El mejor tenor lírico del mundo, el peruano Juan Diego Florez, debutó con 23 años en el Rossini Festival de Pesaro, donde "la formó" con su técnica y brillo, pero cuando ya ha cumplido 44 cree llegado el momento de ir dejando a su compositor fetiche para momentos contados, anuncia en una entrevista con Efe.

Eso no significa que no le siga incluyendo en recitales como el que ofrecerá hoy en Pamplona, en el Baluarte, donde cantará un repertorio que ya interpretó en febrero en el Palau de la Música, y parecido al programado para el día 13 en el Real.

Esta noche, fin de la temporada de Baluarte, será la ocasión de escuchar tres piezas nada fáciles de Rossini para el comienzo, especialmente "Addio ai Viennesi", donde se debe emplear a fondo en su registro agudo, tan fresco y potente como cuando debutó aunque su voz se haya ido haciendo más densa con el paso del tiempo.

Su intención es seguir con el belcanto, y, de hecho, acaba de interpretar una de las más complicadas de Rossini, "La dama del lago", pero ahora está cantando un repertorio sobre todo francés romántico.

"He interpretado ''Werther'' en tres ocasiones, también ''Romeo'' y dentro de poco empezaré la preparación de ''Les contes d''Hoffmann'' para debutarlo en Montecarlo y después en Londres. Rossini lo dejaré sobre todo para Pesaro (Italia), donde debutaré, por ejemplo, ''Ricciardo e Zoraide'' en 2018, y para Viena", explica por correo electrónico.

Sostiene que los repertorios que elige para sus recitales los decide con "total libertad", consciente tanto de que él disfruta mucho con esas piezas como de que le gusta mucho a los aficionados, a los que suele "regalar" bises como "El yerbero", "Bésame mucho" o "Guantanamera", haciendo honor no solo a su país sino a su padre, el cantante y guitarrista Rubén Flórez.

Está feliz de volver a España, con quien le une no solo el idioma, sino "las amistades" que tiene en el país y "la frecuencia" con la que ha cantando en diferentes ciudades.

"Además -dice-, en España se quiere mucho la música latinoamericana que en ocasiones interpreto en mis conciertos, y tengo que añadir que hay mucha afición por la ópera y el canto lírico".

El próximo 1 de julio ofrecerá un concierto benéfico en favor de las víctimas de las inundaciones ocurridas en Perú, en el que cantará acompañado de la orquesta y el coro juvenil de la fundación Sinfonía por el Perú, el proyecto que él impulsa y brinda educación musical a niños desfavorecidos de su país.

Asegura que no siente como una obligación moral ayudar a los más desfavorecidos, sino que es algo que él "siente" porque la filantropía, argumenta, "depende de la personalidad de cada uno".

"En mi caso, mi sensibilidad y el amor por mi país hacen que me nazca hacer esto. En este caso, estaremos ayudando a los damnificados de los últimos desastres naturales ocurridos en Perú y, sobre todo, los niños y jóvenes de Sinfonía por el Perú estarán ayudando. Ellos reciben ayuda mediante la música y la dan mediante la música", explica.

Con todo es consciente de que cualquier comentario que él haga en ese sentido tiene más repercusión que algunas campañas mediáticas: "los artistas -dice- tienen a veces más impacto que las instituciones porque llegan directamente a la gente".

Barrunta que, posiblemente, su dedicación a los demás en los últimos años, sobre todo a la infancia, va de la mano del hecho de haber sido padre.

"De hecho, Sinfonía por el Perú coincide con el nacimiento de mi primer hijo, Leandro, aunque ya había comenzado en 2009 a poner los cimientos para su lanzamiento. El hecho de ser padre te sensibiliza aún más ante la niñez, pues la infelicidad de los niños toca fibras profundas", sostiene.

El peruano, que vive con su familia en Viena, revela que su casa está "llena de música", y que si Leandro, de 5 años, ya ha comenzado a tocar el violín a Lucía, de 3, "le gusta mucho cantar".