque es una historia totalmente distinta, en el fondo hablamos de lo mismo, de los comportamientos violentos de las personas en las relaciones", apunta el director.

El rodaje está a punto de llegar a su ecuador, pero aún quedan más de cuatro semanas por delante. Justo antes de la entrevista han filmado un plano en el que los dos policías "rastrean sospechas y sospechosos" en un portal.

"Tenemos una relación interesante", señala Álamo sobre sus personajes. "El de Antonio (de la Torre) tiende a la introversión y tiene un problema de disfemia (tartamudez), y el mío es lo contrario, expansivo e impulsivo, a veces un poco desastre, pero se complementan".

Curiosamente, reflexiona después el ganador de un Goya por "La gran familia española", en la vida real es lo contrario. "Él es el expansivo, y yo más callado", dice señalando a su compañero, amigo y colega de trabajo desde hace casi dos décadas.

"Tenemos la misma manera de entender este oficio, somos amigos y estas cosas se notan. Estamos muy cómodos trabajando juntos", precisa De la Torre, ganador de otro Goya por "Azuloscurocasinegro" y nominado todos los años, hasta por duplicado.

Los dos tienen además experiencia como policías ficticios, en cine, teatro o televisión. "Los personajes de policía siempre tienen algo de sufridores. Es raro un poli al que todo le vaya bien, es un oficio muy puñetero", señala el protagonista de "Grupo 7".

"Pero desde el punto de vista operativo, el de ''Grupo 7'' era más de calle, y este, aunque está en homicidios y en la calle, se mueve más en la investigación, en lo pericial, que en el cuerpo a cuerpo", compara.

Dos de las producciones más exitosas del año pasado, "La isla mínima" y "El Niño", fueron también cintas policíacas, pero tanto Álamo como De la Torre subrayan que lo importante, más allá de géneros y etiquetas, es que se hagan "buenas películas".

"Los ''thrillers'' que han salido últimamente y que han tenido éxito son además buenas películas", subraya Álamo. "Ojalá lo que se ponga de moda sea hacer un cine arriesgado y de calidad", sentencia.