El aliento poético de Alberto García-Alix trasciende sus fotografías e impregna su discurso, tal y como desvela "La línea de la sombra", un documental en el que el propio artista repasa los claroscuros de su vida y que compite en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián.

"Con la fotografía he aprendido que nada vuelve y que no hay mañana; la fotografía es un certificado de presencia y de ausencia, ese es su poder", ha asegurado hoy en una entrevista con Efe.

Dice que no le gusta verse retratado por otros, aunque sea, como en este caso, por su amigo y colaborador, el también fotógrafo Nicolás Combarro. "Entiendo que está hecho desde el amor absoluto, pero me veo y no me gusto", señala.

Desde su primer autorretrato en moto con 20 años a las míticas fotos del Madrid ''underground'' de los 70, que era su entorno íntimo, la película muestra su obra y a la vez se convierte en testimonio de una época, incluido su "viaje al infierno" de las drogas.

"No me arrepiento de nada, la vida no es perfecta, por lo menos la vivimos intensamente", declara quitándole importancia. "A lo que sí doy importancia es a que entonces tenía muy poca conciencia fotográfica e hice muy pocas fotos, fui un imbécil", lamenta.

Jamás fue a los bares con la cámara por la noche. Sólo hacía fotos de su pequeño entorno. "Y lo hacía sin conciencia", insiste.

De formación autodidacta, García-Alix se ha alimentado más de la palabra o incluso de la pintura, que de la obra de otros fotógrafos. Por ejemplo, descubrió a Robert Frank con más de 30 años, cuando llevaba 15 años haciendo fotos.

"Recuerdo que pensé, ''maldita la hora, podía haberlo descubierto antes''. A veces pienso que me habría gustado tener un buen maestro", subraya.

En cambio creció rodeado de libros. Su padre era médico y su madre historiadora. "Yo pasaba mucho tiempo castigado, así que leía los libros aquellos", señala. Su madre además solía llevarle, con sus hermanos, a visitar museos.

"Recuerdo haber ido de niño al Museo del Traje, que entonces era el Museo Contemporáneo, y ver el cuadro de Solana de ''La tertulia del Café Pombo''. También íbamos al Prado los domingos. Todo eso deja un poso", relata

Enamorado del cine negro, de Orson Welles a Nicholas Ray, y del expresionismo alemán, García-Alix cree que lo más importante en su trabajo es tener fe.

"Después de hacer la foto le doy un beso al carrete. Si no lo hago tengo la sensación de que no está hecho todo el proceso. Además, si no lo quiero yo, no lo va a querer nadie", dice.

El festival de San Sebastián también proyecta hoy el vídeo "De donde no se vuelve", que el artista filmó hace unos años para el Museo Reina Sofía.

"Es lo mismo que lo de Nico -dice en referencia al documental de Combarro- pero contado de otra manera. Lo de Nico es para los demás y éste es para mi. Lo considero mi gran obra", dice.

Combarro, que lleva diez años comisariando sus exposiciones, reconoce que filmar este documental y "contar quien es Alberto como persona" era para él una obsesión.

"Me fascina la sinceridad con que toma la cámara. Cuando se autorretrata es un ejercicio de autoexploración y cuando retrata a otros lo hace con el sujeto", describe. La película muestra cómo García Alix busca concienzudamente esa mirada del otro.

Por otro lado, Combarro aprecia que en los últimos años el lirismo o incluso la abstracción han ganado peso en la obra de Alix, a través de paisajes o arquitecturas. "Ya no está tan pegado a la realidad como en los 90", señala.