Las palabras que utilizamos nos identifican y definen mucho más de lo que creemos, un rastro lingüístico que el periodista y escritor Álex Grijelmo emplea en su primera novela policíaca, en la que la investigación no sigue huellas de sangre ni muestras de ADN, sino estilemas.

Los estilemas son los rasgos lingüísticos propios de una persona, producto de su origen, educación y experiencia, y el rastro que dejan es el hilo conductor de la novela del escritor y periodista Álex Grijelmo (Burgos, 1956) "El cazador de estilemas" (Espasa), en la que da vida a una pareja de investigadores, un arruinado filólogo y un resabiado comisario, que perseguirán a los culpables a través de estas pistas.

Porque siempre hay unas características que diferencian nuestra forma de hablar de la de otra persona, a pesar de la uniformidad creciente del lenguaje, asegura Grijelmo en una entrevista con Efe: "Podemos tener un 98 por ciento de uniformidad, pero en el dos por ciento de diferencia está la clave para seguir un rastro".

Y en esas diferencias se centra Eulogio Pulido, un profesor de Lingüística al borde la ruina que decide ofrecer sus servicios a la policía como experto del lenguaje y usar los estilemas como herramienta para dar con los culpables.

Así, iniciará una investigación con el comisario Contreras para encontrar a los responsables de una supuesta estafa de la que ha sido víctima la hija de un afamado empresario, una trama salpicada de humor que pone en cuestión la percepción que cada uno tiene de la realidad.

Y aunque ahora, con internet, "todos tengamos la misma letra", tal y como ironiza un personaje de la novela, "las palabras nos definen, dicen mucho de nosotros mismos, de dónde hemos vivido, qué formación tenemos, qué gustos", indica Grijelmo, autor de varios libros sobre el lenguaje.

La novela se hace eco también de los riesgos del anonimato en las redes sociales y de la impunidad que tienen a veces los acosadores: "No sé si va a durar siempre, me imagino que en diez o quince años habrá más controles en las redes ante los delitos de palabra, difamaciones o injurias. Pero la verdad es que ahora el anonimato ampara a muchos delincuentes", señala el autor.

Y como asegura su comisario ante las dificultades que ponen los responsables de las redes sociales para identificar a usuarios que están investigando por acoso, Grijelmo sostiene que "la neutralidad a veces es culpable".

El periodista ha querido realizar así una llamada de atención sobre esas "huellas virtuales" que se van dejando para que la gente se plantee los riesgos antes de acosar en las redes sociales por la posibilidad de ser identificados y "pillados" por su forma de escribir.

"El cazador de estilemas" es también una novela que cuestiona lo que se considera verdad y a menudo es solo verosímil: "Muchas veces creemos estar en posesión de la verdad y puede ocurrir que nos falten datos para su construcción cabal", explica Grijelmo.

En ese espíritu de que todo depende del punto de vista con el que se mira, el autor ha construido la novela a través de la perspectiva de tres personajes, el profesor, el comisario y la millonaria, cuyos relatos se van solapando durante la trama.

Un dúo de investigadores cuya desconfianza inicial se irá tornando en admiración mutua y al que Grijelmo no descarta recuperar para otra novela si a los lectores les gusta.