El bailarín y coreógrafo Juan Carlos Santamaría, Premio Nacional de Danza de 2008, ha fallecido hoy en Cabezón de Pisuerga, en Valladolid, a los 51 años, víctima de un cáncer, según han informado fuentes familiares a través de un comunicado.

Santamaría, nacido en San Sebastián (Guipúzcoa) en 1964, fue director de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León en sus dos sedes de Burgos y Valladolid hasta hace tres meses.

Aunque nació en San Sebastián fue en Valladolid donde inició sus estudios de danza en la Escuela de Mariemma, y en 1992, tras seis años como bailarín de la Compañía Nacional de Danza, bajo las direcciones de María de Ávila, Maya Plisetskaya y Nacho Duato, inició su labor como coreógrafo en el Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid.

En 1998 fundó Santamaría Compañía de Danza, con la que creó más de una treintena de ballets, como Cascanueces, Embrujo, Polvo o Romeo Julieta.

Según han recordado las mismas fuentes, contó en sus producciones con artistas como Ouka Lele o Francis Montesinos, y colaboró con instituciones como el Coro Nacional o la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con la que se presentó por todo el territorio nacional, al igual que en países como México, Italia, Argentina, Uruguay, Andorra, Portugal, Francia y Chipre.

Santamaría también realizó coreografías para el Ballet Nacional de Cuba, Ballet de Zaragoza, Compañía Diástasis (Chipre) y para el musical "Maribel y la Extraña Familia", o en obras de teatro como "La Visita de la Vieja Dama" para el Centro Dramático Nacional, "Las Bacantes" para el Teatro Romano de Mérida, o las producciones coreográficas sobre las vidas de María Callas y Joaquín Rodrigo para RTVE, entre otros.

En 2008 recibió el Premio Nacional de Danza en el apartado de creación, otorgado por el Ministerio de Cultura, y ese mismo año fue distinguido con el Premio Villa de Madrid 2008 Antonio Ruiz Soler.

Durante los últimos diez años, Juan Carlos Santamaría se centró en la docencia como director de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León en sus dos sedes, la de Burgos, donde estuvo durante diez años, y la de Valladolid, que dirigió durante cuatro.

La familia ha destacado también su calidad humana y su convicción de que la danza era un instrumento para lograr un mundo mejor: "La danza nos enseña a crear un mundo mejor, porque cuando es buena, es mágica", sostuvo.