Es "muy factible" que en 2018 se sume a las 23 academias de la lengua española que hay en el mundo una judeoespañola para seguir "preservando" el idioma que hablan los descendientes de los judíos expulsados de España en 1492, según el director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva.

En 1492, las comunidades judías descendientes de hebreos fueron expulsadas por los Reyes Católicos y en su diáspora se llevaron con ellos la forma en la que se hablaba en España. Durante cinco siglos, el lenguaje arcaico que utilizaban los exiliados, conocidos desde entonces como sefardíes, ha pasado de generación en generación pero ahora está en franca retirada.

"La lengua no esta viviendo una etapa de crecimiento sino más bien lo contrario. En la época más boyante había no solo literatura, traducciones o folclore, sino también periódicos y teatro. Ahora las cosas no van tan bien. Se está perdiendo bastante esa tradición", asegura a EFE Villanueva.

Su intención al promocionar la creación de la Academia no es la de "transformar el judeoespañol en el español del siglo XXI sino preservarlo tal y como ha sido", dotado de "una peculiaridad histórica muy marcada", subraya.

La RAE nombró a finales de 2015 a diez académicos correspondientes -distintos de los de número- especialistas en judeoespañol, también llamado sefardí o ladino, aunque prefiere la primera denominación porque ladino engloba todas las expresiones romanceadas de otros idiomas.

Ocho de ellos viven en Israel y otras dos en Suiza e Italia, a los que se suman una especialista en esa lengua en el CSIC, "con lo que, de facto, serían once", precisa.

La importancia de que ocho residan en Israel es que en el siglo XIX la RAE estableció un procedimiento para la creación de academias correspondientes de la española consistente en que primero la RAE nombraba correspondientes de un país y cuando se alcanzaba un número podían solicitar de la RAE el reconocimiento de una Academia.

"Consideramos muy factible la creación de una vigésimo cuarta Academia porque hay un suficiente número para que se reúnan, establezcan sus estatutos, la RAE los apruebe y se constituya".

Ya han entrado en contacto con la autoridad nacional del Ladino en Israel, que han viajado a Madrid para entrevistarse con él; "están muy interesados en promover la creación de la Academia", asegura.

"Estamos avanzando muy ágilmente. Queremos organizar a principios del año próximo una reunión con ellos más los representantes del ladino y de ahí podría salir ya un cronograma de los pasos siguientes. El último paso, una vez constituida la Academia, sería su integración en la ASALE", es decir, la Asociación de Academias de la Lengua Española, que preside Villanueva.

El primer país que lo hizo así fue Colombia (1871) y la última que se ha creado es la de Guinea Ecuatorial (2016).

Con la incorporación de la Academia del judeoespañol "se cerraría el círculo de todo el espectro de los países donde se habla español", afirma.

En el caso del judeoespañol, indica, hay "peculiaridades evidentes": es el español que se hablaba en el tiempo de la expulsión de los judíos, es decir un castellano más cerca del modo de hablar medieval que del español actual porque el idioma sufrió una modificación muy importante a partir del 1500.

Los judíos expulsados de España, que se asentaron en distintos lugares de Europa, norte de África y Latinoamérica, "trufaron" luego su léxico con palabras de los distintos países donde residieron y residen, es decir, turcas, eslavas, árabe, alemanas...

"En cada lugar donde ser arraigó mantuvieron la base del castellano, pero fue muy porosa en relación a otros idiomas", detalla.

Según datos del académico correspondiente Shmuel Refael, director del Salti Centre para Estudios del Ladino en la Universidad de Bar-Ilan, alrededor de 400.000 personas en Israel tienen conocimiento de esa lengua.

"Desde la creación del estado de Israel hay un gran número de sefardíes que viven allí, pero no tienen un censo de cuántos hay en el mundo", según Villanueva.

La preservación de la lengua que han hecho las comunidades sefardíes, que en 1990 recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, es un fenómeno "prodigioso" y "muy emocionante" porque, ha añadido, quien se ha encontrado con un sefardí ha comprobado que "se puede entender" con él y que ha triunfado sobre el amargo hecho histórico "un elemento de fraternidad".