La mujer y el monstruo

“La forma del agua” es la gran favorita para alzarse este domingo tanto con el Óscar a la mejor película como con el de la mejor dirección. Y se lo merecerá. Guillermo del Toro tras nueve películas en las que ha deconstruido su infancia, con esta historia de amor imposible entre una muda y una criatura anfibia ha creado su primer filme adulto, un cuento de hadas para adultos en el que aborda el amor y el sexo de forma ingeniosa.
El cineasta mexicano ha parido una obra casi redonda en la que todas las piezas encajan a la perfección, a una fotografía colorista (Dan Laustsen), se le suma una exquisita banda sonora (Alexandre Desplat), unos efectos especiales excelentes al servicio de una historia que destila el aroma de los clásicos, tanto del cine fantástico (“La mujer y el monstruo”, “Frankenstein”, “Soy leyenda”) como del melodrama (“Escrito sobre el viento”) y del musical (“Un americano en París”). Sencillamente mágica es la escena en la que la pareja baila y canta, así como poética es la secuencia en la que se fusionan en un abrazo bajo el agua.
Todos los personajes están perfectamente perfilados. A la candidez de la deliciosa protagonista Sally Hawkins, que encarna a la limpiadora muda, se le opone un antagonista colérico, el agente secreto, encarnado por Michael Shannon. La criatura (Doug Jones) es en el fondo una reivindicación de lo extraño, es un vehículo que Del Toro y su coguionista Vanessa Taylor emplean para hacer una defensa a ultranza de lo diferente. Les secundan unos secundarios más que convincentes (Octavia Spencer y Richard Jenkins).
“La forma del agua” es la mejor película de Guillermo del Toro, seguida de “El laberinto del fauno” y “Cronos”. Esperemos que su mente plagada de monstruos cinéfilos nos depare en el futuro nuevas creaciones que maravillen al público.