Este fin de semana, mientras escribo este artículo y ustedes lo leen, se inaugura en China un proyecto cultural que demuestra que en una antigua refinería se puede hacer mucho más que eliminar los elementos industriales, y sustituirlos por edificios de viviendas y parques.

Tank Shanghai, es un ambicioso y esperado proyecto de un museo que consta de cinco antiguos tanques en desuso que anteriormente almacenaban combustible para el cercano aeropuerto internacional Hongqiao. Se encuentra a orillas del río Huangpu y el proyecto también aprovecha esta cercanía al agua. Después de años de un extenso trabajo, se han convertido los tanques vacíos en un parque de arte de 60.000 metros cuadrados con espacios de exposición, jardines, parques, tiendas y restaurantes.

Además de apostar por este inusual continente también apuestan por un contenido especial y la inauguración se inicia estos días con tres exposiciones, que incluyen TeamLab: Universe of Water Particles in the Tank, una muestra colectiva titulada "Under Construction", que presentará obras recientes de artistas chinos como Zeng Fanzhi, Yang Fudong y Ding, y una exposición que lleva el intrigante título A veces uno se pregunta, en un universo interconectado, ¿quién está soñando con quién? que es una presentación individual del artista argentino Adrián Villar Rojas.

Hablando del museo Tank Shanghai, los funcionarios locales de Shanghai (es decir el ayuntamiento de allí) han apoyado el proyecto, es más, el ayuntamiento quiere construir una avenida de museos en el West Bund, junto al río, por lo que ha brindado un gran apoyo a esta primera infraestructura de reconversión de una zona industrial en una zona cultural sin perder su esencia original.

Sin embargo, aquí, de momento, ni los actuales gobernantes, y ninguno de los candidatos de otros partidos, parecen creer que el universo de la cultura pueda aportar a la ciudad lo que esta necesita: vida, economía, movimiento. Esa vida que no está trayendo el comercio, en decadencia, con cientos de locales comerciales cerrados que dan una imagen de decadencia que no conviene a Santa Cruz. Por el contrario, en China, trascendiendo mil límites, con antiguos espacios industriales indultados, entienden el valor de una cultura floreciente y lo que eso siempre ha significado para la historia de cualquier ciudad del mundo. Por eso les pido a todos una mirada contemporánea.

Ese museo de tanques, con sus involuntarios valores formales y sus grandes espacios silenciosos, es, por supuesto, mucho más, e integra no solo espacios de exposición sino plazas, jardines, zonas verdes, una librería, un centro educativo y restaurantes. El equipo de arquitectura OPEN una firma de Beijing lideró el cambio de imagen.

En definitiva, un complejo de tanques, anteriormente una instalación aeroportuaria, que ahora testá integrado por cinco tanques, monumentales, convertidos en espacios culturales, rodeados de zonas verdes, restaurantes y bares, un puerto deportivo junto al río y un helipuerto y una apuesta por artistas internacionales como Olafur Eliasson o Marina Abramoviæ, es algo que se considera bueno en otros lugares, y que no creo que sea malo que nos paremos a pensar si cuando desaparezca la Refinería de Santa Cruz no sería conveniente que algunos de esos landmark que nos han acompañado durante tantos años a los chicarreros como algunas de las chimeneas, el conjunto de esferas, o el depósito de agua, que nos lleva dando la hora y la temperatura tanto tiempo, esas pequeñas arquitecturas sin arquitectos, piezas construidas basándose en su estricta función, con sus elegantes siluetas, pudieran pasar ahora a nuestro legado cultural. La ciudadanía actual se enfrenta a algo nuevo en la historia: paradójicamente, contra la propia filosofía de la industria tradicional que representa la Refinería, y el reflejo del progreso hacia el futuro que supuso, se ha convertido ahora en símbolo del pasado, en representación de nuestra memoria. Y si borramos nuestra memoria nos convertiremos en una ciudad con alzhéimer.