Fue el pasado mes de febrero, con ocasión de una subasta organizada por la empresa Juan Naranjo S.L. en Madrid, cuando el Cabildo de Tenerife pujó por el total de 141 piezas de la colección de Eduardo Westerdhal que se ponían a la venta, hasta entonces propiedad de su hijo Hugo, en la idea de recuperar la integridad del legado personal de este destacado exponente de la vida cultural de Tenerife y evitar de esta manera su dispersión.

Frente al interés mostrado por diferentes centros de arte y también de particulares, se impuso finalmente la apuesta global de la Corporación insular que, con un desembolso de 97.000 euros, logró recuperar un conjunto de documentos que representan una etapa sustancial de la historia cultural de la Isla.

En la mañana de ayer, durante la presentación en público de esta colección, el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, fundamentó que la compra íntegra de este conjunto se explicaba por el hecho de "salvaguardar la unidad y evitar la disgregación" de un archivo que calificó "de incalculable valor para la cultura española contemporánea y, especialmente, para la herencia cultural de Canarias".

El presidente del Cabildo recordó el importante papel que Eduardo Westerdahl desempeñó en la sociedad del siglo XX, llegando a ser uno de los críticos y promotores artísticos más importantes del país y de Europa. "Gracias a esta nueva adquisición, que ahora pasa a formar parte de la Colección del TEA, podremos seguir explorando en este periodo artístico y abundar en el papel que vinculó a Canarias con las vanguardias artísticas", añadió.

Por su parte, el director insular de Cultura, José Luis Rivero, detalló que los fondos adquiridos, integrados por 141 lotes procedentes de la biblioteca y de los archivos del propio Westerdahl, incluyen un corpus de fotografías, foto-collages, dibujos, libros, en su mayor parte dedicados a Eduardo y Maud Westerdahl, así como también varios álbumes que contienen fotografías, dibujos, recortes de papel y textos autógrafos.

"A través de este archivo se pueden conocer las redes de relaciones y la orientación ecléctica de Westerdahl, sus diversos contactos epistolares y su actividad como crítico de arte", detalló el responsable de Cultura del Cabildo quien, además, quiso resaltar, tal y como se recoge en este archivo, la labor y el valor del trabajo realizado por una artista de la categoría de Maud Westerdahl.

Rivero también incidió en el hecho fundamental que supone disponer de esta colección al completo, un archivo que, a su juicio, "ayuda a explicar cuáles eran los parámetros de la gestión cultural en Canarias durante aquellos años" y abordar en profundidad la figura del pensador y aglutinador que fue Eduardo Westerdahl.

Isidro Hernández, conservador jefe de la Colección del TEA, puso el énfasis en algunas de las piezas más destacadas, caso de los libros que llevan la dedicatoria de artistas de la categoría de Paul Éluard, Guillermo de la Torre, Roland Penrose, Pablo Picasso o Artur Lundkvi. También se refirió a la valía de los álbumes, donde se muestran algunas de las diversas fotografías que el propio Eduardo Westerdahl captó sobre distintos escritores y artistas del momento, muchas de ellas incluidas en los álbumes personales del autor.

Respecto al estado de conservación de este archivo, Hernández reconoció que es "bastante óptimo" y que pese a que habrá "que corregir algunas cicatrices que el tiempo ha dejado en los libros y algunos documentos, estas correcciones no son significativas".

La actividad de Eduardo Westerdahl (Santa Cruz de Tenerife, 1932-1983) fue notable. De procedencia sueca, su vida profesional la desarrolló como empleado de banca. De formación autodidacta, tomó contacto con las vanguardias europeas de los años veinte y treinta y artistas como Óscar Domínguez se sirvieron de sus relaciones cosmopolitas para trabar relación con el movimiento surrealista.

Desde la revista Gaceta de Arte, junto a Pérez Minik, López Torres y Pedro García Cabrera, entre otros, aglutinó a figuras como Andre Breton y a otros líderes de la vanguardia estética de parte del siglo XX, siendo uno de los catalizadores de la Primera Exposición Surrealista que se celebró en el mundo, en 1935, en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.