Dentro del programa de representación de las seis obras finalistas en los Premios Réplica de Artes Escénicas 2017, que a lo largo de esta semana se viene celebrando en el Auditorio Capitol de Tacoronte, hoy, miércoles, a las 20:30 horas, la compañía Tenerife Platónica Teatro pone en escena la obra "La charca inútil".

Se trata de un texto intenso y dramático donde el autor, David Desola, se plantea la clásica pregunta: ¿y si los únicos cuerdos fueran aquellos a quienes consideramos locos? Y lo hace a través de unos personajes atormentados que se refugian en la locura para no caer en la desesperación y, paradójicamente, mantenerse cuerdos, víctimas de un entorno opresivo, de una sociedad que escarba en el dolor ajeno.

Desola escribió esta función en 2006, cuando estaban recientes los atentados del 11-M en Atocha (Madrid), y lo hizo en clave de drama sobre la locura, no como patología, sino como vía de escape, como refugio a una existencia insoportable.

La obra cuenta la historia de Óscar, un profesor, interpretado por César Yanes, quien abandona la enseñanza tras la agresión de un alumno, y que vuelve a la docencia impartiendo clases particulares a un alumno muy peculiar, cuya madre vive inmersa en un universo fantástico, como recurso de escape a una realidad que no puede soportar.

Esta obra, escrita en 2006, fue premio Lope de Vega de Teatro en 2007 y despertó interés en distintos países de Latinoamérica, donde se ha representado con cierta frecuencia, la mayoría de las veces en montajes independientes y de la mano de jóvenes directores.

Con "La charca inútil", Desola sostiene que intentó escribir un drama, "a ver si por casualidad me salía una comedia. Pero no, el resultado fue un drama al cuadrado".

Y recuerda cómo los telediarios de todas las cadenas reprodujeron unas imágenes escalofriantes, grabadas con un teléfono móvil, donde se veía a un profesor agredido, empujado y pataleado por un alumno en los pasillos de una escuela, ante la mirada pasiva del resto de la clase. Esas imágenes se las compró una cadena a la novia del agresor que luego fue comerciando con ellas, manipulándolas, haciendo un espectáculo circense. Las otras cadenas se sumaron entonces al carnaval, pirateándose las unas a los otras, elevando el incidente a la categoría de apocalipsis escolar.

Fue entonces cuando Desola se preguntó: ¿Estamos todos locos? ¿Cómo puede uno saber si está loco cuando quienes lo rodean están tan locos como él? ¿Es posible que los únicos cuerdos sean aquellos que consideramos locos?

Para el autor, esta obra "habla también del miedo y de la muerte, y de la peor de las muertes: la de un niño", mientras subraya que representa "un intento de hacer un "teatro inmediato, social, que refleje el aquí y el ahora," un teatro de texto donde, sin embargo, las acciones tienen mucha más importancia que los diálogos y lo que se intuye es mucho más relevante que lo que se percibe".

Y es una historia "de soledad, de amor y misterio, que no pretende acariciar al espectador, sino abofetearlo. Somos una sociedad enferma y perversa, dice el protagonista. Y dice la verdad".

Para el director Javier Alemán esta situación nos puede sonar a todos, "bien por vivida o por vista en otros", y señala que, además, nos invita "a reflexionar sobre la vida, la muerte, la realidad, la ficción, la violencia y la sociedad en la que vivimos".