Intérprete de canciones que forman parte del patrimonio popular francés, enorme figura mediática, estrella musical y del espectáculo, Johnny Hallyday, el hombre que importó el rock al país de la "chanson" francesa, falleció ayer a los 74 años de edad víctima del cáncer de pulmón que padecía.

Ningún rincón del país permaneció ajeno a la pérdida de un monumento nacional, desde el palacio del Elíseo -donde el presidente, Emmanuel Macron, fue alertado a las dos de la madrugada de la noticia- hasta el más humilde hogar del país, donde cada ciudadano tarareaba algún tema que hizo grande su voz poderosa.

Fue su cuarta esposa Laeticia, 32 años menor que él, la mujer con quien pasó los últimos años de su vida, incluido el calvario de su cáncer, quien hizo pública la noticia en un comunicado. "Hasta el último instante plantó cara a esta enfermedad que le corroía desde hace meses, dándonos una lección de vida extraordinaria", escribió la viuda, admirada por una vida entregada "a la escena, a su público, a quienes le adulan y le aman".

"A través de las generaciones, se incrustó en la vida de los franceses", reaccionó enseguida el jefe del Estado, el primero en abrir la catarata de reacciones a la que siguió al unísono el mundo del espectáculo, de la cultura y de la música.

La localidad de Marnes-la-Coquette, en la periferia oeste de París, donde pasó sus últimas horas, se fue llenando de incondicionales ávidos de rendirle un último homenaje.