Hay silencios que se clavan como alfileres en el alma, silencios que apaciguan a los espectadores mientras esperan una nueva sorpresa. Eso es lo que volvió a sentir ayer la audiencia que acudió al Auditorio de Tenerife para ser testigo de la última puesta en escena de "Sombras", una creación que lleva la firma de Sara Baras, que retuvo el aliento de los asistentes durante algo más de una hora y media de música, palmas y taconeo de alta escuela. ¡Nada que no se supiera!

En medio de una escenografía opaca aunque elegante, la bailadora reconquistó un espacio que había domesticado la tarde-noche del pasado domingo. Baras es un "animal" de los escenarios, un ser que se transforma en cuanto pisa las tablas. Fuera se queda una mujer que destila una supuesta "fragilidad" que se convierte en furia con los primeros acordes. Ella lo define como "magia", pero desde el patio de butacas las emociones se multiplican hasta edificar una atmósfera que desprende colores, movimientos, sonidos e incluso aromas a un flamenco puro que eclosiona hasta alcanzar formas vanguardistas (entre los colaboradores está el virtuoso Ara Malikian) que dotan a la soledad de una hermosa apariencia.