"Leí el texto y me pareció divertido, ingenioso, fresco...". De esta manera tan directa Gabino Diego (1966) define el proyecto que se programará en el teatro Guimerá de la capital tinerfeña el 20 y 21 de abril, a partir de las 20:30 horas, bajo la dirección del guanchero Juan José "Cuco" Afonso. "Los actores actores me habían hablado muy bien de él, pero yo solo lo conocía como distribuidor, no como director, y la verdad es que tenía ganas de trabajar a su lado", asegura de una obra en la que comparte créditos con Teté Delgado, Rodrigo Poisón, Mónica Pérez, Ignacio Nacho y Natalia Roig. "Contamos con un reparto all stars", precisa el madrileño.

En los últimos años el escaparate en el que más se dejó ver fue el teatro, ¿El cine ya no es una prioridad en su vida artística?

Antes de hacer "¡Ay, Carmela!" (con este película se hizo con un Goya) ya estaba haciendo teatro en Mérida. Lo que me gusta es actuar y defender buenos personajes, es decir, que si me obligan a elegir me quedo con el escenario. En los últimos años esos regalos me los ha proporcionado más el teatro que el cine.

La emoción de ese vis a vis con el público es impagable, ¿no?

A un estreno hay que llegar con un proyecto muy rodado. Luego, en todas las funciones pasa algo que uno/a trata de corregir sobre la marcha. Esto no es como ir a ver una película en la que alguien le da a un botón y siempre ocurre lo mismo. La emoción del teatro es un valor que no admite demasiadas comparaciones con otras artes escénicas. Aquí siempre le estás dando algo único a los espectadores.

En muchos casos, incluso, se convierte en el último reducto para los que tienen más tablas. ¿En el cine se limita la presencia de los actores y actrices que acumulan más años y experiencias?

Existe una frase de Félix Rotaeta que yo suelo usar mucho porque en ella se concentra muy bien la idea de que "el teatro es la madre que siempre te acoge". Cuando no hay posibilidades de encontrar una salida en el mundo del cine, en el teatro sí que aparece ese huequito para poderte expresar. Mis inicios están ligados a la calle -comenzó a actuar en el metro de Madrid- y esa fue una experiencia crucial para todo lo que vino después, tanto en el mundo del cine como en el teatro.

Un actor que ha tenido la oportunidad de trabajar al lado de profesionales como Fernando Fernán Gómez, José Luis Cuerda, Carlos Saura, Imanol Uribe... ¿Cuáles son las sensaciones que le transmite el cine actual; ha cambiado mucho con respecto al que usted mejor conoció?

El país es distinto y entonces no existía internet. Eso son dos elementos de peso a la hora de analizar unas circunstancias que no tienen nada que ver entre sí... Lo que no ha cambiado, ni lo hará en el futuro, es la capacidad de contar historias maravillosas. El ser humano continúa teniendo alma, aunque a veces sea muy complicado encontrarla, y la esperanza de transmitir narraciones bastante potentes sigue intacta.

¿Alguna vez se sintió un privilegiado por interpretar esos papeles de los que habló antes?

Ese sentimiento de ser un afortunado y, sobre todo, de agradecimiento está y continúa intacto después de muchos años. Mis orígenes en el cine están ligados a "Las bicicletas son para el verano" (1983), con Amparo Soler Leal, Victoria Abril, Agustín González... Sinceramente, no tengo motivos para quejarme porque he tenido la suerte de formar parte de películas que tienen la categoría de clásicos del cine español. Es verdad que en ocasiones me preguntan que cómo es posible que después de hacer tantos rodajes no aparezca más en la gran pantalla. Yo sigo actuando. El negocio del actor es actuar, estar en el teatro, el cine o la televisión. Soy feliz con los que tengo, pero mucho más con lo que hice en el pasado.

¿Aunque esa mejora todavía no sea efectiva para el sector del cine, lo de la rebaja en el IVA cultural es una rendija por la que divisar algo de esperanza tras unos años difíciles?

Al margen de lo que ha pasado en las últimas fechas y de lo que pueda ocurrir a partir de ahora, mi postura respecto a esta asunto continúa siendo la misma: la cultura no puede tener un IVA tan alto porque es vital para el ser humano. Este es uno de esos debates inagotables en los que será muy difícil lograr unos puntos de encuentros. Por un lado, están los que defendemos que la cultura es un alimento esencial para el alma de los seres humanos y, por lo tanto, tiene que estar sí o sí al alcance de todos. En el otro extremo se sitúan los que la consideran un entretenimiento del que se puede prescindir en situaciones de crisis como la que pasamos en este país. Más que invertir en cultura, el gasto hay que hacerlo en educación: ahí está la base. Si cuidas a los docentes que tienen que formar a los jóvenes, estos van a demandar ir al teatro, al cine, a un concierto, a las bibliotecas...

¿Pero toda la culpa era del 21% de impuesto cultural?

Todo no, pero sí una buena parte. Yo he sido empresario del teatro y me las he visto y deseado para cuadrar las cuentas. El 10% solo es un colchón para cortar una hemorragia que era mortal. Los que se arriesgan a hacer espectáculos lo van a tener menos complicado a la hora de planificar y programar, pero vamos a ver si esto no es un efecto llamada para los que decidieron irse en su momento porque no ganaban todo lo que ellos deseaban. Los que aguantaron las embestidas en este periodo de vacas flacas hicieron méritos para disfrutar de esta rebaja.

¿Cree que el mundo de la cultura saldrá tocado de la crisis económica?

No soy tan pesimista respecto a lo que nos van a dar en el futuro, pero sí mucho sobre lo que nos quitaron en el pasado. Es probable que los años en los que no se ha invertido en cultura acabe pasando factura a las generaciones que deben tomar decisiones a corto plazo. No sé si llegamos tarde porque siempre hay tiempo para agarrar un buen libro, ir al teatro o disfrutar de un concierto. Me preocupa más que dejen tirados a los que tienen la obligación de formar.