Asegura que el mar es la música callada del libro que hoy, a partir de las 19:00 horas, presenta en la librería Agapea de la capital tinerfeña. El periodista y escritor portuense Juan Cruz Ruiz transita por "tres infancias" en "El niño descalzo" (Alfaguara), obra de la que hablará con el periodista Eduardo García Rojas en su regreso a la Isla.

¿Qué ha querido hacer con este libro?

Es una larga carta en la que conviven tres infancias. La escribí porque me pareció que la llegada del nieto a la casa era un motivo de gratitud que no se puede pagar ni con palabras. Un niño, siempre, alegra la vida, y un nieto, además, la prolonga. Por ese sentimiento de gratitud y de alegría comencé a escribirla; pronto me di cuenta de que no era tan solo una carta derivada de la infancia del nieto, sino de las infancias que recuerdo mejor, la de mi hija Eva, que es la madre de Oliver, y la mía propia, que sigue en mí como si la estuviera viendo. He aprovechado para escribir sobre la memoria de lo que me rodeaba en aquellos tiempos, pero en la esencia es la crónica de un niño (de tres niños) solo y viendo qué pasa alrededor. Un día Oliver le dijo a su madre, mientras escuchaba ella (y él oía) los titulares de un telediario: "No sabía que pasan esas cosas en el mundo". Pues de esas cosas que pasan (buenas y malas, atroces o pasables) va también el libro. Y va sobre nuestro oficio común, Jorge.

¿Cuál fue el motor que le impulsó a contar esta historia?

El motor es la escritura. No concibo la gratitud, la expresión de gratitud, sin escritura: todo lo que se siente se dice mejor por escrito. El sentimiento ha sido siempre el motor de mi escritura, incluida la escritura periodística. No concibo un mundo de cínicos, y el cinismo empieza por negar el sentimiento propio, despreciar el dolor ajeno, olvidarse de los favores que uno recibe, de los dolores que nos alivian los otros. Y ha sido toda mi vida así, desde que era un chico enclenque en la cama. Ahora que soy maduro (de edad: la madurez no se halla nunca) he mirado alrededor para expresar dolor y gratitud, alegría y escepticismo, todo ello siempre rodeado de los otros, pendiente de los otros. Como una persona que es periodista, todo lo que escribo se convierte en crónica y esta es la crónica de tres infancias marcadas por la alegría de la llegada del último habitante de la casa.

¿Un escritor normalmente desarrolla un vínculo con la novela, pero, encima, en esta existen unos lazos familiares?

Desde que murió mi madre, en 1981, toda mi escritura ha girado, como dice mi amigo Juan Manuel García Ramos, en torno al patio de mi casa. Esos primeros textos autobiográficos aparecieron en "El territorio de la memoria", que Olga Álvarez publicó por primera vez. Y es que no concibo nada de lo que he hecho sin la fuerza singular, y paradójica, pues a veces cantaba para no llorar, de mi madre. Ella me enseñó las primeras palabras, e incluso las últimas palabras, que tienen que ver con el dolor del silencio. Por este libro, una vez más, revolotean los pájaros de aquel patio, los oscuros y los amarillos, los alegres y los perplejos. Y siempre será así, me parece, hasta el último suspiro de la escritura.

¿En este libro hay mucha observación abuelística?

No, no es un libro de abuelo; en su mayor parte es un libro de niño perplejo, y son relatos narrados desde la perplejidad de un adulto que jamás ha dejado de ser, en definitiva, un niño descalzo.

¿Es un texto vitalista en el que se unen los dos extremos de la vida?

Sí, es un texto vitalista, o vital; es vida lo que ahí hay; los dos extremos de la vida: la alegría de vivir y la sensación de desánimo que se instala en uno cuando la vida nos abandona en la ausencia de los otros. No hay melancolía: hay contemplación de la historia, también la historia que no viví (el odio en la Guerra Civil, por ejemplo) y que ha influido tanto en nosotros como ciudadanos españoles. Y está el mar, claro. El mar es la música callada de este libro.

En su anterior libro también hay una exaltación al recuerdo ("Toda una vida preguntando"). ¿Está en una fase en la que estos pesan más que el presente?

El recuerdo es el presente, el pasado se confunde con el presente. Nada de lo que ocurrió deja de ocurrir si tú lo recuerdas. La memoria es tan solo una prolongación de la vida hasta el momento presente.

Autor: Juan Cruz Ruiz.

Título: "El niño descalzo".

Editorial: Alfaguara.

Páginas: 304.