Rosalina Ripoll y Miguel Navarro fueron los "faros" que alumbraron la danza clásica profesional en la isla desde el año 1972, a través del Centro Internacional de Danza de Tenerife, en Santa Cruz, aún en activo. Desde entonces han pasado por sus aulas cientos de alumnos, algunos de los cuales formaron parte de la compañía Ballets de Tenerife que decidieron fundar en 1979 para dar una "salida" profesional a los bailarines formados en su academia. Esta loable iniciativa ha sido reconocida con el Premio Réplica de Honor 2017 por parte de los profesionales de las artes escénicas de Canarias.

Este galardón, que se les entregará durante la clausura de la muestra final de los Premios Réplica el próximo 19 de noviembre, les ha sido otorgado por unanimidad de la asamblea de socios de este organismo porque es "una institución que lleva 46 años impartiendo danza y tiene la particularidad de ser el primer y único centro de la isla que ofrece formación oficial".

Este reconocimiento también se les otorga por haber creado Ballets de Tenerife, "que ha dado cabida a la expresión artística de los propios alumnos de la escuela y ha conseguido tener prestigio".

Miguel Navarro, bailarín y coreógrafo que formó parte de algunas de las mejores compañías profesionales del mundo, se mostró contento con la distinción, aunque se quejó del poco valor que se da a este arte en las Islas.

El destino le cruzó en el camino a Rosalina Ripoll, recuerda Navarro, quien le invitó a venir a la academia de danza que tenía en la Isla. Un flechazo le "ató" a Tenerife hasta la actualidad. "Quise hacer algo por la danza cuando vine porque había muy poquita cosa o casi nada y monté Ballets de Tenerife, que funcionó hasta el año pasado".

Esta iniciativa ha vivido diferentes vicisitudes, según los apoyos que han recibido en diferentes momentos. "La hemos parado un poco porque nos quedamos cortos de gente. Como no tenemos subvenciones, los bailarines se van y cada año tenemos que esperar a los nuevos alumnos, que vayan cogiendo técnica y se vayan perfeccionando para montar un ballet. Ahora hemos estado en un impasse y ya hemos formado un grupo de gente muy joven con talento que tiene posibilidades. Estamos en ello", apuntó.

Profesionalidad y seriedad es el sello que ha marcado a este centro que codirige con su esposa. "Si alguien entra por la puerta de la escuela quiere decir que esa persona quiere aprender y mi obligación es enseñarle. Que no venga a pasar el rato, aunque tenemos de todo. Mi intención es que sean profesionales, aunque luego lo dejen".

Este bailarín, que siempre quiere transmitir el espíritu de este arte, tiene muy claro que la danza no es ninguna broma y exige mucho sacrificio. "Es muy seria. Siempre digo que la danza paga, pero antes cobra. Hay que tomárselo en serio y sudarlo. Tienen que trabajar su cuerpo para que responda y eso lleva mucho esfuerzo y seriedad. Eso es lo que intento transmitir a los alumnos. Hasta ahora me ha ido muy bien, aunque a lo mejor de veinte salen tres, con eso me siento pagado".

La primera idea que quiere transmitir este maestro a sus discípulos es que la danza "no es cogerse de la mano y dar saltitos tontos, sino que es algo muy serio. Eso es lo primero que quiero meterles en la cabeza".

Danza española, funky, hip hop, teatro musical y young funk, entre otras, son algunas de las disciplinas que imparten en el centro, pero su especialidad es la danza clásica. "Damos un poquito de todo y hay opciones para que la gente pueda satisfacer su gusanillo, aunque no sea con la danza clásica que exige muchísimo. Siempre recomendamos que empiecen por la danza clásica, porque es como el abecedario para poder practicar las demás".

Navarro reconoció que hoy en día hay muchas escuelas para escoger, motivo por el que hay menos alumnos, aunque él no contempla la enseñanza de la danza contemporánea. "En ese terreno no me meto porque no lo conozco. Lo que sé es baile clásico, en eso soy fuerte".

Daniel Abreu, premio Nacional de Danza, Fernando Luis, del Ballet de Euskadi, o Iván Barreto, profesor en Madrid, son algunos de los alumnos que recuerda han pasado por su escuela y han tenido éxito en esta profesión.

El Centro Internacional de Danza Tenerife es el único en Canarias homologado para otorgar titulación oficial en el grado elemental y medio, que ahora espera potenciar con la ayuda de su hijo, también bailarín, aunque es consciente de la necesidad de un Conservatorio Superior de Danza en Canarias para poder finalizar todos los estudios en las islas.

"En cierto modo el Ballet de Tenerife lo fundé para eso, para formar a la gente, que adquiriese nivel y pudiera salir a cualquier sitio. La idea era tener una compañía estable, como la Sinfónica de Tenerife, pero no lo he conseguido, salvo alguna subvención puntual para algún espectáculo. Llevo 38 años con esta idea".

En este sentido, recordó el gran apoyó que tuvo de Maribel Oñate cuando fue concejala de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz. "Se volcó hasta donde pudo y nos dio una subvención durante un año, que luego fue cancelada".

Tesón y voluntad le sobran a este entusiasta, pero considera que la danza está abandonada de la mano de Dios en Canarias. "Sobre todo aquí, en Tenerife, donde hay una apatía absoluta. A veces digo que me equivoqué de Isla. Si hubiera ido a la de enfrente ya tendría compañía", comentó con cierta ironía, porque sabe que allí hubo un intento de formarla, pero quizás se eligió a la persona equivocada.

A pesar de todo, él sigue adelante con su proyecto de Ballets de Tenerife y el sueño de que algún día pueda ser una compañía estable con una gran mayoría de bailarines de la tierra que mantengan viva la llama de la danza.