Cincuenta mil personas compitiendo toda su vida por los recursos escasos de una isla, sin contacto exterior y tecnología de la Edad de Piedra pueden desatar muchos conflictos, pero parece que los antiguos habitantes de Gran Canaria prefirieron resolverlos en duelos, más que en guerras.

Esa es la tesis que plantean tres investigadores del Museo Canario y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria al exponer en la revista "American Journal of Physical Anthropology" cuál ha sido el resultado de examinar con ojo de médico forense 347 cráneos recuperados del yacimiento prehispánico del barranco de Guayadeque, que abarcan un periodo comprendido entre los siglos VI y XV.

La primera firmante del artículo, Teresa Delgado, conservadora del Museo Canario, ya había adelantado hace unos meses en unas jornadas de la Casa de Colón sobre la "Arqueología del conflicto" que la cantidad de lesiones que puede encontrarse en esos cráneos de antiguos habitantes de Gran Canaria tiene pocas comparaciones posibles con otras sociedades prehistóricas de todo el mundo.

De los 347 cráneos examinados, el 27,4 % (95 casos) tiene fracturas no atribuibles a accidentes, sino que presentan características inequívocas de ser resultado de ataques violentos.

El porcentaje de individuos con fracturas de cráneo se dispara hasta el 33 % si solo se examinan los restos óseos masculinos (60 casos sobre un total de 182) y, además, no se trata de incidentes esporádicos, sino que en los 95 cráneos que presentan ese tipo de golpes se han documentado 159 fracturas traumáticas, lo que implica que muchas de esas personas sufrieron varias a lo largo de su vida.

La novedad que aporta este artículo respecto a lo que sus firmantes ya habían expuesto en el foro "Arqueología de conflicto" reside tanto en el detalle de las heridas (casi ninguna mortal), como en el contexto cultural o de resolución de las tensiones entre las sociedades prehispánicas en las que se inscriben.

Más de la mitad de las fracturas halladas en cráneos de varones (62, el 57 % del total) está en la parte delantera del cráneo, en el hueso frontal; el 28 % se encuentra en los parietales, laterales (30); y solo uno aparece en la parte trasera, en el occipital (1 %).

Y todas son compatibles con las armas empleadas por los antiguos canarios, que solían blandir lanzas de madera, garrotes o piedras, nunca instrumentos metálicos (las espadas no podían fabricarse en unas islas sin minerales metalizables, sino que llegaron en el siglo XV con los normandos, portugueses y castellanos).

Teresa Delgado ha explicado que este patrón de heridas no concuerda con las que se producen en un combate tumultuario o en una guerra, sino que delatan una pelea de uno contra uno, con golpes cara a cara, una impresión que refuerza otro dato: el 60 % de los impactos laterales están en la zona izquierda del cráneo, lo que apunta al golpe más probable (el asestado de frente por un diestro).

Las crónicas de la Conquista del siglo XV relatan en algunos casos la costumbre de los antiguos habitantes de Canarias de enfrentarse en duelos destinados a engrandecer su honor o prestigio o enmarcados en algunos tipos de prácticas rituales.

A juicio de Delgado, lo que los cráneos de Guayadeque cuentan desde un punto de vista forense hay que leerlo en el contexto de una sociedad que llegó a desarrollar altos niveles de población (50.000 habitantes, con una densidad de hasta 30 personas por kilómetro cuadrado) y competía por los recursos, muchas veces diezmados por sequías, plagas de langosta u otras desgracias.

De hecho, recuerda, los antiguos grancanarios no amurallaban sus poblaciones, pero sí colocaban los graneros colectivos en riscos y lugares fortificados por sus propias características naturales.

La conservadora del Museo Canario defiende que todos esos datos presentan a una sociedad donde la violencia tenía "un papel estructural", que daba salida a sus tensiones en combates singulares entre dos hombres de clanes diferentes, con autorización de los notables o de los líderes religiosos y siguiendo "algún tipo de código o reglas", más que a través de batallas o guerras abiertas (que también se produjeron en algún caso, precisa).

El trabajo dedica un apartado específico a las fracturas detectadas en los cráneos de mujer (25 de los 130 restos examinados las tienen, el 19 %), que también delatan un alto nivel de violencia sobre ellas. Ahora bien, precisa Delgado, no necesariamente, ni solo, se trata de violencia infligida por los hombres.

Esta investigadora subraya que las lesiones de las mujeres tienen características y emplazamientos diferentes a las de los hombres, lo que sugiere que pudieron ser ocasionadas por mujeres, en un contexto en el que las féminas de la misma familia (hermanas y cuñadas) solían convivir en el mismo hogar, bajo la tutela de las ancianas.

Delgado resalta que ello también concuerda con algunos relatos de las crónicas históricas, que citan que las niñas sufrían castigos físicos y golpes por parte de las mujeres adultas durante su proceso de educación si no respondían a lo esperado de ellas.