Antes de acceder a la industria musical era repartidor de pizzas, escuchaba a Alejandro Sanz, Tom Wait, Manolo García, Rufus Wainwright o Bunbury y no imaginaba que iba a componer para Raphael o Pasión Vega. Nació en Ávila hace 31 años, tiene claro que es extremadamente complicado dar un pelotazo artístico y hoy, a partir de las 21:00 horas, actúa en el Búho Club lagunero. Jorge Marazu desvelará algunas de las claves del disco "Lumínica" (2017) en acústico, pero anuncia que mirará al pasado para recuperar títulos de "Escandinavia" (2015). "Cuando voy solo con una guitarra me tengo que ceñir a la dinámica de este tipo de directos y en mi álbum más reciente hay temas que no se adaptan a este formato, por lo tanto, tendré que buscar en los anteriores", dice un artista que hace un año firmó con Universal.

Ya sabe lo que es pisar el escenario del Teatro Real madrileño, pero sus pies continúan pegados al suelo. "Hace un par de años que me dedico a esto, pero en mi vida no existen grandes caprichos", sostiene un artista que ya conoce la magia del Búho Club: "Es difícil no sentirse bien cuando recibes tantas atenciones", agradece sobre un destino que visitó en 2016.

Autor de letras que no siempre acaba guardando en su gaveta, el abulense se acuerda de José Luis Perales cuando admite que componer para otros es un juego que le ha permitido sobrevivir en un universo competitivo pero que, a su vez, le ha regalado buenas amistades. "Nunca quise ser compositor. Eso es algo que vino después. No siempre compongo pensando en otro cantante, aunque saber para quién estoy trabajando me ayuda a vivir en esa persona durante todo el proceso creativo", asegura sin dar síntomas de pena por tener que desprenderse de una de sus criaturas musicales. "El hecho de que una discográfica como Universal se fijara en mí significó que no estaba tan loco como podía parecer", revela sin perder de vista la curiosidad que siente antes de planificar un nuevo proyecto.

"Lumínica" no tiene nada que ver con "Escandinavia" y con "La colección de relojes". Y es que Jorge Marazu sabe que aún tiene muchas historias que contar. "Sigo buscando esa silla en la que me encuentre a gusto; no me conformo con lo que tengo. Bunbury hacía cosas extrañísimas pero la mayoría de las veces le salían bien", pone como ejemplo para valorar su capacidad de riesgo. "En los discos no siempre hay que hablar de lo que a uno le pasa, es bueno buscar algo distinto que esté alejado de esa realidad. Por eso suenan diferentes".

Marazu no esconde la admiración que profesa por Mercedes Sosa, Nino Bravo, La Piquer o Enrique Urquijo. "Soy de Ávila, no de Misuri y me gusta cantar en español", adelanta sin renunciar a otras influencias musicales que también escucha regularmente y que proceden de Gran Bretaña, Estados Unidos o Irlanda. "Yo escucho de todo, pero me siento más atraído por toda la música de raíz latinoamericana", reivindica.

Estudioso de la copla -en algunos directos interpreta su versión de "La bien pagá"-, el artífice de "Lumínica" cree en la existencia de unos vasos comunicantes que unen ese género con otros como el bolero, el son o el tango. "A la música no hay que ponerle fronteras", resume en un punto de la conversación en el que termina reconocimiento que "la cabeza al final se impone al corazón. Eso no quiere decir que tenga que renunciar a todo a cambio de algo de visibilidad. Sé que no soy uno de esos cantantes mediáticos, pero estoy satisfecho de cada uno de los pasos que he dado... Mucha gente me dice que no deje que una gran discográfica cambie mi forma de ser o manipule mis inquietudes artísticas y tengo que estar agradecido porque no lo han hecho. Al contrario, firmar con Universal me ha quitado muchas preocupaciones, pero también me ha servido para comprobar que las ganas que puse en este proyecto están en el despacho de un jefe o en la persona que me acompaña en una promoción. Ahora todo es un poco más fácil, pero quiero conservar la libertad de elegir cómo quiero vivir este momento y qué es lo que quiero hacer en los próximos discos", asegura.