El escritor Antonio Muñoz Molina comparaba hace poco a Don Winslow y sus novelas torrenciales con Leon Tolstoi, seducido por la "narración ilimitada" de obras como El poder del perro y El Cártel, incontestables obras maestras a las que la etiqueta de "thriller" les queda muy pequeña, y que rompen en mil pedazos los esquemas de quienes las consideran típicos ejemplos de best seller de aeropuerto de leer y tirar. No son comparaciones exageradas porque el empeño literario de Winslow, acompañado de una habilidad excepcional para mantener en vilo al lector desde la primera hasta la última página (mucho tiempo después), entronca con la ambición del autor de Guerra y paz de (re)crear un mundo gigantesco cargado de personajes descritos con una minuciosidad psicológica y emocional asombrosa, y todo ello (los tiempos cambian) con un estilo avasallador, sin digresiones extensas ni descripciones pormenorizadas.

Y ahora, llega el fin de la trilogía con La frontera. La calamitosa guerra sin paz contra el narcotráfico se cierra a lo grande con una obra que iguala los logros anteriores y les da un broche final insuperable, con tanta crudeza, realismo y humanidad como siempre). Vuelve Art Keller, al que habíamos visto en El Cártel pasarlas canutas en todos los sentidos, incluido el amoroso. Su cruzada contra el capo temible y poderoso del cártel de Sinaloa, Adán Barrera, le ha dejado heridas profundas que se niegan a cerrarse. Sigue siendo un agente enfrentado no solo a sus enemigos externos sino también a los internos. Está al frente de la agencia estadounidense antidrogas (DEA) y desde ese puente de mando privilegiado asiste al caos: cortada la cabeza del monstruo, surgen otras, y otras, y otras. Y una diferencia esencial: las batallas anteriores en territorio mexicano cambian de escenario y se desarrollan en suelo estadounidense, azotado por una epidemia de heroína mortal de necesidad. Las fronteras han volado en pedazos y el peligro surge en cualquier esquina en los tiempos de una administración miserable. Keller no solo se enfrenta al mal que extiende la droga, también a su propio gobierno que les ampara.

Winslow recuerda que esta historia empezó el 19 de septiembre de 1998, hace ya más de veinte años. La taza de café y la lectura de la prensa del día le trajo un encuentro decisivo: una noticia sobre la matanza de 19 personas inocentes, hombres, mujeres y niños, que desangró dos días antes una pequeña ciudad mexicana, "no muy lejos de donde mi familia y yo solíamos pasar algunos fines de semana. Vivo cerca de la frontera". Winslow era, como tantos, un ignorante en lo que a cárteles de droga se refiere: "No era un asunto que despertara demasiado mi interés. Pero no podía quitarme aquella matanza de la cabeza. No podía entender que un fenómeno, sea el que sea, pueda alcanzar un punto en el que la gente quiera y sea capaz de hacer algo así".

A_veces una sencilla pregunta se convierte en la razón de una existencia. Winslow lo explica al presentar su punto final a "una odisea literaria que ha supuesto un tercio de mi vida" y "miles de horas de investigación". Cuatro presidentes diferentes, la caída de las Torres Gemelas, el terremoto de la economía. Y "mi hijo se ha convertido en un hombre, algunos amigos han fallecido, algunas de mis fuentes han muerto o han entrado en prisión? algunos ya han salido, otros no lo harán nunca. Con la excepción de mi mujer y mi hijo, he pasado más tiempo con el protagonista de esta trilogía, Art Keller, que con cualquier otra persona ''real''. Este es el trabajo de mi vida".

Y qué trabajo: entró como si fuera un turista, "pretendiendo hacer una corta visita sobre el tema, pero estuve seis años escribiendo El poder del perro. Cuanto más aprendía sobre la guerra de las drogas, más me enfadaba y más quería profundizar y contar la verdadera historia de la guerra contra las drogas de Estados Unidos y el impacto real que tiene en la gente". Juró no regresar jamás, "pero dos años después ahí estaba de nuevo, trabajando en El Cártel". De nuevo se prometió no volver. Imposible. Ha visto lo mejor y lo peor de la humanidad "y todos los matices que hay en el medio". Horrores muy difíciles de afrontar, "mucho peor de describir, pero también he sido testigo de actos de nobleza y valentía que han ido mucho más allá de mi capacidad de comprensión". Y promete que sí, que esta vez se acaba la historia. Pero quién sabe. Quedan muchas mañanas, muchos cafés. Muchas noticias que...