Guillermo del Toro ha viajado al terror gótico con "La cumbre escarlata", su nuevo filme, en el que se despoja de las nuevas tecnologías y recrea de manera artesanal una estética que no quiere revisar, sino recuperar y desempolvar de manera casi arqueológica.

"No hay una vocación posmoderna en mí. Soy gótico puro y duro y hay que entender la vocación de novela gótica de tener momentos sorprendentemente brutales o sensuales", explica en una entrevista.

El director de "El laberinto del fauno" regresa al mundo fantasioso acompañado de Jessica Chastain, Mia Wasikowska y Tom Hiddleston, a quienes encierra en una mansión victoriana derruida "en el corazón" que es como un parque de atracciones para los fanáticos de la literatura y el cine de terror.

"Lo decía Lord Byron: ''Si todo falla, asústalos''", recuerda y, así, pasean por el filme sustos y guiños a las hermanas Brönte o a Mary Shelley (a las que define como "protofeministas"), a filmes como "Rebecca" y "Encadenados", de Alfred Hitchcock, o a las cintas que más le aterraron de niño: "Suspense", de Jack Clayton y "Al final de la escalera", de Peter Medak.

Todo empieza en 1901 en Buffalo (Nueva York), donde el ingeniero Nikola Tesla acaba de llevar la corriente eléctrica y una joven adinerada se enamora de un buscavidas británico quien, tras la misteriosa muerte de su padre, la lleva a su decadente y fantasmagórica mansión británica, donde vive una enfermiza relación con su hermana.

"La casa es nuestra propia creación", dice en contraposición a los innumerables homenajes. "No vimos ninguna película para inspirarnos, quisimos hacer un monstruo muy original. Suelo de sangre, ventanas que parecen ojos, siluetas en las arquerías...", explica Del Toro, quien ha conseguido, tras ocho años de búsqueda de financiación, hacer la película tal y como él quería.

El director mexicano quería compatibilizar dos fuerzas contrapuestas: un presupuesto suficiente para recrear los escenarios tal y como él quería y, a la vez, no tener filtros a la hora de mostrar en la pantalla un festival de sangre y vísceras más cercano a clásicos de la serie B.

"Tardé ocho años en encontrar alguien que confiara en que la película tenía que ser para adultos y tener suficiente presupuesto para poder mostrar esas imágenes muy bellas y muy elaboradas. Quería que se sintiera hecha a mano, que había habido artesanos que habían hecho el vestuario, los escenarios", explica.

El resultado es visualmente espectacular, con primorosos vestidos diseñados por Kate Hawley y una música del español Fernando Velázquez, además del poderoso imaginario visual que ha marcado la carrera del director.

"La cumbre escarlata" se estrena el 9 de octubre en España, el 13 de ese mismo mes en Argentina y tres días después en Estados Unidos, a punto para Halloween.

Pero bajo las reglas clásicas del terror y el suspense, Del Toro ha querido insuflar otros códigos melodramáticos y que "la sexualidad, la violencia, y los roles de género se pasen por un filtro moderno".

Esa modernidad hace que el sexo libere, pero el amor torture y, sobre todo, que las mujeres "se hagan cargo de ellas mismas, aprenden a sobrevivir y a salvarse".

"Por eso hice deliberadamente personajes masculinos básicamente inútiles", afirma el cineasta, quien asegura que su próximo proyecto será pequeño pero no quiere dar detalles para no estropearlo (como le pasó con su versión ultraviolenta de "Tarzán").

En cualquier caso, Guillermo del Toro presume de seguir haciendo las películas que él quiere y como él quiere, con su sello apasionado latino pero universal ("no es lo mismo ser fiel a tus raíces que ser folclórico", dice).

Y mientras ve como sus "hermanos" mexicanos, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, han ganado en los dos últimos años el Óscar.

¿Para cuándo uno para Del Toro? "No creo que exista esa cronología. Si acaso, las posibilidades se vuelven matemáticamente más difíciles", dice, y concluye: "Me interesa muchísimo continuar con la libertad de no pensar en esas cosas".