La muerte del filólogo y escritor Juan José Delgado (1949-2017) sacudió ayer la vida cultural de este archipiélago. Fernando Clavijo, presidente del Ejecutivo regional, resumió en un tuit la verdadera dimensión de su adiós. "Canarias pierde a uno de los grandes. Juan José Delgado, gran difusor de nuestras letras. Lamento su pérdida y agradezco su legado", escribió en cuanto las redes sociales propagaron su fallecimiento. Doctor en Filología por la Universidad de La Laguna, la docencia fue uno de los placeres de este hombre discreto que solía deambular en silencio por las calles de San Cristóbal de La Laguna con un libro o un cuaderno de notas debajo del brazo. Expresidente del Ateneo de esa ciudad y miembro de la Academia Canaria de la Lengua, el creador natural de la localidad sureña de Valle de San Lorenzo (Arona) publicó cuatro novelas, cinco libros de poesía y dos de cuentos. Durante la etapa que estuvo vinculado al mundo de la comunicación fue jefe de la sección de Cultura de La Gaceta de Canarias y dirigió la revista de arte y literatura Fetasa.

Para Juan Cruz Ruiz, el primer pensamiento que tuvo tras conocer esta luctuosa noticia se anudó a su profundo carácter integrador. "En una sociedad preocupada por arrojarnos unos a otros la desidia sobre lo que el otro hace, Juan José Delgado se dedicó a cultivar y divulgar el trabajo ajeno como si fuera propio. Gente así falta en esta tierra; la hubo, cada vez hay menos. Y esa ausencia viene a ser incrementada ahora por la triste pérdida de un hombre bueno que nos hizo mejores", aseguró el Premio Canarias 2000 de Literatura.

En unos términos parecidos se expresó Víctor Álamo de la Rosa, primero alumno y después amigo del aronero. "Juan José Delgado era sobre todo escritor. Un escritor como ya no hay, de esos que se sienten tan sinceramente recompensados con la escritura misma que, demasiado a menudo, no se preocupaba siquiera de buscar editor para sus propios libros. Nunca necesitó el aplauso, los premios o los reconocimientos. Escribir, escribir bastó siempre", reconoce el novelista de raíces herreñas.

La reflexión de Juan Manuel García Ramos sobre la figura de Delgado expresa un sentimiento de pérdida tan valioso como el resto de las voces consultadas por EL DÍA. "Se ha ido un gran tipo, un colega, un excelente crítico, pero me queda la satisfacción de que uno de sus últimos trabajos fue una magnífica introdución que hizo para una reedición de "El cacique", de Luis Rodríguez Figueroa, que el Gobierno de Canarias ha incorporado a la colección Biblioteca Atlántica", añadiendo dos apuntes definitivos: "Sus alumnos son devotos de su docencia y como novelista nunca escondió su afán por experimentar", exaltó el catedrático de Filología Española de la Universidad de La Laguna.

Sabas Martín, académico honorario de la Academia Canaria de la Lengua, inicialmente se resistió a hablar del compañero que acababa de perder. "Las palabras hay que decirlas en vida", admitió en relación a un ser al que consideraba como un hermano. "Pocas personas he conocido tan generosas, integradoras y nobles como Juan José Delgado", remarcó antes de valorar que "él nunca se incluyó en ninguna tendencia, familia o crepúsculo literario de los que ha habido y siguen existiendo en las Islas... Juan José defendía sumar y no restar, conjuntar y no dividir, ser honesto con su obra y consigo mismo. En uno de mis ensayos hablo de tres figuras de la literatura canaria que son esenciales: Domingo Pérez Minik, Jorge Rodríguez Padrón y él", destacó.

Martín, por último, exalta tres puntos claves de su biografía: "La persona, el escritor y su legado cultural: tenía un espíritu indagador y una lucidez extraordinaria", reiteró antes de poner el acento sobre una idea categórica. "Cuando un adjetivo no da la vida mata y para mí, hoy (por ayer) todo esto es tan traumático como la pérdida de un familiar muy cercano".

El viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias, Aurelio González, remarcó casi todos los elogios apuntados con anterioridad y, además, dijo que "Juan José Delgado fue un hombre sabio, un gran profesor y, sobre todo, una persona que se movió en silencio sin renunciar al compromiso que en su día adquirió con la literatura canaria. Era prudente, pero eso no le impedía indagar en nuestra tradición escrita".