El análisis de restos dentales de una mujer que murió entre los siglos XI y XIII y fue enterrada en un monasterio alemán han permitido detectar la participación femenina en la elaboración de manuscritos, una actividad en la que se asumía que desempeñaron un papel menor.

El hallazgo lo publica hoy la revista "Science Advances" y tiene que ver con las partículas de lapislázuli encontradas en la dentadura de una mujer que debió morir entre los años 1000 y 1200 y cuyos restos fueron encontrados en el cementerio de un monasterio que había en Dalheim (oeste de Alemania).

Monica Tromp, del Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana, que participó en la investigación difundida hoy, explicó que la hipótesis "más probable" es que esa mujer pintaba con un pigmento elaborado con esa piedra semipreciosa y chupaba la punta del pincel mientras iluminaba un manuscrito.

A esa conclusión han llegado los expertos tras examinar la distribución de los restos de lapislázuli en la placa dental fosilizada en sus dientes.

El análisis de los expertos conduce a concluir que la mujer probablemente pintaba textos religiosos iluminados con costosas pinturas y pigmentos, entre los que se incluían el pan de oro y el fabricado con lapislázuli, que dejó el tono azul hallado en sus dientes.

Los responsables de la investigación señalan que este "descubrimiento inesperado" en la boca de una mujer del siglo XI en la Alemania rural "no tiene precedentes".

"Mientras que se sabe que Alemania fue un centro activo de producción de libros durante ese período, ha sido especialmente difícil identificar la aportación de las mujeres" a esa actividad.

"La escasa visibilidad del trabajo femenino en la producción de manuscritos ha conducido a muchos académicos a asumir que las mujeres tuvieron un reducido papel en ella", agregaron los autores de la investigación.

El descubrimiento permite además insertar a esa mujer en un lugar de la historia que a priori parecía sin importancia especial.

"Estaba insertada en una vasta red comercial global que se extendía desde las minas de Afganistán hasta su comunidad en la Alemania medieval a través de las metrópolis comerciales del Egipto islámico y la bizantina Constantinopla", explicó Michael McCormick, de la Universidad de Harvard (EE.UU.), otra de las instituciones participantes en el estudio.

"La economía emergente de la Europa del siglo XI estimuló la demanda de ese precioso y exquisito pigmento, que viajó miles de kilómetros en caravanas de mercaderes y en navíos para servir a la ambición creativa y artística de esta mujer", añadió McCormick.

Christina Warinner, del Instituto Planck, declaró que el resultado de la investigación da testimonio directo "de una mujer que no solo pintaba, sino que lo hacía con un pigmento raro y caro, en un sitio alejado" de los centros artísticos.

"La historia de esta mujer podría haber quedado oculta para siempre sin el uso de estas técnicas. Me hace preguntarme cuántas otras de estas artistas podríamos encontrar en cementerios medievales", agregó Warinner.