Un gran número de obras inéditas del artista tinerfeño Carlos Chevilly, realizadas entre los años 1936 y 1977, conforman la exposición "Enigmas exactos: Carlos Chevilly y la naturaleza muerta moderna", cuyo plazo de apertura ha sido ampliado hasta el 7 de octubre tras la gran acogida registrada.

La muestra de este pintor, que ha merecido el beneficio de la admiración y el respeto de varias generaciones de artistas e intelectuales de las Islas, reúne un gran número de obras inéditas, convirtiéndose en la mayor exposición que se ha dedicado hasta la fecha.

Esta colección de obras de Carlos Chevilly de los Ríos (Santa Cruz de Tenerife 1918-1978), que no pretende ser una antológica del artista, solo aspira a detenerse en un aspecto concreto de su trayectoria creativa: sus trabajos realizados en medio siglo, momento en el que su pintura se detiene en el estudio y perfeccionamiento de la naturaleza muerta y del retrato.

Asimismo, los trabajos expuestos en TEA no solo se presentan de manera individual sino en relación con algunos otros protagonistas de su contexto artístico, de forma que esta muestra se enriquece con una treintena de obras de otros autores como Eduardo Westerdahl, María Girona, Ángel López Obrero, Mariano de Cossío, Margaret Watkins, Juan Ismael, Teodoro Ríos, Enrique Lite, Pedro de Guezala, Harry Beuster, José Aguiar, Cristóbal Hall, Pancho Cossío, Joaquín Peinado, Paul Outerbridge, Otho Lloyd, Esko Mannikö, Benjamín Palencia y Maud Westerdahl.

"Enigmas exactos: Carlos Chevilly y la naturaleza muerta moderna" cuenta con la colaboración de Los Bragales, la Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía (COFF), la Real Academia de Bellas Artes, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), el Cabildo de Tenerife, el Gobierno de Canarias y muchos particulares que han querido ceder sus obras para esta muestra.

El comisario de la exposición, Isidro Hernández, destaca el carácter innovador de su pintura, que prolonga las corrientes de la neofiguración y del denominado realismo mágico de la pintura europea de entreguerras en la difícil década de los años cuarenta y cincuenta. Asimismo, considera que, tal vez por su dedicación a la pintura, Carlos Chevilly representa, como ningún otro ejemplo, la dignidad del oficio del pintor.

Su actitud silenciosa, y hasta podríamos decir que su parcial olvido, representa, en cierto modo, el silencio y la pobreza cultural de la posguerra española. Y la elección de los motivos de su pintura, objetos pequeños, inanimados, elementales, como un vaso de agua, un limón, una jarra o una caracola, responde tanto a la austeridad de su carácter vital como de la época que le tocó vivir.

Pocos pintores en Canarias han sabido llevar tan lejos el género de la naturaleza muerta como Carlos Chevilly, pues sus cuadros, generalmente de pequeño formato, han sabido mostrar de forma elocuente la extrañeza que descansa en los objetos cuando estos se encuentran solos, inertes y ordenados sobre una mesa.