Novelista, crítica y traductora, Angharad Price es también profesora de galés, un idioma que apenas hablan unas 700.000 personas y que ella emplea de forma "natural" en su vida diaria y para escribir sus obras, como "La vida de Rebecca Jones", publicada ahora en castellano y catalán.

En una entrevista con Efe, ha explicado que le encantaría decir que "es una acción de reivindicación política, pero no, es la manera en como me sale, es mi idioma materno y yo el 95 por ciento de mi tiempo lo paso en galés".

"Escribir ''La vida de Rebecca Jones'' en inglés hubiera sido como tocar el piano con guantes, la música no sonaría demasiado bien", ha apuntado.

Tampoco ha obviado que, "cuando eres hablante de un idioma minoritario, pronto te das cuenta de que tiene una dimensión política y de que existen tensiones entre idiomas minoritarios y mayoritarios".

A la vez, ha calificado de "muy positiva" la experiencia de que su libro se haya traducido al catalán, porque cree que "los intercambios entre culturas minoritarias son muy interesantes y hay que proseguir con ellos".

Editada por Rata, con esta novela Price obtuvo en 2002 la Medalla de Prosa durante el Eisteddfod Nacional y el Consejo de las Artes Galesas lo consideró Libro del Año en 2003.

En ella, de la mano de Rebecca Jones, narra la historia de una familia que vive en una granja en el remoto valle de Maesglasau, durante el siglo XX, con tres de los hijos ciegos.

Angharad Price rememora que empezó a darle forma a la historia cuando en el año 1999 falleció su abuela Olwen, que se había instalado en esa granja durante la Segunda Guerra Mundial al casarse con su abuelo, que tenía tres hermanos invidentes.

La intención era homenajearla a ella y a un espacio, en medio de Gales, "lluvioso, con ovejas pastando por todas partes", donde ella pasó todas las vacaciones de su infancia.

En el momento del óbito de su abuela tuvo conciencia de que las generaciones mayores iban muriendo y con ellas marcharían muchas historias orales, que ella no quería que desaparecieran y "que se debían plasmar, como lo que ocurrió con estos tres hermanos ciegos".

Estos personajes, Gruff, William y Lewis, remarca que, aunque haya construido una novela, fueron reales: "Eran los hermanos de mi abuelo y los llegué a conocer muy bien, especialmente a William, que siempre hacía las mismas rutinas, como comer a la misma hora y de la misma manera".

Estar en contacto con ellos, les ayudó a ella, sus hermanos, y sus primos a "no dejar cosas en medio del paso, a cerrar las puertas y a ser ordenados para que ellos pudieran vivir sin problemas".

En el libro remarca que estos tres hombres, aunque nacidos en un ámbito rural y de habla galesa, fueron escolarizados a la anglicana en una institución de Worcester en Inglaterra, con lo que "su vida estaba partida en dos mitades: por un lado la galesa y por el otro la inglesa, y era curioso escucharlos hablar en un inglés perfecto, con el mismo acento que el de la reina, y, al mismo tiempo, con un galés muy rural".

Respecto al personaje de Rebecca, Price comenta que fue creciendo como personaje de novela a partir de una fotografía grande que había en una de las paredes de la granja y que solía mirar fijamente cuando era niña.

Apunta que con ella rinde tributo "a todas las mujeres de la sociedad galesa de esa época, con un papel fundamental y, en cambio, nada reconocido".

A pesar de enfocar al pasado, la novela no rezuma nostalgia en ninguna de sus páginas porque, aunque se cuenta una bella historia de convivencia, "la vida en un entorno como el de la granja era muy dura y hoy lo podría seguir siendo si no fuera por la tecnología, que ha liberado a los granjeros y sus esposas de trabajos muy físicos".