Las notas de la trompeta de Nilo Caparrosa atemperan una entrevista que toma impulso en la caferería del Círculo de Bellas Artes de Tenerife. La tarde se apaga al ritmo de "Sombras nada más". Pepe Valladares da la espalda a la exposición "Tohoku" y comienza a hablar de la metamorfosis que se ha dado al frente de una institución de pulsaciones surrealistas. "No quiero liderar un ciclo presidencialista", deja claro el hombre que tomó el relevo de Dulce Xerach al frente de la directiva.

Esta es una transición tranquila, un relevo sin "tiros" en el que no se ha escuchado una voz más alta que la otra, ¿no?

Una transición siempre es una transición y mi estrategia es diferente a la de la anterior directiva, junta de la que yo también formé parte. Dulce Xerach fue fiel a la tradición del Círculo de Bellas Artes y optó por un modelo presidencialista, pero cuando acepté encabezar este proyecto la única condición que puse fue la de ser cabeza visible de un equipo. No quiero liderar un ciclo presidencialista. No nos parecía ético ni razonable irnos a mitad de legislatura, porque ya habíamos adquirido una serie de compromisos, tanto económicos como de otro tipo.

¿Se siente liberado para tomar las decisiones que considere más beneficiosas para la entidad?

Yo asumo sin ataduras el encargo de cumplir los retos que los compañeros de la directiva nos habíamos fijados, pero mi visión es más colectiva... Eso sí, reconozco que en los primeros días me sentí algo agobiado por el dilema de hasta qué punto esta continuidad tendría un enlace moral con la etapa anterior, pero durante las Navidades tuve tiempo de sobra para pensar que si no era libre para marcar mis criterios, no valía la pena intentarlo. En este punto sí que decidí que debía tomar decisiones. De hecho, ya las estoy tomando.

¿Para estar al frente del Círculo de Bellas Artes se necesita tener una gran sensibilidad creativa?

Sin ella es imposible abordar el día a día... Lo ideal sería que esta entidad fuera solvente a nivel económico, pero no es el caso. Si existiera una estructura más o menos lógica, probablemente el Círculo de Bellas Artes tendría un gerente.

Lo que es evidente es que las pulsaciones de esta entidad en los últimos años han sido distintas. No digo si mejores o peores que en el pasado, pero sí diferentes.

La impronta de Dulce Xerach se ha notado. Eso es algo que ella tenía muy claro desde el principio y que desarrolló junto a sus compañeros de directiva en dos vertientes: la recuperación física del edificio y entregar mucho protagonismo a los jóvenes. El tránsito desde las exposiciones individualidades a las colectivas también fue una constante a la hora de reivindicar a los nuevos creadores. Mucha gente ha tenido la oportunidad de conocer el Círculo de Bellas Artes gracias a las actividades que se han organizado en los últimos dos años. Había ciudadanos, incluso, que creían que nuestro espacio se reducía a la planta que está más visible para los peatones. Esa labor de difusión es innegable, pero hay que continuar trabajando para que esa visualización no pare de crecer. En ese sentido, pienso que puedo aportar mi larga experiencia como diseñador y especialista en branding y desarrollo de marcas. Hay personas que todavía tienen una visión elitista y clasista del Círculo de Bellas Artes que no es real. Sus valores y a quién llega no pueden estar sujetos a ninguna duda.

¿Su actividad como diseñador se dejará "sentir" en la agenda de actividades?

Algo sí que puede influir, pero yo no tengo ninguna obsesión hacia el diseño. Soy funcionalista y no me muevo en el mismo plano del proyecto Tenerife Design Week que lidera Samuel, que ahonda en el apartado más visual del mundo del diseño. Algo habrá, algunas de ellas estaban programadas antes de que aceptara la presidencia, pero, insisto, mi hábitat profesional es el branding, la imagen corporativa, el marketing...

¿Qué pierde al asumir esta presidencia?

Tiempo y dinero, las dos cosas. A día de hoy eso forma parte de mi proyecto de vida; ya no quiero poner tanta intensidad a la parte profesional para dedicar algo de mi tiempo a las cosas que me gusten y supongan adquirir un compromiso social con la ciudad. No me voy a dejar la vida aquí, porque eso al final te pasa factura en el plano familiar, pero ha llegado el momento de cambiar el individualismo que ha estado presente en buena parte de mi vida, sobre todo en el capítulo profesional, por un espíritu más colectivo.

¿Y qué espera ganar?

Vivencias. Espero que me dé alegrías y contactos con el mundo de la cultura. Manejar los egos que existen en el mundo del arte no es fácil, pero tengo experiencia. El mundo del diseño es exigente, competitivo y complejo.