El concepto de "hombre orquesta" es el mejor resumen que se puede hacer para explicar el rol que juega Diego Navarro dentro de la estructura del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife. Aunque él siempre se expresa en plural para destacar el buen funcionamiento de una aventura que hoy llega a la línea de meta de su decimosegunda edición -el compositor y director de orquesta destaca los apoyos de Ana Molowny y Pedro Mérida-, su figura se multiplica por los recovecos de una agenda que nunca logra dejar indiferente a los amantes del género de las bandas sonoras. "He arriesgado mi patrimonio personal por Fimucité", asegura a escasos doscientos metros del Castillo de San Juan de esta capital (Castillo Negro).

¿Sería capaz de imaginarse su vida sin Fimucité?

Ya son 12 años de historia. De buenos y malos momentos, pero en estos 12 años las personas que han formado parte de Fimucité lo han dado absolutamente todo. En medio de esta hermosa aventura nació mi hijo, que ya estaba en la barriga de su madre el día que ella ejerció como presentadora del concierto sinfónico de 2009, y ese es un vínculo difícil de olvidar. Él ha crecido con el festival y, a pesar de que en más de una ocasión he intentado imaginarme una vida sin Fimucité, en mi "planing"de trabajo anual siempre reservo un hueco, que no es precisamente pequeño, para disfrutar al máximo esta experiencia.

¿En estos 12 años de historia hay algo que no pudo convertir en realidad?

Siempre hay algo que no se pudo hacer en el instante que nosotros queríamos por razones de agenda, pero el balance es positivo. Fimucité no son los 15 días de festival, Fimucité es un año de gestión en la que siempre puede aparecer un imponderable que hay que resolver de la mejor manera posible.

¿Esperaba llegar hasta aquí en estas condiciones?

Todo en la vida tiene una fecha de caducidad, pero la de este festival todavía no ha llegado. Espero disfrutar de él unos cuantos años más.

El otro día, en el teatro Leal, envió un mensaje en ese sentido: "¡Larga vida a Fimucité!".

Esa no fue una frase que dije con segundas intenciones. Estoy convencido de la existencia de esa larga vida.

¿Sueña con esa gala redonda en torno a una gran figura de la composición de música para cine?

Ese sueño ya se cumplió con la presencia de Howard Shore. Fue un "shock" total, pero por aquí ya han pasado grandes figuras internacionales. Los que no han venido aún fue porque sus agendas no eran compatibles con Fimucité. Este es un festival de proyectos, no de personas. Si viene una gran estrella la vamos a tratar maravillosamente, pero nuestro reto es mostrar a los espectadores ideas que han sido paridas aquí... En ese sentido, nadie puede poner en duda que ofrecemos un producto exclusivo.

Para lo bueno y lo malo, un proyecto de este calado genera alegrías y, a su vez, algunas envidias. ¿Ha aprendido a vivir entre esos dos extremos?

Sí. Por muy buena intención que pongas a la hora de hacer bien las cosas, siempre habrá personas que no van a aceptar al cien por cien lo que haces. La vida es así de complicada: nunca llueve a gusto de todos. Eso es algo que hay que asumir con naturalidad. Soy consciente del lugar que ocupo y todo lo que se genera cerca de mí. La envidia es una palabra que no está en mi vocabulario; sé que existe pero no la puedo evitar. Prefiero quedarme con las buenas energías que me transmiten las personas que aman a Fimucité.

¿Reconoce algún enemigo declarado de este festival?

No, la verdad que no... Aún no hemos llegado a ese punto (sonríe). Habrá gente que no sienta simpatías por el festival y gente que aguarda con impaciencia la llegada de una nueva edición de Fimucité.

¿La bolsa de aliados es más pesada?

Pesa más porque son plenamente conscientes de los sacrificios que hay que realizar para llegar al punto en el que hoy nos encontramos. Estamos hablando de unos esfuerzos de proporciones galácticas. Sin la suma de esos desvelos sería imposible durar 12 ediciones.

¿Qué porcentaje de "culpa" tienen los espectadores del éxito de esta propuesta cultural?

Uno extremadamente alto. Nos dieron su cariño desde el primer día y sabemos que jugamos con sus emociones. Esa responsabilidad no se olvida por muchos años que pasen.

¿Se arrepiente de haber creado este "monstruo" musical?

No. Arrepentirme no, pero sí que hemos sufrido. En alguna ocasión bastante más de lo que dimos a entender a la sociedad. Yo no oculto que hemos vivido instantes muy duros, sobre todo, en los picos más altos de la crisis económica.

