Pablo Milanés ha decidido agotar su ciclo vital cerca de los escenarios. En compañía de un público como el que anoche no llenó la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife para ver uno de esos conciertos que acaban con la clientela de camino a casa especulando con la edad del artista que acaban de ver y oír en directo. "Está muy mayor, pero aún tiene algo". Ese y otros comentarios resumen un reencuentro lleno de recuerdos.

Milanés volvió a una Isla que en los últimos tiempos se convirtió en uno de sus santuarios favoritos: La Laguna, La Orotava, Santa Cruz... Con un formato minimalista -un piano y un violonchelo- y un puñado de canciones que se han grabado a fuego en la memoria de sus seguidores, el cubano enseñó sus debilidades y las de las personas que asistieron emocionadas a una nueva cita del Festival Mar Abierto. "Matinal", "Plegaria" y "Si ella me faltara alguna vez" abrieron un catálogo musical que se pierde en el tiempo.

"Amor de otoño", "La felicidad" "Nostalgias", "Días de gloria" o "Ya ves" fueron cayendo en un saco que reservó un espacio final para "Años", "Para vivir", "Yolanda" y, por supuesto, "El breve espacio en que no está".