Darío Villanueva (Villalba, Lugo, 1950) oficia de director de la Real Academia Española (RAE) desde enero de 2015, en sustitución de José Manuel Blecua, y tras ejercer cinco años como secretario.

También es presidente nato de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale). Villanueva es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Santiago de Compostela y doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela, de cuya Facultad de Filología fue decano entre 1987 y 1990, ocupa el sillón D de la RAE y su discurso de ingreso versó sobre El Quijote antes del cinema.

Esta semana estuvo en La Laguna con ocasión de las sesiones científicas del Diccionario Fraseológico Panhispánico.

La Academia limpia, fija y da esplendor. ¿Se sigue manteniendo el viejo lema?

Ese fue el lema que, después de mucho debate, se acordó en 1713. Es muy curioso que hubo otro que estuvo compitiendo con este, y que luego se rechazó, que era el de aprueba y reprueba. Los académicos cayeron en la cuenta de que era muy conminatorio y que en aquel momento, en el siglo XVIII, no existía la Guardia Civil para perseguir a los que hablaran mal el español... Seguimos con el limpia, fija y da esplendor, pero lo que sí es cierto es que aunque no vamos a modificar el lema, siempre añadimos el principio de mantener el idioma, algo que nos parece fundamental.

Le habrá gustado el saludo del presidente del Gobierno de Canarias en la introducción al acto, dando los buenos días a todos...

Entendimos perfectamente lo que quería decir. En España, de siempre, ha sido de cortesía comenzar una conferencia diciendo señoras y señores. El problema es cuando ese doblete se hace una imposición que lleva a unos desarrollos verdaderamente premiosos, en contra de la economía del lenguaje y que, además, no se pueden nunca mantener con absoluta coherencia. Si decimos, todas y todos, estamos reunidos y reunidas... Habría que estar siempre con el doblete, igual que cuando una ministra dijo aquello de miembras... Claro, a partir de ese momento y si fuésemos coherentes, los brazos serían miembros, pero las piernas serían miembras, con lo que habría que cambiar el idioma en todo su conjunto.

¿Tiene usted cuenta de Twitter y de Facebook?

La tengo, pero no la activo. Me sirvo de la cuenta de la Academia, que tiene más de un millón de seguidores. Estoy al tanto de ella y la utilizo, la utilizamos, en general, desde la Academia para dar noticias, resolver consultas lingüísticas y responder a preguntas que nos llegan.

¿Agradece el debate que se genera cuando la Academia propone la inclusión de nuevas palabras en el Diccionario?

Sin duda alguna. Cuando decimos que la lengua es propiedad de los hablantes, creemos totalmente en eso. Por lo tanto, los hablantes están en su derecho de criticar las decisiones que la Academia pueda tomar. Quiero insistir en que la Academia no toma decisiones de manera caprichosa ni indocumentada. Se puede estar de acuerdo o no con ellas y hasta llevar razón en el desacuerdo. Pero suponer que los académicos no tenemos información suficiente, ni criterio, ni trabajamos, que no discutimos y no aprobamos sobre una base sólida, es injusto y yo contra eso me rebelo.

Una de las últimas palabras fue amigovio.

A veces ignoramos que el Diccionario de la Lengua Española recoge no solo las palabras de los españoles, sino las del conjunto de hispanohablantes. "Amigovio" causó mucho revuelo en el último diccionario, pero es que en el anterior, de 2001, estaba "marinovio" y nadie dijo nada. Tanto "amigovio" como "marinovio" lo usan 300 millones de hispanohablantes en América Latina. Además, fíjense en lo siguiente con respecto a "amigovio". En España nos referimos a esa situación cuando hablamos de la relación de dos personas, donde un amigo tiene derecho a roce. Y hay otra expresión muy grosera que no pronunciaré...

Se trata de "follamigo"...

