Su timbre de voz es cercano y, además, lo acompasa de una manera familiar. Ayer, Celso Albelo cumplió años, que es tanto como una forma de medir el tiempo de se madurez personal y profesional. A escasos días le espera el calor de su público en el Auditorio.

El rol de Edgardo, el tenor protagonista de la ópera "Lucía de Lammermmore", es ciertamente complejo, ¿verdad?

Sí, en la línea de los típicos personajes románticos italianos que siempre manifiestan una dualidad, una contradicción entre el amor a la patria y el amor a la mujer. Por esa razón, parece que siempre viven contrariados. Son personas que mantienen unas posiciones firmes, con unos ideales muy marcados, y como en esta época eso no es precisamente lo habitual y tampoco está de moda, siempre dan esa impresión de estar insatisfechos.

¿Y hablando del estilo?

Pues encontrar el equilibrio entre una cosa y otra representa, sin duda, una de las tareas más complicadas, porque el intérprete puede caer en la tentación de un verismo innecesario que, aunque también esté de moda, se aleja de los cánones belcantistas. Estamos en un mundo moderno donde cada vez resulta más difícil conmover a la gente, pero uno no se puede apartar de las pautas de belleza típicas del siglo XIX.

En esta obra de Donizetti, ¿el tenor debe ser robusto?

Sí, pero también elástico dentro de esa robustez, de manera que sea capaz de articular el acento dramático y, de igual manera, la flexibilidad vocal cuando habla del amor puro y verdadero hacia la mujer, ese abbandono romántico que caracteriza a los personajes del bel canto.

¿Y cómo se alcanzan los sobreagudos?

Pues no son sino una consecuencia de muchos elementos, pero sobre todo suponen el resultado de bastantes horas de estudio y también de un poco de suerte.

Esos fraseos terminados en Fa y Sol, las dinámicas, las medias voces...

Todo eso está englobado en lo que es el estilo belcantista y para alcanzar un determinado fraseo están las direcciones musicales. El sobreagudo, al fin y al cabo, no viene a ser sino la consecuencia final de la aplicación de un conjunto de dinámicas vocales.

Un montaje como este "Lucía de Lammermmore" de Donzizetti, que va a estrenarse la próxima semana en el Auditorio, podría haberse programado en cualquier teatro del mundo, ¿no?

Sin lugar a dudas. Basta echar un vistazo a los curriculums, tanto de la soprano Irina Lungu, como también el mío, junto con el del maestro Christopher Franklin; hemos pasado por todos los grandes escenarios del mundo, no hay ninguno en el que no hayamos interpretado.

Una razón más que suficiente para que la gente acuda a disfrutar de la obra.

¡Claro! Hay muchas cosas que tienen que mejorar, si bien eso no deja de ser más que la opinión de Celso Albelo. Lo que está claro es que las cosas van por el camino ideal y todos debemos empujar en el mismo sentido.

¿Se canta como se vive?

En el canto sucede una cosa muy particular y es que si te fijas con cierto detenimiento, si observas y analizas, caes en la cuenta de cómo es la persona. El canto muchas veces te descubre el alma. Y no es tanto que vivas como cantas, sino que muestres en el fraseo lo que realmente eres por dentro.

¿Cómo se cuida un instrumento como es la voz?

Si le haces demasiado caso te conviertes en un histérico, en una persona insoportable. Se trata de un instrumento muy caprichoso que se ve afectado por lo emocional y ya no digo por agentes externos como el frío, el calor, la acidez, si te mandas un vaso de vino de más... (Ríe). También está lo de alimentar el alma, que para un cantante también resulta importante. Lo ideal es encontrar el equilibrio entre una cosa y la otra. Yo intento ser bastante deportivo en ese aspecto.

¿Qué tiene el repertorio francés que resulta tan atractivo?

Los compositores románticos franceses tienen otro tipo de colorido, el de Donizetti es completamente diferente al de Gounod, y también la paleta de colores que ofrecen, tanto uno como otro, te enriquecen.

Para un cantante es básico dominar varios idiomas.

En mi caso domino el inglés y, más o menos, el español (Ríe). En cuanto al francés, controlo el alfabeto fonético. Es un input más que ye ayuda a seguir y si eres curioso... Por supuesto hablo el italiano, porque mi mujer es romana y también mis hijos...

Hablando sobre sus hijos, ¿de qué manera influye la familia en el Celso Albelo tenor?

Ahora me encuentro más sereno y tranquilo. Sí es verdad que la responsabilidad es mayor, que requieren tu atención. Pero si tengo que decir una verdad, si debo renunciar a algo pues obviamente no será a mis hijos.

Después de una temporada frenética, ¿considera que ha llegado el momento de aquietarse?

Es algo que ya estamos trabajando en clave familiar, sin que eso vaya a suponer que tenga que dejar de cantar.

Porque la soledad suena...

La tecnología ayuda bastante y, además, tengo la enorme suerte de que mi mujer forma parte del ambiente de la música clásica y para nosotros subirnos a un avión es como hacerlo a un taxi, una guagua o al tranvía.

Y metidos en otras partituras, ¿qué roles piensas debutar?

En febrero haré "Un balllo in maschera", de Verdi, y por ahí hay proyectos importantes siempre con Verdi. De Donizetti el próximo año grabo "Il Paria", que es una ópera rara, que la presentaremos en un concierto en Londres; luego está "Boheme" y es probable que debute en Omán, también iré a Japón...

¡Pues menos mal que iba a estar tranquilo!

Pero voy y vengo (Ríe). Lo que si me gustaría es, de una manera u otra, estar relacionado directamente con la cultura en Tenerife. Y es que uno, cuando desarrolla toda una labor tan egocéntrica, se plantea la posibilidad de ofrecer más cosas desde un punto de vista diferentes, fresco... No sé de qué manera, pero algo tendré que inventar.

Hace unos días elogiaba de manera pública el proyecto de Ópera de Tenerife.

El nuevo proyecto nació con el concierto que di sin cobrar caché, gratis. La Ópera (s)tudio funciona muy bien, la calidad está ahí, pero creo que el organigrama está creciendo a una velocidad que requiere echar una mano, porque la gente se está dejando la vida.