Las tardes están lluviosas y las fechas son propicias para reuniones entrañables, disfrutar de la hora del té es una gran idea. Esta costumbre británica se le atribuye a la duquesa de Bedford, aunque no llega a Inglaterra hasta el año 1662 cuando la instaura Catalina de Braganza, esposa del rey Carlos II.

Hoy son muchos los espacios que se preparan, con encanto, para que podamos disfrutar de las delicias tradicionales de aquella época, pero ¿y si desempolvamos vajillas, cristalerías, cuberterías y mantelerías para organizar un delicioso "tea time" en casa?.

A la hora de plantearlo buscaremos una mesa que pueda soportar "scones", nata fresca, mermeladas y bollería de todo tipo incluido los croissants franceses, las ensaimadas mallorquinas o los rosquetes laguneros. Entre los tes el éxito lo garantizan el de Ceylan, "leemon scented tea", "China black tea" o "Darjeeling tea".

Si pretendemos trasladarnos hasta lo más tradicional la cita será a las cinco de la tarde. Manteles de colores suaves, rosas románticas, marcos repujados, vajillas delicadas, servilletas de cóctel (15x16cm). El juego de té se compone de bandejas, tetera, jarrita para la leche, azucarero con pinzas, cucharilla y un pequeño colador. Cada invitado tendrá su taza con platito que suele ser de porcelana, aunque también se pueden encontrar de plata o loza, cucharilla, dos platos –uno para pastas, otro para bollería– y servilleta. Si se ofrece algún bizcocho también tendrán tenedor de postre y cuchillo para las cremas. Los objetos estarán colocados en cada puesto o en un mueble auxiliar al que acudirán los comensales para servirse, se determinará según la formalidad del evento. Si se pretende que sea más desenfadado se presentará sobre un tablero bajo, por el contrario para hacer un acto similar a una merienda se sentarán a la mesa, y si es un evento más importante la mejor opción es hacer un buffet.

Entre los elementos que más llaman la atención los "cake stand" son los primeros que ocupan la memoria. Compuestos por diferentes pisos con un pie central se colocan sobre las mesas, aunque también los hay de pie –para apoyarse en sobre el suelo–. Se le ofrecen a los diferentes invitados, se colocarán próximo al asiento con un surtido de sandwiches –entre los más conocidos destacan los de pepino o sardinas de lata- y pastas–.

Sin olvidar que el protagonismo está en las recetas que se han cocinado, los elementos decorativos también juegan un papel importante: la luz de las candelas se sostendrá en candelabros o portavelas. Los arreglos florales se llevarán en centros bajitos, pero también en jarrones, si son frescas mejor que si fueran secas, darán un toque de atención y mucha distinción.

Una vez dentro del maravilloso mundo de los estilos la ambientación que se quiere dar es decisión del anfitrión. Quien se decanta por un aspecto muy clásico optará por colores románticos: rosas empolvados o azules suaves, vajillas labradas y tejidos pesados. Los invitados viajarán en el tiempo hasta las reuniones de la alta sociedad de siglos atrás.

Parece que la decoración más clásica es la que se presta a este tipo de eventos, pero la más rústica es la que está hoy más en boga. Los huacales de frutas harán de paneras. Las rodajas de madera serán los soportes para los embutidos. Las jarras con diferentes zumos aportarán color: el naranja será de papaya, el verde de kiwi, el rosa de fresa mientras que el amarillo será una fresca limonada. El "candy bar" se llenará de tarros de cristal que tendrán todo tipo de golosinas, pero también se utilizarán como portavelas. La pastelería creativa ofrecerá sabores deliciosos y un montón de elementos decorativos: jaulas, flores silvestres... En jardines, porches, o terrazas se cubrirá con paraguas hechos de brezo desde donde cuelguen farolitos de latón. Los textiles más acordes son las arpilleras –telas de saco–.

Queriendo líneas sencillas, el vidrio se lleva a bandejas, campanas, platos y jarras. Los violeteros mantendrán esbelta una flor que hable poco, pero exprese mucho. La cristalería y cubertería de líneas rectas, mientras que los tejidos serán vaporosos y en neutros –piedras, humo o blanco–, el color lo pondrán los sabrosos macarrons.

Si la hora del té salta de continente, el atrezo será de tradición marroquí: teteras de distintos tamaños sobre bandejas enormes de metal en el color de la plata, vasitos de cristal con bordes metalizados. El sabor de las delicias turcas, maamoul, faqqas y baklavas se mezcla con el olor de la hierbabuena consiguiendo el viaje de los sentidos.

Si con este ritual somos capaces de ir del centro de la ciudad con más tradición, a un pueblo escondido de un país árabe o hasta una ciudad moderna, también podemos acercarnos a las fiestas navideñas con la decoración que le demos a un té con pastas. Ahora es cada cual quien decide donde colocar el muérdago, las figuras de Papa Noel o los Reyes Magos, un pequeño pino con bolitas de colores, los bastoncitos de caramelo o la casita de galletas, sin olvidar que a las cinco de la tarde es la hora del té.