Usted lo ha dicho. Pues esa expresión se refiere a eso. Y creo que, en esta oportunidad, los americanos nos están dando una lección de elegancia al decir "amigovio", un estatuto afectivo donde la amistad ha ido más allá, sin llegar al estatuto de novio, que hoy parece estar un poco desacreditado.

El concepto "posverdad" se sumará en diciembre, ¿no?

En este momento lo estamos consultando con América. Lo hemos enviado a todas las academias americanas, la filipina y la ecuatoguineana para que sobre la formulación que nosotros hemos elaborado nos digan su parecer. Pero se incorporará en diciembre como novedades al diccionario. A partir de ahora, todos los años y en el mes de diciembre vamos a incorporar modificaciones, palabras y acepciones nuevas al diccionario para mantenerlo vivo y en forma.

¿Considera que el inglés es una lengua imperialista?

Lo que considero es que el inglés ganó la Segunda Guerra Mundial, cuando antes no tenía el actual estatuto de preeminencia: la lengua de la ciencia era el alemán y la de la diplomacia el francés. Una lengua imperialista sería la que se impone y el inglés no está siendo impuesto. El problema está en que muchas veces nos entregamos al inglés como auténticos papanatas. Es algo realmente increíble y que clama a los cielos. Por ejemplo, la palabra "tablet" es "tableta" en español, pues la gente sigue diciendo "tablet" y no saben si es masculina o femenina, de manera que hay quien dice un tablet y otros, una tablet. En las invitaciones, incluso las de organismos oficiales, figura en la cabecera "save the date", en lugar de "apunte en su agenda"... También los programas de televisión, en España se titulan en inglés, como un programa de familias que se titula "Family". Un papanatismo a ultranza. Y luego está, aunque pueda parecer anecdótico, el Festival de Eurovisión, un espectáculo seguido por miles de personas en el mundo entero. Pues España acude con una canción en inglés y queda la última, mientras gana una canción portuguesa, ¡cantada en portugués! Nos han dado una lección magnífica y los felicito por ello.

Hasta las instituciones públicas editan guías de lenguaje no sexista, en contradicción con los preceptos de la Academia.

Esas guías no están elaboradas con criterios lingüísticos, sino con criterios de corrección política, y no son sino la manifestación contemporánea de la censura.

¿Español o castellano?

Hoy en día son dos términos absolutamente sinónimos, igual que corcel y caballo, que remiten al mismo animal. Lo que pasa es que tienen connotaciones diferentes, de manera que castellano mira más al origen y español, a la evolución. Pero se utilizan de manera equivalente.

¿El español hablado en Canarias?

Es una modalidad del español, que mantiene también un correlato en el español de Andalucía, pero con unas peculiaridades distintivas que han tenido una gran influencia en el español americano, sin ninguna duda.

¿Haber elegido el Instituto de Estudios Canarios para proyectar el Diccionario Fraseológico Panhispánico tiene que ver con esa vocación americanista y atlántica del Archipiélago?

No es casual. Tenemos relaciones especiales para el desarrollo de las actividades de la Asale con el Instituto Castellano-Leonés de la Lengua, con la Fundación de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, de donde proceden las glosas primeras del castellano y, luego, con Canarias. Se trata de opciones fundamentadas en la historia y en lo que significan: Rioja y Castilla, en los orígenes del español, y Canarias en la proyección hacia América.

El seseo dejó de ser vulgar, ¿no?

Está absolutamente aceptado y, además, es un fenómeno mayoritario en el español.

¿El futuro de la Academia pasa por el mundo digital?

Creemos que es lo que va a garantizar la continuidad de la Academias. En la actualidad, cuenta con 303 años y para que siga cumpliendo más se hace absolutamente necesario e imprescindible caminar por esta vía.

Pero ustedes son personas de carne y hueso...

Existen tópicos en relación con la Academia que son muy difíciles de erradicar, pero lo intentamos. Por ejemplo, desde hace unos años disponemos de un gabinete profesional de comunicación, porque los periodistas son insustituibles en la transmisión de los mensajes que una institución como la nuestra quiere lanzar.

