irígete al Sur" ? Eso me dijo mi amigo cuando le llame por teléfono para tratar de encontrar la entrada al recinto donde iba a presenciar mis primeros partidos de esports. Yo miré alrededor desorientado y me acordé de las películas americanas de acción donde los protagonistas se dan indicaciones con los puntos cardinales, no tenía ni idea de donde estaba el norte o el sur, solo sabía que estaba en Burbank, en Los Ángeles, y que mi teléfono decía que había llegado a la dirección seleccionada. Decidí empezar a andar hacia mi derecha y a los pocos metros vi la entrada al recinto, la diosa fortuna me había orientado al sur.

Iba con un pase VIP, así que según entre me dieron un tour y me enseñaron todas los intríngulis del recinto. En el escenario, doce chicos muy jóvenes divididos en dos equipos de seis jugadores y mirando cada uno a su ordenador hacían que el publico asistente vibrara y rompiera en aplausos. Yo no entendía nada de nada, en una gran pantalla veía cómo se desarrollaba el juego y un locutor por megafonía radiaba con energía los avances de uno y otro equipo. El lugar donde se desarrollaban los partidos era un viejo plató de la NBC totalmente renovado donde Johnny Carson emitió su show nocturno durante treinta años. Ahora los controles de realización estaban con los puntos de vista de los jugadores y con los planos generales, más de veinte imágenes que el equipo de realización se esforzaba en mezclar de la mejor manera posible para retransmitir ese partido por Internet, donde cerca de 250.000 espectadores lo iban a ver con su locución, cortinillas musicales, estadísticas, repeticiones y, cómo no, comentarios de unos periodistas especializados en los intermedios. Vamos, como en cualquier otro deporte convencional. Después del tour me senté en las gradas, la gente comía nachos y bebía refrescos, otra coincidencia más.

Empezaba el segundo de los tres partidos de la noche y ese era el que nos interesaba: Los Ángeles Valiant, el equipo donde trabajaba mi amigo y cicerone esa noche, se enfrentaban contra los Shangai Dragons. En teoría los Valiant eran los favoritos y pronto lo demostraron, me contaron que habían fichado a dos nuevos jugadores un francés y un coreano aprovechando la ventana de fichajes al inicio de la liga. Yo intentaba entender el mecanismo del juego pero no era capaz, mientras los centenares de espectadores animaban y jaleaban a los jugadores que con la mirada fija en sus monitores trataban de avanzar y ganar el mapa (así se llamaba lo que yo, de otra época, hubiera llamado pantalla)

Había cuatro mapas y había que ganar tres de ellos para ganar la partida (el partido, como dicen ellos). Cada equipo, con sus seis jugadores, tenía estrategias de ataque y de defensa, movimientos estratégicos ensayados y mecanizados, rutinas de defensa y coreografías de ataque. Me dicen que cada equipo cuenta con varios entrenadores que perfeccionan cada aspecto del juego, los entrenamientos son diarios, la disciplina férrea y los sueldos empiezan a ser muy altos, hasta aquí las similitudes con el fútbol o baloncesto son evidentes, pero luego hay diferencias: la velocidad de Internet es muy importante, si un equipo se entrena con una velocidad menor puede verse perjudicado en el partido, otra velocidad, la de refresco de los monitores, es vital y me cuentan que los monitores se quedan rápidamente obsoletos y que los jugadores, gracias a esas décimas de segundo que un buen monitor te concede, pueden buscar situaciones de superioridad para acabar con el adversario. Yo escuchaba todo con atención, pero era como si me hablasen en una lengua muerta del imperio persa, seguía sin entender nada.

Otro factor que se repite con respecto a los juegos convencionales es la primacía de un país: en el fútbol Brasil lleva décadas dando a los mejores jugadores, la NBA y Estados Unidos exportan jugadores de baloncesto desde que tenemos memoria, y en los esports la potencia es Corea del sur. Las nuevas tecnologías, la rapidez de Internet allí y sobre todo, la gran afición hacen que miles de adolescentes dediquen horas y horas a jugar y que los equipos de medio mundo busquen entre esos post adolescentes a sus futuros jugadores estrellas. Los Valiant cuentan con jugadores de Francia, Estados Unidos y Corea y tienen traductores de cada uno de los idiomas, además los entrenadores también son Coreanos.

El partido está en el mapa tres y está claro que los Valiant van a ganar, de vez en cuando el recinto se viene abajo con los aplausos del público. Miró la gran pantalla y veo porcentajes, metros recorridos, unidades de todo tipo subiendo y bajando y mi impresión es que todo va rapidísimo, los espectadores aplauden, vibran y jalean a sus jugadores mientras que estos tratan por todos los medios y coordinados con sus compañeros de conquistar una posición optima, conseguir una leve ventaja con la que vencer a sus rivales que, como gato panza arriba, defienden su posición. El cronómetro baja, quedan treinta segundos, anuncia una voz femenina, casi lo único femenino que veré en toda la noche: los jugadores son chicos, los entrenadores son chicos y los periodistas son chicos. En el siguiente partido hay una chica coreana, muy buena, me dicen, pero es la excepción. Quedan quince segundos, el público aguanta la respiración, un adolescente sentado a mi lado anima a los Valiant, los Shangai Dragons lo intentan a la desesperada, pero la voz femenina nos indica que se ha acabado el partido. Los Valiant han ganado, aplausos, caras de felicidad en los ganadores, resignación en los perdedores, saludos, educación , deportividad y aplausos por parte del publico. Yo sigo sin entender nada aunque me esfuerzo. Los códigos, eso sí, son los mismos que en los deportes convencionales, aunque aquí la verdad se hace poco deporte, esto es no se suda y no se corre, pero yo no soy quien para decir lo que es deporte o lo que es espectáculo. Sí me doy cuenta que los espectadores esperan el siguiente partido emocionados y el adolescente de mi lado está en el quinto cielo con la victoria de los Valiant ,y supongo que para ellos esto es un deporte, así que decidí no pensarlo más, me compré unos nachos y un refresco y pensé a cuál de los dos equipos iba a animar en el siguiente partido. La disyuntiva era los Seoul Dinasty o los San Francisco Shock, y decidí que visto lo visto tenían más posibilidades de ganar los orientales. El locutor anunció las alineaciones y yo aplaudí a Seoul Dinasty, a mi nuevo equipo. El adolescente de mi lado aprobó mi elección y juntos nos dispusimos a ver el primer mapa, él entendiendo todo y yo? nada.