La escritora y editoria Elsa López (Guinea Ecuatorial, 1943) ha sido galardonada con el Premio Emilio Castelar por la Defensa de Las Libertades y El Progreso de los Pueblos, por su defensa de los valores democráticos, pues su vida ha sido ejemplo de superación y fortaleza, destacando su generosidad a la hora de apoyar, promocionar, difundir y proteger los derechos de las mujeres y la cultura de los pueblos.

La autora es catedrática, Doctora Cum Laude en Filosofía, miembro de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, Embajadora de Buena Voluntad de la Reserva de La Biosfera Isla de La Palma ante la Unesco, fue presidenta de El Ateneo de La Laguna (2011-2013) y en la actualidad dirige Ediciones La Palma.

Es una escritora poliédrica que ha trabajado en diversos campos de la creación e investigación, obteniendo entre otros premios el I Premio de Investigación José Pérez Vidal, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, el Premio Nacional de Poesía José Hierro 2001 y el Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina.

El Gobierno de Canarias también la ha distinguido con la Medalla de Oro por su contribución a la identidad y al reconocimiento del pueblo canario en 2016. Una mujer a quien su madre enseñó a leer "a través de los pájaros" y de los colores dibujados en las cajas de fósforos de su infancia africana.

¿La rebeldía era la única manera de sobrevivir y salir indemne de la sociedad en la que vivía, en aquellos años de posguerra?

Fui rebelde desde niña. Me expulsaron de todos los colegios a los que asistí hasta la entrada en el colegio Estudio, heredero de la Institución Libre de Enseñanza, donde mi vida dio un giro y pude encauzar esas energías por el lado positivo. Con catorce años defendía mis ideas como si me fuera la vida en ello.

¿Cómo ve el movimiento feminista en estos momentos?

No hay que tener miedo a la palabra feminismo. Es un movimiento que tiene una realidad histórica. En ocasiones incluso pienso que soy una feminista trasnochada, que hay muchas cosas que suceden a las feministas de hoy en día, todo acerca del lenguaje inclusivo, la necesidad de cambiar el discurso, su fondo? Todo eso a mí me queda ya lejano. Date cuenta que yo en los sesenta, con apenas veinte años, mi lucha era sencillamente que al llegar a un banco no me pidieran la firma de mi marido para sacar dinero, poder viajar con mi hija sin la necesidad de la autorización de mi esposo. Yo he vivido una lucha directa de clases. Y, de repente, me veo perdida. Me gusta la juventud, lo que dice, lo que piensa. Aprendo cosas, como, por ejemplo, la cuestión del lenguaje. Me cuesta mucho adaptarme a las nuevas formas. Y ahora me encuentro, después de tantos años, mirando mis textos y pienso: "¿esto es correcto?". Mis jóvenes amigas feministas se ríen mucho conmigo por estas reflexiones. Pero no me cuesta hablar de mi ignorancia.

¿Dentro de esta lucha existe algún aspecto que le preocupe?

Lo que me preocupa es el victimismo. En la literatura, en el arte, en todas esas cuestiones me preocupa. Es decir, no soy de esas personas que tengan como opción personal utilizar el victimismo para que te consideren. Perdemos el valor. Creo que somos lo suficientemente altivas, generosas, progresistas y luchadoras para no tener que sentirnos víctimas. Yo no soy víctima de nada, ni de nadie. Cuando alguien dice un comentario desafortunado, me levanto y lo digo. Pero el hecho de sentirse constantemente agredida, ofendida, no lo veo.

¿Qué sintió cuando le comunicaron que había sido galardonada con el Premio Emilio Castelar?

Una alegría profunda y un sincero agradecimiento al sentirse que en este país mío aún se premian cosas tales como el defender los valores democráticos.

¿Esperaba ser una de las ganadores del Premio este año?

No. No me lo esperaba. Esas cosas nunca están previstas y menos que te premien por algo que depende de tus criterios morales y tu manera de entender la vida.

¿Agradecería el Premio Emilio Castelar a alguien en especial?

Sí, claro. Se lo agradecería a todas las mujeres de mi vida que me han acompañado en la lucha diaria y que sin ellas y su espíritu contestatario, rebelde y generoso, habría sido imposible de ser como soy, pensar como pienso, y seguir defendiendo hasta el final esos valores y esos principios que, de una forma u otra, han marcado mi ritmo vital y mi carácter, han servido para no desfallecer y seguir luchando. Y al Círculo Artístico Cálamo, que hizo la propuesta de mi candidatura y confiaron en ella.