Su pasión por África no es casual, aunque no todos sus libros están anclados al continente negro. "Nelson Mandela. El camino a la libertad" sí que lo está. La biografía novelada sobre el expresidente sudafricano que acaba de incorporar Anaya a su catálogo de ventas supone la vuelta de Antonio Lozano (1956) a un escenario por el que ya ha transitado en anteriores proyectos literarios. "África me sigue fascinando, tanto a la hora de escribir como en los ratos de lectura", remarca un autor que esta semana viajará a Malí para participar en una feria literaria en la que también se pondrá en escena la obra de teatro "Me llamo Suleimán", una adaptación en tres dimensiones de una obra del narrador nacido en Tánger. "El hecho de que el protagonista de esa historia fuera maliense hace un poquito más especial el viaje", confiesa el licenciado en Traducción e Interpretación, que está afincado en la localidad grancanaria de Agüimes.

Retazos biográficos de Nelson Mandela. Eso es lo que hay en las 176 páginas de un libro dirigido a unos lectores de más de 14 años que se presenta a nivel nacional el próximo jueves. "El objetivo era realizar una aproximación a un personaje de gran calado histórico", resume Lozano en la línea de salida de una conversación telefónica en la que advierte de la existencia de unos "actores" de ficción. "Walter, Shipo, Thandiwe, el director del museo y los padres de Walter solo existen en mi imaginación, y a partir de ahora en la de los lectores", aclara en relación a una trama protagonizada por un biznieto de Mandela. El joven tenía 13 años cuando murió Mandela. "Sabía quién era, pero no tuvo la oportunidad de tener esas horas de conversación que se dan entre los miembros de una familia en África que son tan importantes a la hora de construir unos relatos de transmisión oral que son determinantes para de conocer las raíces de una saga", pone en antecedentes el novelista.

El protagonista que desencadena la acción es un estudiante de Antropología que, a su vez, no tiene relación con su abuela por una imposición de su padre, quien amenaza con retirarle su apoyo económico para poder llevar a buen puerto sus proyectos universitarios si entra en contacto con esta, en la localidad de Qunu. A pesar de las amenazas, el biznieto de Mandela viaja a la ciudad en la que Madiba pasó parte de su vida, la urbe en la que hay un museo que lleva su nombre y en el que trabaja un compañero de partido, de la cárcel de Robben Island en la que Mandela estuvo cautivo durante 27 años, su jardinero personal cuando ocupó relevantes puestos políticos y ahora guardián del Museo de Qunu. Poco a poco, va fluyendo una relación de la que se benefician los lectores. "Él y todos los personajes ya citados son los narradores de esta biografía", descubre Lozano sobre "un texto juvenil, pero igualmente interesante para un público adulto".

El autor de títulos negros como "Harraga" o "El caso Sankara" asegura que sus exigencias y rigor literario no se modifican cuando escribe para un público juvenil. "Mi lenguaje literario no cambia, entre otras cosas, porque considero que es una forma de ser respetuoso con el oficio de escritor, pero lógicamente hay otros aspectos que si modifico para que el texto no termine siendo aburrido o desechado antes de su final. Con Me llamo Suleimán, por ejemplo, mi intención no era que fuera un título adaptado a una audiencia joven, pero Anaya decidió adaptarlo a una de sus colecciones juveniles y funcionó bien", aclara, sin olvidar que los niveles de exigencias cambian en función de quién lee uno de sus libros. "Algunos chicos me preguntaron en más de una ocasión, cómo es posible que hiciera aquel final de ese libro -que coincide con la repatriación a Malí del protagonista de Me llamo Suleimán-, pero la literatura tiene una serie de reglas que deben ser tenidas en cuenta para evitar situaciones previsibles. En cualquier caso, esos niveles de curiosidad por el contenido de un libro son un gran indicador", concluyó.