¿Cómo son los debates que se generan en la Academia?

Extraordinariamente intensos, apasionantes... Se aprende muchísimo. Los académicos, salvo su director, son personas muy eminentes: creadores, escritores..., especialistas como un arquitecto, un médico, una bioquímica, un físico, un filósofo...

¿Y periodistas?

Luis María Anson y Juan Luis Cebrián. Luego tenemos muchos académicos que cuentan con secciones fijas en los periódicos como es el caso de Antonio Muñoz Molina, Arturo Pérez Reverte, Javier Marías, Luis María Anson y Félix de Azúa.

El balance entre hombres y mujeres en los sillones de la Academia resulta bastante dispar.

Ahí, evidentemente, la Academia arrastra un déficit que es necesario resolver. En el siglo XVIII hubo una académica, Isidra de Guzmán y de la Cerda, una niña prodigio, que entró, leyó su discurso y murió. En el siglo XIX, Gertrudis Gómez de Avellaneda pidió el ingreso y se le contestó con una tontería, que en los estatutos no esta prevista la entrada de una mujer. Lo malo es que unos años después, Emilia Pardo Bazán solicitó su ingreso y la Academia le contestó con el precedente de Avellaneda. Fueron una reacciones incomprensibles e indignas de una Academia razonable. La primera mujer que entró fue Carmen Conde, en 1977, ya en democracia, pero la primera en la Academia francesa, que fue Marguerite Yourcenar, lo hizo al año siguiente. En este momento hay ocho académicas y en las cuatro últimas votaciones, dos fueron para académicos y otras dos para académicas. Estamos intentando ganar el tiempo perdido. No existe prejuicio hacia la presencia de la mujer. Lo que pido es que a los actuales académicos se nos juzgue por lo que hacemos ahora y no por lo que se dejó de hacer años anteriores.

¿No debería la Academia buscar una lengua más oxigenada?

Las academias no inventan ni apadrinan palabras, no hacen propaganda de las palabras ni exigen a nadie que las use. La Academia recoge las palabras que existen y, por supuesto, estamos a favor de un lenguaje no machista, no violento, no discriminado... Pero lo que no podemos hacer es censurar el Diccionario. Ya lo decía Aristóteles, las palabras sirven para lo justo y para lo injusto, para lo conveniente y para lo que no lo es. Porque usamos las palabras de forma correcta, pero también para ser canallas, machistas o groseros.

Pero, ¿la institución que preside no toma partido?

Ya lo toma. Estamos en contra de la grosería, del machismo y de todo lo que supone perder las formas, pero las palabras, sean las que sean, las debemos registrar. Un Diccionario censurado sería una auténtica calamidad. Hay muchas pulsiones de represión y de censura y la gente se pasa cuatro pueblos. Se dice que la cara y los ojos son el reflejo del alma. Pues con las palabras ofrecemos un retrato-robot de lo que somos. El machista lo es por su comportamiento y sus palabras.

"Iros" e "idos"

Casi nadie dice "idos" para ordenar a un grupo de personas que se vaya a ningún lado. Darío Villanueva explica que esta modificación "se trató ya hace años" y que en la decisión final ha tenido mucho que ver "el protagonismo de los escritores de creación, sobre todo los novelistas". Asimismo, el presidente de la RAE explica que se utilizó "una base de datos enorme", que se llama el Corpus del español del siglo XXI.

El lenguaje de los chats

En cuanto a cómo se usa el lenguaje en los chats, Villanueva subrayó que "siempre que hay un nuevo instrumento de comunicación se crean protocolos de actuación lingüística diferentes". El telégrafo utiliza abreviaturas, como también los manuscritos medievales. No le preocupa ese lenguaje "porque se supone que ese gente recibe una formación que traslada a otras esferas".