Si van a ir a París este verano y les apetece rodearse de aplausos, música, pausas, canciones, risas infantiles a veces ... no dejen de ir a La Seine Musicale, porque eso es lo que es al final la obra de arquitectura de la que les voy a hablar hoy. Como cualquier auditorio del mundo, un lugar listo para recibir a sus audiencias y resonar con mil sonidos, con la música activando dopamina en nuestros cerebros.

El año pasado, Shigeru Ban finalizó su obra La Seine Musicale en la isla de Seguin, enclave fundamental del pasado industrial de París. Una sala de conciertos con una cúpula estelar y dramáticos interiores de hormigón y madera. Es curioso, porque resulta diferente a otros edificios del mismo arquitecto japonés en la misma ciudad, como la delicada y transparente extensión del Musée du Luxembourg.

También es curioso que el Premio Pritzker, otorgado a Shigeru Ban en 2014 por su implicación social, por ser un arquitecto que reconoce el hecho de que nuestra sociedad necesita regeneración y porque su trabajo se considera una fuente de esperanza de que la recuperación sostenible es posible, realice una obra así, al estilo de las grandes obras parisinas sin límite presupuestario.

Quizá las incoherencias que se ven en el diseño de La Seine Musicale vengan dadas porque no es fácil colaborar con un arquitecto local, en este caso con Jean de Gastines, y es que parece como si algunas partes tuvieran el claro sello de Shigeru Ban, de ligereza e ingravidez, mientras otras no, caso del patio de butacas.

Curiosa es también la poca información que he encontrado en la red sobre la financiación del proyecto, parece ser que resultado de un acuerdo entre el Departamento de Hauts-de-Seine y la compañía Tempo-Île Seguin, pero también se comenta que capital japonés privado ha participado en la misma. Como una especie de diplomacia cultural japonesa.

El nombre es muy singular: La Seine Musicale, vinculando la música al río que da forma a la región de París. El nombre recuerda tanto a su fundación local como a su alcance internacional y nos habla del deseo universal de volver a París a recorrer el Sena.

El contenido está bien pensado: es un lugar para presentaciones en vivo, emociones y ocio, que también ofrece espacio para artistas en residencia permanente (Laurence Equilbey e Insula Orchestra, Gaël Darchen y La Maîtrise des Hauts -de-Seine, Philippe Jaroussky y su Académie Musicale).

Un lugar para la vida y para la música, donde la sala principal es solo una parte que se mezcla amablemente con un jardín, con locales para músicos, espacios para tocar música en conjunto, estudios de ensayo y similar y, por supuesto, con el río rodeando todo el conjunto.