De un tiempo a esta parte parece que la disciplina de la lexicografía está de enhorabuena. Si hace unas semanas la catedrática de la Universidad de La Laguna Dolores Corbella era propuesta para ocupar la vacante del sillón "M" de la Real Academia Española (RAE), en días pasados se hacía pública la elección por unanimidad del también lexicógrafo y catedrático Humberto Hernández como presidente de la Academia Canaria de la Lengua (ACL). "La primera sí es una razón para estar de enhorabuena" (Ríe). En su caso se trata, dice, "de un relevo natural", que compartirá con un equipo formado por José Antonio Samper (vicepresidente); Cecilia Domínguez (secretaria); José Yeray Rodríguez Quintana (tesorero) y Gonzalo Ortega Ojeda y Juan Manuel Pérez Vigaray (vocales). "Es la continuación de la labor que veníamos realizando. Yo ocupaba el cargo de vicepresidente en el Patronato y, normalmente, la presidencia se va alternando entre las dos provincias".

Pues ciertos políticos parece que no terminan de asimilarlo, ¿no?

Pero aquí se razona de forma lingüística y no desde presupuestos políticos. Existe equilibrio.

De la RAE se dice que limpia, fija y da esplendor. ¿Cuál es el lema con el que se reconoce la Academia Canaria de La Lengua?

La RAE decía que limpiaba, fijaba y daba esplendor. Pero ya no utiliza ese eslogan. Ni siquiera aparece en su Diccionario. Sí figura en el escudo, pero de forma algo ilegible. Y es que, efectivamente, han reconocido que ninguna institución tiene tan mayúsculo poder. La lengua no es que esté sucia para que deba limpiarse. Se trata de un sistema semiótico bastante híbrido. Y si por limpiarla se entiende eliminar las impurezas de elementos nuevos, como neologismos, extranjerismos, etc., estaríamos haciéndole un flaco favor, restándole toda su vitalidad. Por eso, ni ellos mismos le dan ya demasiado publicidad a ese manido y viejo lema. Y es que les han llovido críticas por todos lados.

¿Se puede decir que la RAE y la Academia Canaria de la Lengua son instituciones afines, pero con propósitos diferenciados?

El objetivo común es la lengua, pero tal como establecen sus estatutos, la RAE aspira a mantener la unidad de la lengua en toda la comunidad hispanoparlante. Su preocupación, y la entiendo, es velar por la unidad lingüística. Lo nuestro, sin embargo, va por otro camino que se centra en la modalidad del español en el Archipiélago desde el convencimiento, y así lo mantienen muchos dialectólogos, de que el español no es una lengua monolítica, constituida por una sola norma. Por lo menos, según sostienen los estudiosos, y estoy de acuerdo con este planteamiento, existen ocho centros del español en el mundo hispánico. Tres normas en el ámbito de España: la castellana, que tiene como modelo Madrid, Burgos o Cuenca; la andaluza, representada por Sevilla o Málaga, y la canaria, que recoge las modalidades culturales del español de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. En el ámbito americano, aunque aparezcan veintitantas academias, eso no quiere decir que existan otras tantas normas. De hecho, podemos establecer una mexicana y centroamericana; otra en el área del Caribe; también la andina, así como la chilena y una austral, localizada en Argentina y Uruguay.

¿No existen jerarquías?

Ninguna de ellas está por encima de las demás. Esa es nuestra concepción, que ni es original ni asumimos por razones coyunturales. Se trata de una perspectiva que está aceptada, una lengua pluricéntrica, un conjunto de normas donde la canaria, situada en la órbita atlántica, figura como una más, ni mejor ni peor.

Y para el común de la gente, ¿qué hace la Academia Canaria?

La labor de la Academia Canaria de la Lengua va desde promover y fomentar los estudios científicos en torno a nuestra modalidad o modalidades del español, como también aquellas manifestaciones más elevadas, caso de las literarias. Nos interesa y nos ocupa el aspecto de la divulgación, mediante publicaciones; resolver dudas lingüísticas; aconsejar en lo que atañe a la enseñanza del español en el Archipiélago; colaborar con entidades educativas y científicas... Una tarea que ya ha merecido un cierto reconocimiento, pese a contar con pocos medios.

