Existen ayunos voluntarios, otros que están sujetos a conservar el equilibrio en los resultados de una analítica y abstinencias que vienen marcadas por la falta de recursos económicos para acceder a los alimentos. También hay ayunos que se alargan por una noticia tan inesperada como la que recibió sobre las nueve y media de la mañana de ayer Javier Ruibal (1955). El cantante, compositor y guitarrista gaditano se despertó en Santa Cruz de Tenerife con una llamada telefónica en la que le anunciaron la concesión del Premio Nacional de las Músicas Actuales 2o17. "Eso es una voz de aliento, una palmadita que te dan en la espalda, otro abrazo como los muchos que ya me ha regalado este oficio", enumera el creador nacido en el Puerto de Santa María respecto a la reacción que supuso recibir un galardón que, además de prestigio, tiene una dotación económica de 30.000 euros.

"Solo espero que este reconocimiento sea justo... Esta vez me ha tocado a mí, pero es inevitable pensar en la gente que merece un premio de esta magnitud", dice sobre un fallo en el que el jurado -en el que figuraban Santiago Auserón y Martirio- valoró "el lenguaje propio que ha influenciado a artistas de varias generaciones, así como la calidad de su larga trayectoria desde la independencia y coherencia artística".

Ruibal, que percibe que estos 34 años de carrera se han pasado volando, está convencido de que "el futuro de la humanidad, si es que existe, pasa por la mezcla de todas las etnias, genomas, sangres, culturas... La música actual es algo que pertenece a una identidad de tipo planetaria, no a un grupo cerrado", advirtió antes de adentrarse en el universo de la fusión.

El autor de proyectos artísticos como "Sáhara", entre otros, cierra hoy, a las 20:00 horas, su participación en el ciclo Otoño Cultural CajaCanarias 2017 con un concierto en el Teatro Circo de Marte de Santa Cruz de La Palma. "Eso es algo que hay que tratar con delicadeza", subraya para explicar un término que siempre genera controversia. "Fusionar es encontrar un terreno intermedio entre una música y otra para desde ese punto tratar de inventar algo que aún no existe... No se trata de soltar una gotita que remarque algo de la esencia de un lugar, sino buscar la verdad", incide Ruibal antes de fijar la conversación en una cantante muy mediática que recurra a un falsete de guitarra en medio de una canción. "Eso no es flamenco, ¿no? Ahí estamos hablando de otra cosa, de un detalle o un guiño que puedo tener yo o un músico sueco en el momento en el que tocamos un sitar", comparó.

El también ganador de la Medalla de Andalucía 2007 reconoció que "un premio como este puede que pase desapercibido en medio de la que se ha liado en España", contó con cierto alivio antes de dar su opinión sobre el conflicto que se ha generado en torno al desafío catalán. "No me resisto a contar que me siento abochornado y, a su vez, avergonzado por todo lo que está ocurriendo... Este asunto no se puede defender a cañonazos. Sobre todo, porque no creo en el refrán de que la letra con sangre entra. Hablen, busquen puntos de encuentro", recomendó al final de una conversación que describe un sentimiento generalizado: "Esto lo tienen que arreglar los profesionales de la política; demuestren su espíritu de diálogo".

"No voy a perder la cabeza por este premio"

"Vamos a seguir el guion establecido, no voy a perder la cabeza", señaló Javier Ruibal antes de aparecer en el primer escenario que lo recibió como Premio Nacional de las Músicas Actuales 2017. Sí. El público que asistió anoche al concierto que dio en el Espacio Cultural CajaCanarias de la capital tinerfeña saludó cariñosamente a un invitado que no modificó su rutina. Ruibal se ha pasado más de tres décadas persiguiendo unas sonoridades de las que surgen canciones que son capaces de ser livianas y profundas.

Alguno/a se presentó en CajaCanarias sin conocer la noticia que mantuvo a Javier Ruibal pegado al teléfono durante casi todo el día de ayer. "No es un concierto más", admitió el creador nacido en el Puerto de Santa María antes de ir en busca de unas composiciones que no tienen ni banderas ni fronteras; son melodías que forman parte de ese esquema global por el que se mueve un artista que no ocultó nunca su condición de autodidacta curioso. Y es que la voz de Javier Ruibal es como uno de esos atlas de papel tridimensionales que se disparan en dirección del rostro curioso de la persona que pasa una página: ritmos caribeños, flamencos, hindúes o magrebíes que se mezclan en una coctelera que él sabe agitar como nadie.