¿Y en esos instantes críticos vio peligrar la continuidad del festival?

En más de una ocasión y, repito, sin dar señales al público de que eso podía suceder. Si no ocurrió fue gracias al magnífico equipo de producción que tenemos. En una balanza es más pesada la magia que hemos logrado generar alrededor de Fimucité que esos días críticos. El tránsito de la tercera a la cuarta edición (2009-2010) fue enormemente complicado. Casi nos quedamos, pero entendimos que aquello había que salvarlo de la mejor forma posible porque la historia nos reservaba algo mejor. Se produjo un reseteo que nos permitió crecer de forma gradual.

¿Usted es de los que se llevan el trabajo a casa?

El trabajo no entra en casa. De hecho, una de mis pequeñas conquistas fue sacarlo de casa. Hace unos años saqué el estudio de allí para separar mi faceta profesional de la personal. Me cuesta controlar toda la música que tengo en mi cabeza y esa es una razón más para no trabajar en casa. Cuando llegan esas fases de saturación hay que recurrir a alguna que otra valeriana para caer rendido.

¿Pero eso no impide que las llaves del estudio siempre estén en su bolsillo?

No... Aquí están. Las llaves del estudio siempre van en el bolsillo. A pesar de mis momentos de despistes, las llaves siempre van conmigo.

¿En estos 12 años de historia hay algo que no pudo convertir en realidad?

Siempre hay algo que no se pudo hacer en el instante que nosotros queríamos por razones de agenda, pero el balance es positivo. Fimucité es un sinónimo de excelencia y el público sabe recompensar nuestras propuestas.

¿Además del tiempo que le ha quitado a su familia, qué riesgos ha asumido para poder vivir este momento?

Cada año nos lo jugamos todo... He arriesgado mi patrimonio personal por Fimucité. En la gestión cultural los promotores no suelen ir tan lejos, pero en nuestro caso hemos jugado con los intereses económicos de las personas que han creído ciegamente en esta aventura. Los apoyos institucionales son básicos para que Fimucité siga con vida, pero el verdadero oxígeno lo tenemos en la venta de entradas. Gracias a la adquisición de esos "tickets" podemos respirar de una manera más o menos saludable. Estas producciones requieren de una estrategia financiera compleja y si no cubrimos gastos: Houston, tenemos un problema...

¿Ahí es cuando el gestor debe aparecer por encima del compositor y director de orquesta?

El que aparece en esos casos es el gestor. Ahí es cuando emerge el triángulo mágico (Diego Navarro, Pedro Mérida y Ana Molowny) para sacar las castañas del fuego. Esa valentía hay que ponerla de relieve para que el público conozca que una producción tan grande implica asumir una serie de riesgos que en muchas ocasiones no se pueden explicar con palabras.

¿Dirigir a la OST durante el festival es una válvula de escape?

Dirigir es una forma de expresión... Yo me considero un compositor que dirige. Aunque llegan a ser complementarias, mi primera carrera es la de compositor y mi segunda la de director...

¿Pero podría pasar una edición sin agarrar la batuta?

No. Eso no lo haría nunca. Soy consciente de que este festival tiene algunos hábitos que no se pueden cambiar. Una de esas tradiciones es dirigir uno de los grandes conciertos. Ahí existe una conexión difícil de romper. No. No podría pasarme el festival sin dirigir un concierto, eso es algo que también espera el público. En varias ediciones llegué a cometer la locura de dirigir los dos sinfónicos, pero un buen anfitrión necesita tiempo para tratar bien a sus invitados. De hecho, no hay otro ejemplo en el mundo en el que el director de una cita de estas características acabe dirigiendo a la orquesta. ¡Eso solo ocurre en Fimucité!

¿De no haber sido compositor, qué otra profesión habría elegido?

Compositor... Hay una profesión que admiro profundamente por el enorme respeto que me merecen los profesionales que la ejercen. La medicina es un campo que siempre llamó mi atención.

A escasas horas de "liquidar" una edición más de Fimucité, ¿igual nos puede adelantar algo de un proyecto que se estrena el próximo mes: la música de la película "El fotógrafo de Mauthausen"?

Es una grandísima producción que se podrá ver en los cines a partir del 26 de octubre. Escribir esa música ha sido una experiencia intensa. No solo por la cantidad de tiempo que he invertido en esa faceta, sino por la responsabilidad de crear una partitura que se adaptara a un capítulo tan dramático de la historia. Esta es la película más redonda que existe en toda mi filmografía. Estoy muy feliz con el resultado final.