Un día cualquiera, al llegar a casa, te das cuenta de que tu cabeza está en otra cosa, de que llevas varios días reunido, hablando de otros personajes, de otras localizaciones, de otras historias, de que valoras entre dos actores para decidir quién va a encarnar al nuevo protagonista o de que tienes dudas sobre quién será el mejor director de foto para ese nuevo proyecto.

Entonces, aunque no sabes por qué, te sientes un poco culpable y revisas en tu ordenador cómo va el último proyecto que has terminado y que hace días ya no está en tu cabeza; ves aunque ya lo sabías, que hay una persona encargada de festivales y tienes esperanzas de que vaya a muchos y, con suerte, gane alguno. También que estás en conversaciones con varias distribuidoras para que vendan la película a cuantos más países mejor. De hecho, recuerdas, Bulgaria es el primer país interesado en comprarla y la película se estrenó hace menos de un mes, lo que es una muy buena noticia. Los subtítulos en inglés y español están acabados y solo faltan por terminar los subtítulos en francés. Todo está preparado todo está en orden y, sin embargo, tienes un raro sentimiento.

"Hawaii" es el título de mi última película, que se estrenó hace tres semanas. Después de la promoción, los números de taquilla del primer fin de semana, las entrevistas y las críticas, sigue en los cines rumanos batiéndose el cobre con las películas americanas. En unas cuantas semanas su presencia en las salas de cine será solo un recuerdo y empezará su viaje a las salas de cine y televisiones de todo el mundo, un largo viaje que durará varios años, primero por festivales y televisiones de pago, después por plataformas digitales y, por último, por televisiones en abierto, con parada entre medias en los estantes de las tiendas reales y virtuales en forma de DVD o Blue-ray.

Mientras, yo llevo una semana trabajando en un nuevo proyecto y mi cabeza pasa a estar en otra época, en otras historias, con otros personajes y otros colores, con más acción y amor. Como decía, un día cualquiera al llegar a casa te das cuenta de que el sentimiento raro que te acompaña es como el del padre que asiste a la emancipación de su hijo. Juntos habéis preparado las maletas, empaquetado los libros y la ropa y ahora la película ( ya sin ti) se va a dedicar a recorrer el mundo, a buscar espectadores allá donde haya una pantalla de televisión o una sala de cine y tú, una vez que has hecho espacio, que has vaciado mente y ordenador, procedes a llenarlos con nuevos proyectos, nuevas historias y nuevos personajes. Supongo que, al igual que los padres de esos hijos emancipados, al principio tratas de mantener un contacto fluido, cotidiano, pero poco a poco la película tiene su vida y tú la tuya. Seleccionarán a la película en festivales y allá donde sea viajarás y la volverás a ver, recordarás los planos, la música, comprobarás que, por mucho tiempo que pase, te sabes los diálogos de memoria y, emocionado, volverás a estar junto a ella. Igual que en Navidad se vuelve a juntar las familias y mientras se prepara la comida se ponen al día de las novedades. Pero después de la proyección y de las preguntas del público volverás a tus nuevos proyectos, a tus nuevos rodajes al igual que las familias se despiden después de los postres y el hijo se marcha con el "tupper" de la madre para alargar con las croquetas caseras unos días más el recuerdo familiar.

Muchas veces te preguntan sobre las películas que diriges y las llaman tus "hijos"; por supuesto es solo una forma de hablar. Pero lo que sí es cierto es que se te queda un poco de síndrome del nido vacío cuando la película vuela sola, cuando te enteras de que se ha emitido en tal o cual país y tú ni te has enterado, cuando ves críticas en otro idioma sobre tus películas y tu ni eras consciente de que se había proyectado. Te sientes, claro, orgulloso de que gente en no sé dónde la haya visto, como los padres se sienten orgullosos de los éxitos de sus hijos, pero esa extraña sensación de pérdida, de ver que en tu ordenador ya no hay una carpeta con el nombre de la película, no hay quien te la quite, aunque, eso sí, enseguida un nuevo protagonista requiere tu atención, un nuevo punto de giro tensa la trama y tú, ocupado en conocer a tus nuevos personajes, sus inquietudes, sus debilidades, preocupado por el ritmo y los nuevos diálogos, te das cuenta en ese instante, sin necesidad de escuchar la puerta de la entrada, de que la película se ha ido de casa.