Diego Crosa y Costa, conocido popularmente como Crosita, nació un 12 de abril de 1869 en Santa Cruz de Tenerife. Hoy se cumplen 150 años de aquella fecha.

Este bohemio impenitente manifestó una variada personalidad, desde la del ágil dibujante y fenomenal caricaturista, hasta la de pintor de acuarelas, poeta festivo y dramaturgo.

Su lápiz captó, con rasgos de fino humor, los perfiles de las más destacadas figuras literarias de su época; sus dibujos al natural están recogidos en el libro Rincones de Tenerife y sus acuarelas, que llevan el sello de lo regional y permanecen dispersas en colecciones particulares, y representaban un reclamo para los británicos que desembarcaban de los pailebots en el puerto santacrucero y un auxilio para su, siempre frecuentemente, frágil economía.

Fue colaborador literario en la revista Artes y Letras (1903), que editaba el Diario de Tenerife, así como también ilustrador en la revista Castalia (1917).

En 1910 estrenó una comedia de costumbres, titulada Isla adentro, así como Senderos (1923). En ambas se muestran dos rasgos esenciales de su personalidad: su amor por la tierra y su humorismo.

En relación con ese perfil quedan los ripios que publicó durante años en el diario La Prensa bajo el lema de Musa cómica, acertadas crónicas de lo cotidiano que tuvieron una extraordinaria acogida por parte de los lectores.

Crosita fue un notable autor de canciones populares, recogidas en el libro Folías (1923), de tanto éxito que tuvo que tirarse una segunda edición, en 1932, con un atinado prólogo a cargo de Eduardo Zamacois quien trazó un ingenioso perfil del escritor y artista tinerfeño: ?Solterón, travieso y artista, más hermano, por motivos raciales de Boccacio que de Rabelais, Crosa es un guanche magistralmente encuadernado a la inglesa?.

Crosita dejó retazos de su vida en la obra Confesiones e intimidades (1940), con prólogo de Manuel Delgado Barreto pero, como afirmaba Zamacois, ?conviene estudiarlo a través de su propia vida, en la cual, como en los almanaques de pared, todos los días hay una anécdota, una sonrisa?. Y destacaba cómo ?según las circunstancias lo dispusieron Crosa acertó a ser dramaturgo aplaudido o caseur amenísimo, o periodista de caudal vena cómica, o poeta autor de romances o de folías que hoy, en todas las islas del archipiélago, se cantan de memoria?.

Con un sutil oído de poeta, sobre todo para el octosílabo, fue uno de los mejores cultivadores del romance, que se pone de manifiesto en el Romancero canario y en el Romancero guanche, este último, inspirado en Viana, que se presentó el 10 de enero de 2003, con una cuidada edición a cargo de Carlos Gaviño de Franchy. Esta selección poética, integrada por cerca de cuarenta romances, utiliza la poesía popular como vehículo para tratar de recuperar y difundir la mitología guanche de todas las islas.

También ?fui el cónsul de todas las actrices, sopranos, danzarinas y cupletistas que a Tenerife vinieron?, reconoce el propio Crosa, ?la Máscara de todos los Carnavales y de todos los días del año?.

En palabras del crítico e intelectual Domigo Pérez Minik, ?Crosita representaba a su ciudad natal y a su isla como hombre de un ingenio, de una gracia, de una ligereza imponderables y fue durante medio siglo su figura más popular... En verdad, nos representaba con el mejor estilo y pudo llegar a ser el portavoz de nuestro carácter ante el extranjero y el amable introductor de lo ajeno en nuestra casa...?.

Su busto, obra del escultor Nicolás Granados, descansa en el parque García Sanabria.