El Diccionario de Canarismos representa una piedra angular.

Es una tarea permanente de la institución. Estamos revisando y ampliando el Diccionario Básico de Canarismos, consultando siempre a los usuarios de las Islas. La comisión de lexicografía está integrada por un total de ocho personas, especialistas de cada una de las modalidades del español hablado en Canarias pero, así y todo, cuando surge alguna duda contactamos con colaboradores en las diferentes Islas para que lo que allí se diga responda a lo que realmente existe y no a lo que uno pretende que sea. Ahora estamos enfrascados en la elaboración de una segunda edición que dará lugar a un diccionario no básico, pero sí esencial.

¿Quienes hacen periodismo cuidan el lenguaje como debieran?

Particularmente, siempre he mostrado interés por el estudio del lenguaje en los medios de comunicación y, obviamente, he intentado centrarme en el periodismo en Canarias. En líneas generales, y fundamentalmente aplicado al periodismo audiovisual, se observan los rasgos más peculiares de nuestra modalidad con mayor relevancia como es el caso del seseo, la aspiración de la hache... En el periodismo escrito, lógicamente, resulta perceptible en el uso de un léxico peculiar, pero esos rasgos son muy poco evidentes porque el periodista, por razones que son obvias, procura utilizar una norma que sea lo más general posible y no el dialectalismo propio de Chinamada o Guía de Isora. No obstante, sí propongo una mayor presencia de dialectalismos y canarismos.

De no ser así, supondría la pérdida de un tesoro prácticamente irrecuperable.

Por eso nuestra tarea es procurar que no se pierda. No sé si decir que resulta inevitable. La influencia de los medios termina por uniformizarlo todo y lo que para muchos representa el ideal supremo, a mi juicio supone un enorme empobrecimiento. Deberíamos intentar mantener esos dialectalismos que todos utilizamos con cierta espontaneidad en el habla coloquial. Es un problema que manifiestan muchos canarios cuando les entra la duda en cuanto a si decir millo o maíz, gofio o harina de millo, guagua o autobús...

Pero hay canarios que aún sostienen que el mejor español se habla en la isla de El Hierro...

Un tópico, sin mucho sentido, que acaso puede tener su explicación en el hecho de que, por muchas razones de carácter sociolingüístico, existen canarios que siguen considerando que el prototipo del español es la norma castellana. Eso es erróneo porque, como ya explicaba, se trata de una modalidad más. ¿Qué ocurre en El Hierro? Que se mantiene una cierta "s" final y como esa pronunciación se asemeja a la castellana, la gente entiende que allí se habla mejor. Curiosamente, se da la paradoja de que cuando un herreño se establece en Tenerife, al cabo de unos meses acaba perdiendo esa "s" final. Hablar bien o mal depende de los hablantes y no de la geografía.

Los hablantes son sexistas, el lenguaje, no. Eso afirma usted.

Cualquier prejuicio se refleja en el lenguaje. Si somos sexistas se manifestará. Pero lo que no veo claro es que se lleven las cosas hasta el extremo. Soy respetuoso, pero seguro que si se empeñan en que se diga portavoza lo van a conseguir. Eso sí, que no cuenten conmigo para dar validez a una palabra compuesta por un verbo y un sustantivo femenino, la voz. Cualquier cosa que se pueda alterar o contradecir la considero aceptable siempre y cuando no interrumpa la comunicación, además del sentido común, el estilo, la belleza...

Algo parecido a lo que ocuerre con la vestimenta.

Hay una frase de un escritor maravilloso, Héctor Abad Fasiolince, en román paladino, en la que afirma que a él tampoco le gusta indicar cómo la gente debe comer, vestirse o peinarse, pero eso sí, cuando se hace en privado. En la esfera pública considera que hay normas que deben cumplirse. Y lo mismo sucede con la lengua. Es el caso, por ejemplo, de la comunicación por whatsapp, que es interpersonal. Otra cosa bien diferente es cómo se debe redactar una noticia en las páginas de un periódico.