La música es quizás el mejor de los tratamientos contra el desamor, la nostalgia y hasta contra la intolerancia, la homofobia, el machismo y el racismo. Y la capacidad de emocionar con simpleza y ternura, con promesas y juramentos sea, posiblemente, la llave maestra con la que Pablo Alborán es capaz de abrir las almas.

El de anoche en el parking del Parque Marítimo no fue el concierto, fue un concierto -que, por cierto, el malagueño dedicó a Milagros, quien escuchaba desde el cielo-, porque a este chico le sobra corazón, a veces hasta pareciera que se le sale por la boca, y también unos buenos puñados de talento para ofrecer aún muchas más noches de ensueño.

Pablo Alborán tiene "duende". Su simple presencia sobre el escenario, esa mirada lánguida y su sonrisa cautivadora, abierta, son capaces de provocar una especie de éxtasis colectivo y conquistar así al público, en su mayoría femenino y familiar, amorosándolo al compás de una cadena de temas, más de una veintena, que se iban coreando en un ejercicio de encantadora y hasta asumida complicidad.

Como parte de la gira "Prometo", y durante dos horas, no faltó una mezcla heterogénea entre los clásicos y los nuevos trabajos, como "No vaya a ser", que abrió la actuación, "Cuerda al corazón", "Lo nuestro", "Al paraíso", "Saturno", "Curo tus labios", "Vivir" o "Prometo", junto a melodías como "Pasos de cero", "La escalera" o "Recuérdame", de su álbum "Terrat", también "Quimera", de su trabajo "Tanto", o "Te he echado de menos", hasta llegar a "Solamente tú", el título de la balada con la que debutó y que provocó el clímax.

Lo cierto es que este intérprete ya se manifiesta como una criatura de su tiempo y en su repertorio se aprecian guiños a los sonidos latinos -un mercado abierto y del que ahora regresa-, incluidos sensuales movimientos de cadera y cadencias rítmicas.

Pablo Alborán derrochó anoche corazón y talento.