El contratenor argentino Franco Fagioli regresa a sus orígenes como cantante con un disco de arias de Rossini, el primero como solista para el sello discográfico Deutsche Grammophon, que verá la luz el próximo 30 de septiembre.

"Este disco lo que tiene de especial es que se remonta a mis comienzos como cantante", explica el músico en una entrevista en la sede de Universal Music en Berlín.

Fagioli, nacido en San Miguel de Tucumán, en el norte de Argentina, estudió en la escuela de ópera del Teatro Colón de Buenos Aires, donde aprendió de dos maestros -primero una soprano y después un barítono- la técnica de canto italiano, el belcanto.

Sus comienzos como contratenor "fueron un poco diferentes a lo que pueden llegar a ser en general en Europa", el de contratenor "solamente asociado a la música barroca o a la música antigua o a un tipo de canto en particular".

Argentina tiene una gran tradición de ópera italiana, agrega, por lo que sus maestros en el Teatro Colón le enseñaron primero a cantar música italiana, "canciones de Rossini, Bellini, Donizetti, sin llegar a ser arias de ópera y, por supuesto, algunas que otras partituras de música barroca".

Un día, recuerda, su maestro llegó a una lección con un aria de Rossini y le dijo que, por su vocalidad, sería bueno que probara a cantarla; era "Eccomi alfine in Babilonia", aria de "Semiramide", que está en el disco.

Con su obra no está diciendo que todos los contratenores tengan o puedan hacer esta música, ni que los teatros deban contratar a contratenores para papeles habitualmente interpretados por mezzosopranos, como un Sexto en "La clemenza di Tito", un Idamante en "Idomeneo", "Tancredi" o Arsace en "Semiramide".

Se trata, apunta, de "una cuestión vocal personal", en su caso apoyada en la escuela de canto recibida y en "el regalo de dios de tener una voz que pueda hacer este repertorio".

Ser contratenor en Argentina, rememora, fue en su momento "algo un poco sorpresivo para mucha gente", incluso para él mismo.

De pequeño cantó en coros, donde fue la primera voz -soprano- porque "de por sí ya cantaba muy agudo", e interpretó muchos solos; más tarde vino el cambio de voz y se centró en el piano.

"Pero yo nunca había dejado de cantar o de jugar con lo que es la voz aguda, sin saber que podía ser un contratenor", asegura.

Desconocía la existencia de ese registro hasta que en una ocasión tuvo que acompañar al piano a un coro que cantaba el "Stabat Mater" de Pergolesi; se compró una grabación para conocer la obra y escuchó una voz aguda, que era una soprano, pero también una segunda voz que le pareció extraña y que, como pudo averiguar, pertenecía a un hombre, al contratenor James Bowman.

"Yo quiero ser esto, quiero ser un contratenor. Entonces, lo que yo hago realmente existe, no estoy jugando o imitando mujeres", recuerda que se dijo.

Cuando llegó a Europa, hizo carrera "con lo esperado o con lo que se esperaba" de él, es decir, Händel, Vivaldi, música barroca, aunque poco a poco fue abriéndose paso con otros repertorios, como Mozart, y ahora Rossini.

Fagioli, que vive en Madrid, debutará el año que viene en el Teatro Real con un recital de arias del repertorio que cantaba Cafarelli, "este gran cantante castrado del siglo XVIII" al que dedicó uno de sus discos anteriores.

Regresará en noviembre al Real en el papel del emperador Julio César en "Catoni in Utica", de Vinci, con el que también se le habrá podido ver antes en el Teatro Colón.

También el año que viene debutará en la Scala de Milán, "tan significativo para todos los cantantes de ópera", con el "Tamerlano" de Händel, "una gran satisfacción".

Entre sus metas está cantar en escena el "Rinaldo" de Händel, que ya ha cantado en numerosas ocasiones en versión de concierto, así como los papeles de Rossini.

El año que viene estrenará en el escenario "Semiramide" en la Ópera Nacional de Lorraine, en Nancy, pero le encantaría interpretar en escena a "Malcolm" en "La donna del lago" y a "Tancredi".

"Estos roles rossinianos me gustaría hacerlos en el escenario, sí, son metas que están ahí", concluye.