Parece que la moda para el próximo invierno ya está en la calle. Las firmas más punteras han abierto la caja de las sorpresas y han empezado a salir colores, tejidos y texturas para mostrarlas al público más entendido.

En la London Fashion Week se esperaba con ansia la aparición de Del Pozo en la pasarela, tras diez temporadas haciéndolo en Nueva York. Josep Font, quien está a la cabeza de los diseños de la firma española desde 2012, se inspiró en la artista Inès Longevial. La figura femenina aparecía en neutros, con la base en blanco y beige con tonos oscuros, desde ahí partían los colores. Los pasteles fueron los primeros en aparecer, luego un rosa intenso y un azul con fondo grisáceo. El público ya estaba atrapado en los encantos de los diseños del catalán. Varios estampados asomaron envolviendo a las modelos. La elegancia en el punto más álgido llegó con el tejido de pata de gallo. Algún metalizado cerraba la presentación para que fuera la madrileña Russian Red, quien desde el principio puso la melodía, quien despidiera una muestra magistral de patrones y texturas.

El resto de las firmas importantes que apostaron por la tarima británica tenían también mucho que ofrecer, sin embargo, se vieron eclipsadas por una de las marcas más jóvenes. No es que el diseñador Richard Quinn no hubiera creado expectación, su curriculum habla casi por sí solo. Estudió en Central Saint Martins con máster becado incluido. HyM lo premió como una de las jóvenes promesas con una cantidad económica importante, a lo que se le sumó la posibilidad de que sus prendas se fabricasen y se comercializaran en los puntos de venta del gigante sueco. También fue becario de Dior. En uno de los barrios con más clase de Londres, en Peckham, tiene un taller que se dedica a la impresión digital y serigrafía. Pero lo que hoy lo hace ser noticia es que su trabajo hizo que la propia Reina Isabel II se sentara en la primera fila de la LFW, en una silla exactamente igual que la del resto del público con un cojín algo especial, junto a la que se considera la reina de la moda, Anna Wintour. Y es que el diseñador de 28 años fue el ganador del Queen Elizabeth II Award for British Design. El premio en el que se reconoce el valor y el trabajo de los jóvenes diseñadores ha hecho que la soberana acuda por primera vez a un acto de estas características.

En su colección, que no es la primera pues abría su marca en 2016, Quinn apostó por no perder su identidad. Las flores inglesas más clásicas, esas que se plasman en sus características cretonas, dan color y formas. La juventud unida a los conocimientos le permiten ser atrevido y arriesgado. Faldas, capas, abrigos, pantalones... Se llevan a mezclas casi imposibles, formas que ni dejan intuir la figura femenina son la tónica del joven talento. Los estampados se ven por todos lados, desecha la sobriedad de los neutros y los lisos. Los tejidos fluidos dejan paso a otros armados. Como guiño a la reina, las modelos cubrían la cabeza con pañuelos en pico -recordándole sus paseos por Balmoral- dejando que también aparecieran cascos, en ese último caso algunos se preguntarían si más que un guiño sería la propuesta para alguna de las bodas reales que se darán en Inglaterra este año.

Lo cierto es que el sector, que está en continua evolución, que cada vez da más puestos de trabajo y que además abre la mente de la sociedad, se merece el apoyo de quienes pueden potenciarlo y hacerlo realidad. Desde aquí lo podemos decir sabiendo los resultados que estos obtienen, mientras esperamos que el próximo 12 de abril los participantes del Concurso de Jóvenes Diseñadores, cuando cumple diez años, nos sorprendan en la Feria Internacional de la Moda de Tenerife.