Gaudí fue único e irrepetible como arquitecto. Solo hay que remitirse a esos mágicos edificios que diseñó, sobre todo en su Cataluña natal, en especial la inacabable Sagrada Familia, que continúa su proceso constructivo en Barcelona.

El catedrático de Historia del Arte y profesor en la Universidad de León César García Álvarez llenó el pasado martes el aforo del salón de actos de la Fundación Cristino de Vera de La Laguna, donde impartió la conferencia "Simbolismo y espiritualidad en la obra de Gaudí", que inauguró el VII Encuentro Arte y Pensamiento.

García Álvarez basó su intervención en su libro "Gaudí. Símbolos de éxtasis", que propone "una indagación simbólica sobre sus procesos creativos, el papel que juega el símbolo en su obra como un aspecto nuclear y el modo en el que la propia obra queda iluminada en relación con ese concepto de símbolo".

Desde su punto de vista, Gaudí (Reus, 1852 - Barcelona, 1926), que era profundamente cristiano, siempre quiso armonizar, por un lado, la naturaleza y la geometría, y por otro, la imaginación y el espíritu, la fusión de esos cuatro contrarios. "El único elemento que sirvió de mediador entre esas cuatro tensiones es precisamente el símbolo (...) Su obsesión fundamental fue siempre tratar de dotar de vida auténtica a la arquitectura y la única manera de dotar de vida a lo que está muerto es a través del símbolo".

Son variados los ejemplos de edificios en los que este "artista" catalán volcó esa simbología que absorbió de distintas tradiciones y fuentes que le inquietaron. "En la Casa Botines de León fue la primera vez que intentó fundir la estructura arquitectónica con una forma animal, que luego llevará a su culminación en la Casa Batlló de Barcelona".

Para este estudioso, la Casa Botines "es la combinación de unas cuantas ideas simbólicas, entre ellas un palacio de hielo, un palacio inspirado en la tradición tanto gótica como renacentista, o de la leyenda áurea, y por otro lado, la propia fusión entre la forma del edificio y la de un dragón".

En el caso de la Casa Batlló, comentó que está concebida como una cueva submarina, al mismo tiempo como un fondo de playa, como la superficie de una alfombra, como el cielo estrellado y como el palacio de los cuentos de hadas de las tradiciones catalanas. "La superposición simbólica de metáforas, de niveles simbólicos, es fundamental en su obra y todavía más cuanto más va avanzando su producción desde un punto de vista cronológico".

La obra culmen de este genio, que no hacía planos ni cálculos al estilo tradicional de sus obras sino maquetas en las que proyectaba tridimensionalmente las construcciones, es el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, todavía en proceso de construcción, al que se dedicó desde el año 1883 hasta su muerte en 1926.

"La Sagrada Familia se ha hecho a partir de la maqueta original, aunque una de ellas fue destruida durante la Guerra Civil. Se está tratando de reconstruir y averiguar cuál era el proceso creativo gaudiniano. Él mismo era consciente de que no la iba a acabar, con lo cual lo entendió como una estructura colaborativa y coral", aunque considera que ha habido algunos planteamientos erróneos, al superponer, por ejemplo, "una decoración a la arquitectura, en vez de fundir los diferentes elementos simbólicos dentro de la arquitectura simbólica".

Este magnífico templo, una verdadera joya mundial, es básica para comprender la evolución de su trabajo. "La Sagrada Familia fue un laboratorio de ideas que siempre llevaba en su pensamiento y que fue realizando en el resto de los encargos. Fue cristalizando y aunando toda su personalidad. La parte que elaboró es su obra cumbre".

Una gran originalidad acompaña a toda la producción de este creador que concebía las viviendas y complejos desde un punto de vista integral. Diseñaba inmuebles, los muebles, los elementos decorativos, la forja, hasta los tornillos que sujetaban las puertas, sus pomos, los azulejos y las cerámicas que cubren las paredes, algunas de ellas verdaderas explosiones de color, entre otros elementos que formaban un todo único. La unión del simbolismo y la espiritualidad que definieron su carácter.

"Su concepción de la arquitectura fue global y sintética. Se adecuaba al contexto donde iba a realizar la obra, a la historia local, la flora, la fauna, las tradiciones, la mitología asociada al lugar. Todo estaba en su mente...".

César García Álvarez

catedrático y profesor de historia del arte